Secciones
Servicios
Destacamos
Solange Vázquez
Miércoles, 22 de febrero 2023, 00:28
Aparece un dolor repentino que puede llegar a ser intenso detrás de la oreja. Ese 'pinchazo' en la cabeza resulta aterrador, claro, por lo súbito que es y porque no se parece a nada que hayamos padecido antes ni de lo que hayamos oído hablar. ... Lógicamente, nos asustamos y pensamos que en nuestro cerebro algo va rematadamente mal. ¿Un ictus? ¿Un aneurisma? Hemos visto tantas series de médicos donde los personajes se agarran la cabeza presos de un dolor agudo y caen redondos... Afortunadamente, se pasa rápido y nos tranquilizamos.Qué alivio.
Habrá sido algo migrañoso, una subida o caída de tensión, estrés… Vamos, que tiramos del repertorio habitual de causas que sirven para todo en un intento por explicar ese episodio tan inquietante que ha terminado.
O eso creemos. Porque unas horas después viene la segunda parte y esa sí que nos termina de aterrorizar: «Percibimos una asimetría evidente de la cara tanto en reposo como en movimiento, con dificultad, por ejemplo, para elevar las cejas, cerrar los ojos o sonreír. También pueden aparecer alteraciones en el lagrimeo, la salivación o el sentido del gusto», describe la doctora Belén Alonso, de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF). Se pierde completa o parcialmente el movimiento voluntario de los músculos de la cara, normalmente en un lado, pero puede afectar a los dos. El pánico, a estas alturas, ya campa a sus anchas. Y la visita a Urgencias no nos la quita nadie.
«Puede confundirse con un ictus y, de hecho, hay que descartar que el origen del problema sea una lesión en el sistema nervioso central», apunta. Esto se suele lograr, con una simple exploración física que enseguida lleva al diagnóstico: parálisis facial. También las explicaciones más o menos tranquilizadoras (si las comparamos con nuestros peores temores): este cuadro suele ser pasajero y en la mayoría de los casos será historia en cuestión de semanas.
¿Su causa? Posiblemente, será imposible de determinar (así ocurre en cerca del 80% de los casos), aunque una simple infección por virus respiratorios como el del resfriado común, algo totalmente trivial, es uno de los factores de riesgo más habituales «para la aparición de la parálisis de Bell, que es el tipo de parálisis del nervio facial más frecuente», según explica Alonso, directora del nuevo Grupo de Trabajo de Rehabilitación en la Parálisis Facial creado recientemente en SERMEF para abordar esta patología, «asociada al invierno».
Además de las infecciones de las vías respiratorias superiores, la inflamación del nervio producida por virus de la familia del herpes simple, el embarazo –especialmente durante el tercer trimestre–, la primera semana después del parto, diabetes, presión arterial alta y obesidad son otros de los factores de riesgo relacionados con esta parálisis facial tan poco conocida y que, si se ha empezado a visualizar, es porque algunos famosos que han padecido distintas versiones del mismo problema –cada cual con sus causas específicas– le han puesto cara: George Clooney, Angelina Jolie, Sylvester Stallone, Justin Bieber.... Algunos de ellos, pese a haber superado el problema, han quedado con cierta rigidez facial al sonreír, por ejemplo, aunque es algo que ya solo aprecia un ojo experto.
No obstante, la doctora Eishe Abdel-Muti, secretaria del Grupo de Trabajo de Rehabilitación en la Parálisis Facial, matiza que «hay un 20% de las parálisis faciales periféricas que pueden deberse a otras causas como traumatismos, tumores, enfermedades autoinmunes y enfermedades neurológicas» –de ahí que sea importante determinar de qué se trata exactamente– y que no tienen que ver con la parálisis facial de Bell, que normalmente se cura en un plazo de cuatro a ocho semanas.
«Pero en un 20% o 30% de los pacientes puede no haber una recuperación completa y dejar secuelas, que son muy variadas, de diferente grado y que pueden afectar no solo al movimiento de los músculos de la cara y, por tanto, a la expresión y comunicación no verbal y al cierre del ojo (esto puede acarrear lesiones corneales por explosión), también a funciones básicas como comer, beber, masticar, pronunciar y, en algunos casos, afectar al gusto, el lagrimeo o la salivación», detallan.
Estos casos necesitarían rehabilitación, una reeducación neuromuscular, para recuperar la normalidad. «Es un proceso complejo que exige la participación activa del paciente –alertan–. No se trata de inflar globos ni de mascar chicle, sino de establecer un plan de trabajo para reentrenar la actividad muscular de la cara».¿Más opciones? Las hay: técnicas quirúrgicas e infiltraciones de fármacos neuromoduladores en los músculos que hayan quedado o con un tono excesivo o demasiado relajados.
75%representa el porcentaje de parálisis idiopáticas o de Bell en el conjunto de las parálisis faciales unilaterales. La incidencia anual es de unos 20 o 30 casos por cada 100.000 habitantes. «No es súper frecuente», dicen las especialistas consultadas, pero tampoco una rareza y conviene saber identificar el problema.
75% es el porcentaje de parálisis idiopáticas o de Bell en el conjunto de las parálisis faciales unilaterales. La incidencia anual es de unos 20 o 30 casos por cada 100.000 habitantes. «No es súper frecuente», dicen las especialistas consultadas, pero tampoco una rareza y conviene saber identificar el problema.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.