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La población, más que saturada, está cansada y está enfadada porque quiere que se le trata en persona. Los pacientes, en buena lógica, necesitan que se les toque, se les mire y se les hable». Quien así habla es el neurólogo David Ezpeleta, del hospital ... San Juan de Dios de Pamplona, a quien le ha tocado coordinar la elaboración de la primera guía que se ha editado en España sobre telemedicina. La ha editado la Sociedad Española de Neurología (SEN) con el fin de que se convierta en una referencia nacional sobre lo que debería y no debería permitirse en lo que se conoce como medicina a distancia.
La crisis del covid ha generalizado las consultas telefónicas hasta el punto de convertirlas –muchas veces, para desgracia de los pacientes– en la principal forma de comunicación entre los médicos y sus pacientes. Los neurólogos están convencidos de que el teléfono y las videoconferencias pueden ser, como se ha demostrado, una herramienta muy útil de atención sanitaria. Pero no todo vale. «Todavía ahora, que estamos viviendo el final de la pandemia, la consulta telefónica sigue practicándose en Atención Primaria y otros servicios que siguen colapsados. En muchos casos, incluso, se está brindando asistencia psicológica a través del teléfono, cuando seguramente lo que debería ofrecerse es una atención presencial», reflexiona el experto.
El manual de la SEN, ideado para el ámbito de la neurología, pero pensado para que toda disciplina médica pueda adaptarlo, busca poner límites al desorden actual. Como ya se hizo hace mucho tiempo en otros países como Estados Unidos y Canadá, los neurólogos españoles han definido qué es ético, profesional y responsable resolver a través del teléfono y qué no. «La telemedicina no puede convertirse de la noche a la mañana en un sustituto de la atención presencial, sino en un complemento», defiende Ezpeleta, secretario de la junta directiva de la SEN.
«La telemedicina y la reorganización del trabajo que se requiere ahora, una vez pasada la pandemia, no puede ser cosa solo de la Administración sanitaria y sus asesores. Nosotros, los médicos, hemos de sentarnos en esas mesas para trabajar por una medicina útil, práctica, sensata y que sea bien aceptada por la población», proclama el experto.
Está claro, según explica, que una urgencia no se aborda vía telefónica. Nadie que sufra un ictus va a ser atendido a través del móvil. «Es algo impensable. Es posible que una persona sufra un infarto cerebral o una crisis epiléptica a 50 kilómetros del hospital y un vecino o un familiar llame por él al 112.En un primero momento, será asistido por profesionales vía telefónica hasta que llegue la ambulancia. Hasta ahí, pero eso también es telemedicina», argumenta.
El manual de la SEN sobre el uso de la medicina a distancia pivota sobre cuatro ideas básicas.
1. La telemedicina no sustituye a la práctica asistencial.
2. La complementa. En consecuencia, las primeras visitas han de ser siempre cara a cara, y el teléfono y la videoconferencia deben reservarse para el seguimiento de pacientes crónicos o con una patología estable.
3. La telemedicina debe considerarse como un acto médico que se practica con el mismo rigor que la consulta presencial
4. Las citas deben estar perfectamente agendadas con el doble fin de ofrecer un buen servicio al afectado y no sobrecargar la «ya extensas listas» de pacientes de los médicos.
Los servicios que, según los neurólogos, deben reservarse para la consulta a distancia son fundamentalmente cinco:
Teleconsultas: Consultas que pueden resolverse por teléfono.
Teleorientación: Consejo médico para pacientes y formación para profesionales.
Telemonitorización: Control de dispositivos que ofrecen información en tiempo real sobre el estado de un paciente.
Cribado: Para la detección de posibles enfermedades.
Informes remotos: Envío de documentación a pacientes u otros profesionales médicos.
«El ejercicio de la neurología va a cambiar profundamente en los próximos años», aventura David Ezpeleta. «Era el momento de poner orden», sentencia.
El primer médico que usó la medicina a distancia fue el propio Galeno, cuya «maestría a la hora de interpretar los síntomas» era tal que, según explica la SENen su manual de telemedicina, diagnosticaba pacientes por carta «y cobraba por ello». La telemedicina moderna nació con el telégrafo, el teléfono y la radio. La Feria Mundial de Nueva York de 1951 registró la primera experiencia pública;aunque la primera de tipo terapéutico tuvo lugar siete años después. El psiquiatra Cecil Wittson organizó en 1958 un programa de teleeducación con un circuito cerrado de televisión en un hospital de Nebraska.
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