Campos de alto riesgo... y singular belleza Cuando el golf es un deporte extremo
Considerado como un deporte amable, poco propenso a las lesiones graves, hay, sin embargo, lugares donde el golf llega a convertirse en un deporte extremo. Mordeduras de serpiente, ataques de cocodrilos o de tiburones, congelación, mutilaciones por minas antipersona... Este es un viaje por los campos de golf más peligrosos –hermosos y singulares muchos de ellos– del planeta.
Miércoles, 26 de Abril 2023
Tiempo de lectura: 5 min
No es, precisamente, un deporte de masas, pero el número de aficionados al golf se ha disparado en el último lustro. En concreto, cinco millones más, y ya son 66,6 millones en todo el mundo. A años luz del futbol, con más de 1000 millones, o del baloncesto, con 400, pero con un entusiasmo que raya muchas veces la insensatez.
Deporte de baja intensidad física y reducido trabajo aeróbico, las lesiones en el golf no suelen implicar roturas óseas o musculares. Hablamos de lumbalgias, de tendinopatías o del llamado codo de golfista, problemas que suelen solucionarse con fisioterapia. Y también de algún que otro bolazo inesperado o alguna que otra insolación.
Ahora bien, en ciertos lugares donde la disponibilidad de campos en condiciones es de lo más limitada, este espectro puede ampliarse a mordeduras de serpiente, cocodrilos, pirañas o tiburones; ahogamiento; mal de montaña; hipotermia; congelación; caídas desde alturas de hasta 400 metros e, incluso, mutilaciones o muerte por explosión de minas personales. Sonará exagerado, pero lesiones de este tipo son posibles –aunque altamente infrecuentes– en algunos de los campos de golf más extravagantes que existen en el mundo.
El campo sobre el glaciar
Comencemos por el Uummannaq Golf Course, en Groenlandia, a 700 kilómetros del Círculo Polar Ártico y sede del Campeonato Mundial sobre Hielo de la especialidad desde 1997. Ubicado en un glaciar, sus dimensiones varían cada año. Es el campo más septentrional del planeta y la temperatura no suele bajar de los 14 bajo cero. Para no confundirlas con el paisaje, por cierto, se utilizan bolas rojas.
Al borde del precipicio
Extremo es también el sudafricano Legend golf & Safari Resort, a cuyos 18 hoyos suma uno extra para golfistas intrépidos –y adinerados, claro– cuyo tee de salida se halla a 400 metros de altura sobre el green, en la cima del monte Hanglip. Los jugadores son llevados en helicóptero a la salida de este ‘Hoyo 19’, par 3, y golpean la bola al borde de un precipicio hacia un paisaje sobrecogedor. Por increíble que parezca, el irlandés Padraig Harrington, ganador de tres majors –dos Open Británico y un Campeonato de la PGA– hizo un hoyo en uno en 2008.
El campo más peligroso del mundo
De un golpe viajamos hasta el que es, sin duda, el campo más peligroso del mundo. O, por ser más exactos, el hoyo más peligroso del mundo. Se halla, por supuesto, en el lugar más peligroso del mundo: la zona desmilitarizada entre las dos Coreas. Con un par 3 de 175 metros, se juega aquí en medio de un campo de minas y lo rodea una valla de 5,5 metros de alto rematada con alambre de espino, una zanja de dos metros de profundidad, un nido de ametralladoras abandonado, un búnker, tigres, ciervos vampiro...
Se construyó para entretener a los soldados americanos y surcoreanos de la base de Camp Bonifas, primera línea y carne de cañón ante una eventual invasión norcoreana. Al margen de la explosión que puede causar cualquier bola que caiga fuera de sus límites, puede bastar una mínima provocación a los soldados al otro lado de la frontera para desatar un incidente bélico.
El barca con el putter
En el Coeur d’Alene Resort Golf Course, en Idaho, Estados Unidos, no tienen un hoyo exactamente en una isla, pero sí uno flotante en medio de un lago a orillas de las Montañas Rocosas: el 14, al que los golfistas acceden en una barquilla apodada de forma apropiada como el putter, el palo utilizado en el green para embocar la bola.
Green entre arrecifes de coral
También en una isla, pero marina, se hallan los 18 hoyos del Ile aux Cerfs Golf Club, parte de un lujoso resort en Isla Mauricio. El campo, de hecho, la ocupa íntegra, con un par 72, rodeado por un arrecife de coral, playas de arena blanca, rocas de origen volcánico y aguas azul turquesa. Precios, eso sí, a partir de 500 dólares la noche.
Con vistas a la cárcel
Si le parece caro, mucho más le puede salir jugar en nuestro próximo destino, el Prison View Golf Course. Cuenta con 9 hoyos, dos tees de salida para la opción de jugar a 18, y se halla en la prisión de máxima seguridad más grande de Estados Unidos: la Penitenciaría Estatal de Luisiana, en Angola, una antigua plantación de esclavos bautizada así por el origen de su fuerza de trabajo. Para jugar aquí, por cierto, guardias y presos deben pagar 20 dólares y reservar sus recorridos con, al menos, 24 horas de antelación.
Cuidado con el hoyo 13...
El golf extremo, sin embargo, no acaba aquí. La lista incluye lugares como el Lost City Golf Course, en Sudáfrica, al borde de un desierto y con un estanque, a orillas de su hoyo 13, habitado por una familia de cocodrilos de 4 metros de largo. Un consejo: dé el hoyo por perdido si su bola cae demasiado cerca del agua.
El campo más aislado del planeta
Entusiasta del golf al extremo se ha de ser también para jugar en el Amazon Golf Course, «el campo de golf más aislado en el mundo», en la peruana y amazónica ciudad de Iquitos, con búnkeres y trampas de agua habitadas por pirañas y caimanes. En lugar de carritos eléctricos para desplazarse por sus 9 hoyos, extendidos a lo largo y ancho de 10 hectáreas, los golfistas se mueven aquí a bordo de vetustos motocarros impulsados por motores diesel.
Serpientes y sensaciones fuertes
A pesar de los cocodrilos, las serpientes de cascabel y las ocasionales pero feroces rachas de viento, el Ocean Course Kiawah Golf Resort, en Carolina del Sur, es otro lugar de peregrinación para golfistas amantes de sensaciones fuertes. En buena medida también por las impresionantes vistas que disfrutan en todos y cada uno de sus 18 hoyos, par 72, a lo largo de sus 12 kilómetros de recorrido a orillas del Atlántico.
Jugando con tiburones
Tiburones y vistas del Pacífico es lo que, por su parte, ofrece el Carbrook Golf Club, en la costa dorada australiana. El recorrido entre los hoyos 12 a 15 discurre junto a un lago infestado de tiburones toro. No es algo intencionado. Los escualos llegaron tras una gran inundación a finales de los 90 pero, lejos de intentar expulsarlos o devolverlos al mar, los socios asimilaron con orgullo su conversión en el único club del mundo con tiburones en sus instalaciones.
¿Quién dijo que para jugar al golf hacia falta hierba?
Llegamos, finalmente, a nuestro último campo, el Golf Club de Uagadugú, capital de Burkina Faso (con el que abrimos este reportaje). Levantado en pleno desierto del Sahel, difícilmente hallará un campo con mayor riesgo de insolación, pero su rasgo más distintivo es que no pisará aquí una mínima brizna de ese césped, aparentemente imprescindible para practicar este deporte.
El campo burkinés, por lo tanto, no necesita las ingentes cantidades de agua que ‘chupan’ estas instalaciones: unos 5000 metros cúbicos de agua diarios, el consumo medio de unas 12.000 personas. Porque aquí no se finalizan los recorridos sobre un green (verde), sino sobre un brown (marrón), el color de toda su terrosa superficie. En el tee de salida, eso sí, los jugadores dan el primer golpe sobre un trozo de hierba, artificial por supuesto, único verdor que verán en sus áridos 18 hoyos, par 72, con casi 10 kilómetros de recorrido. Certificados todos ellos por la Federación Francesa de Golf. En un país que sufre como pocos las consecuencias del cambio climático, quizá pueda acabar sirviendo de referencia para el resto del mundo.
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