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Julio Arrieta
Viernes, 22 de noviembre 2024, 19:28
Seguro que le suena esta historia. Está usted tranquilamente en casa cuando, de repente, resulta que hubo un fallo en la Universidad, o donde fuera que estudió, y le van a retirar el título –ese que obtuvo hace más de 20 años–, porque le queda ... un último examen pendiente que –¡horror!–, va a ser hoy mismo. Sigue una sensación de angustia que concluye con un despertar brusco. ¿Y esta otra? Alguien o algo amenazante le persigue por la calle pero, por más que se esfuerce, no puede correr. Nota que intenta mover las piernas, ¡de hecho se mueven, pero no avanza! ¡El monstruo le va a alcanzar! Se despierta. Son pesadillas, todos las tenemos y estas dos, en concreto, se cuentan entre las recurrentes, las que afectan a nuestro sueño cada cierto tiempo con el mismo 'guion'.
Pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo. Cuando dormimos soñamos y, a veces, lo hacemos con cosas malas o desagradables. Tenemos pesadillas. ¿Por qué?
Empecemos por el principio: ¿Qué es una pesadilla? Es un sueño perturbador «que se vive intensamente con mucho contenido emocional o un contenido inquietante o preocupante, que puede dar miedo y reaviva todas nuestras malas sensaciones», explica la neuróloga Laura Lillo, miembro del grupo de trabajo de trastornos del movimiento y de la conducta durante el sueño de la Sociedad Española de Sueño (SES). Las pesadillas se producen en la fase REM del sueño, en la que el cerebro está muy activo y se producen los movimientos oculares de los que deriva su nombre –Rapid Eye Movement (REM)–. «Por eso son más frecuentes al final de la noche, que es cuando más fase REM hay», añade la experta.
Las pesadillas las puede tener todo el mundo, lo que sucede es que no todos las recordamos. «Son más frecuentes en la infancia y luego se reducen, aunque muchas veces aumentan en situaciones de estrés o ansiedad, también de depresión». Es más fácil que las recordemos más que los sueños placenteros o plácidos «porque tienen mucho componente emocional. Son sueños que se viven muy intensamente y que despiertan muchos de nuestros recuerdos y de nuestras sensaciones y emociones». Además, «ocurren en la fase REM, que normalmente acaba en un despertar, y suelen ser a última hora de la noche. Por eso es más probable que las recordemos, porque cuando nos despertamos es ya cerca de la mañana y estamos más alerta».
¿Pero por qué algunas vuelven una y otra vez, como la del dichoso examen pendiente? «Todos los sueños, incluidas las pesadillas, se nutren de nuestras vivencias diurnas. Y aquellas vivencias más estresantes y que más despiertan nuestras emociones negativas son las que con más frecuencia se van a revivir en las pesadillas», explica Lillo. Durante el sueño, el cerebro genera con estas vivencias un relato basado en activaciones neuronales al azar, de ahí que los sueños sean a menudo incongruentes. «Estos recuerdos y las emociones que conllevan se mezclan, se entremezclan sin ningún sentido», añade la especialista.
Mientras dormimos, «sobre todo durante el sueño REM, el lóbulo frontal, que es el que nos permite controlar nuestras acciones y nuestras emociones, no está activo». Así que nuestro cerebro es libre de entremezclar «esas emociones y esas vivencias de una manera totalmente caótica». Las pesadillas, «sobre todo las recurrentes, «tienen un contenido vivencial que ha sido inquietante, preocupante y que nos ha despertado una emoción negativa muy persistente». Por eso soñamos con exámenes que faltan, peleas con la pareja o con que tenemos una urgencia y no sabemos cómo pedir ayuda, tres escenarios que se encuentran entre los sueños más comunes.
Un ejemplo de esto se da en las personas que padecen un trastorno de estrés postraumático, como las que han tenido un accidente con un traumatismo craneoencefálico y tienen secuelas psicológicas por ello. «El 75% de esas personas luego tienen pesadillas recurrentes. Si no con el accidente, con las vivencias y con las emociones que han aparecido después de ese accidente», pone como ejemplo Lillo.
En algunos casos las pesadillas pueden convertirse en un problema, aunque «no tanto por la frecuencia», puntualiza Lillo. «Esto es lo que se llama el trastorno por pesadillas. No implica solo la frecuencia sino la intensidad y la repercusión que tienen durante el día». Los pacientes con este trastorno no solo lo pasan mal durmiendo, «en la pesadilla sino que durante el día están preocupados y siguen inquietos y hiperalerta por el contenido de ese mal sueño». Muchas veces «expresan el miedo a dormirse porque puede volver a ocurrir».
Y el caso es que suele volver a ocurrir, «porque al final el contenido de los sueños depende mucho de cómo hayas estado durante el día. Si has tenido un día plácido y estupendo es más probable que los sueños sean plácidos. Pero si parte de la jornada ha estado marcada por la preocupación por la pesadilla de la noche anterior, «y la tienes muy presente y la estás reviviendo, es más fácil que ese día se reviva esa pesadilla».
En principio, el problema se puede tratar sin mayores complicaciones. «Lo primero que se intenta es la psicoterapia con exposición a esa situación». El tratamiento más utilizado es el que se llama terapia de ensayo de imágenes o de ensayo de imaginación. «Consiste en que el paciente anote la pesadilla, la traiga a la consulta del psicólogo, la relate y luego invente otro fin». Que le dé un final feliz: el monstruo pasa de largo. O resulta que venía a darte un abrazo.
Se trata de que el paciente «lo elabore mentalmente durante el día, que se concentre durante unos minutos en revivir esa pesadilla pero con ese final adaptado, con ese final feliz. Y eso consigue con el paso del tiempo que la pesadilla se reconduzca». Se acaba soñando con el final 'reeditado'. Desde el punto de vista médico, si el problema es muy incapacitante durante el día también hay tratamientos médicos. «Tenemos una medicación que se llama Prazosina, que es un bloqueante alfa adrenérgico que reduce las pesadillas».
Muchos de nuestros malos sueños incluyen en su 'guion' el factor de la inmovilidad frente a la amenaza: me persiguen y no puedo correr; hay un monstruo en la habitación pero ni siquiera me puedo girar en la cama para ver qué pasa. «En la fase REM tenemos la representación y la imagen viva en nuestra mente porque nuestro cerebro está próximo a la vigilia». Pero, para evitar que nos movamos y nos hagamos daño durante los sueños, «los músculos están hipotónicos, inhibidos». Si esto no ocurriera, podríamos actuar en sueños, caernos, o salir corriendo dormidos. De hecho, esto ocurre en la parasomnia REM, un trastorno de conducta del sueño REM en el que los pacientes, como no tienen esa inhibición del tono muscular, actúan en sueños. Se tiran de la cama, golpean a la pared, dan patadas...», apunta la experta. Curiosamente, en estos casos, «durante el sueño REM, en las pesadillas, la actitud del paciente es atacar, aunque sea en defensa a otro ataque». Pero si esta alteración se da en los sueños que ocurren en la fase no REM, «los pacientes huyen». Esto es lo que sucede en el sonambulismo. «Los sonámbulos muchas veces se levantan porque no ven o están soñando que no pueden escapar de un sitio, pero no intentan atacar, sino que intentan huir». En la fase REM «nuestras reacciones son más primarias».
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