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Correr de forma habitual ofrece numerosas ventajas para la salud: reduce hasta en un 27% el riesgo de mortalidad, en un 30% el de muerte ... cardiovascular y hasta en un 23% los fallecimientos por cáncer, según la Sociedad Española de Cardiología. De hecho, se ha comprobado que las personas que se mantienen activas físicamente viven 7 años más de media, en comparación con aquellas con características similares pero sedentarias.
¿Hablamos entonces de la práctica deportiva perfecta, la solución a todos nuestros problemas físicos? Ni mucho menos. Correr de forma moderada y con la técnica adecuada es sanísimo, pero sin la debida preparación y en exceso puede acarrearnos muchos problemas de salud, como advierte a este diario la doctora Laura Olmos, traumatóloga de Clínica CEMTRO y médico de la Selección Española de Fútbol Femenino sub-16: «Está demostrado que el running fortalece el corazón y el sistema inmune; mejora la oxigenación de la sangre, equilibra la microbiota e incluso contribuye a la salud mental disminuyendo la liberación de cortisol (la hormona del estrés). Sin embargo, también lleva aparejadas patologías ligadas al sobreentrenamiento o relacionadas con el uso de calzado inadecuado o el desconocimiento de quienes se ponen a correr sin ton ni son».
«A nivel cardiológico –prosigue la experta–, existen riesgos de arritmias y fibrosis miocárdica cuando nos excedemos». En algunos casos, hasta puede causar microinfartos asintomáticos. Además, hay estudios que han encontrado una mayor prevalencia de aterosclerosis coronaria en corredores de resistencia extrema. De hecho, después de una maratón, el ventrículo derecho se agota y disminuye su fuerza de contracción, de modo que tarda varios días en recuperarse. Esto quiere decir que correr un maratón ocasionalmente no es perjudicial, pero sí someterse a este tipo de esfuerzo repetidamente y, sobre todo, sin una recuperación adecuada.
En cuanto a los pulmones, exceder nuestros límites corriendo ocasiona en algunos corredores un aumento de la inflamación bronquial o bronquitis (asma o broncoconstricción inducida por el ejercicio). Algo que se puede agravar en áreas de especial contaminación ambiental, con aire seco y frío y en carreras de largas distancias.
Pero la lista de posibles afecciones por correr de más (o mal) es aún más larga. Olmos señala que un sobreesfuerzo prolongado «puede debilitar el sistema inmunológico, lo que aumenta el riesgo de infecciones». «También puede dar lugar a una deshidratación severa y al desequilibrio de electrolitos, lo que a su vez deriva en problemas como la rabdomiolisis. Esta grave patología puede desencadenarse tras un exceso de ejercicio, llegando a producirse necrosis muscular y, en casos extremos, un fallo renal», añade.
¿Más consecuencias? Sí. El running moderado controla algunas hormonas, pero practicado sin control y en exceso puede aumentar sus niveles (no a nuestro favor) y derivar en un subidón de cortisol y epinefrina, lo que acarrea fatiga crónica, falta de motivación, disminución del rendimiento, dificultad de concentración, irritabilidad y trastornos del sueño. En el caso de las mujeres, además, «encadenar maratones puede aumentar la incidencia de trastornos perineales como la incontinencia urinaria», advierte la médico de la Selección Española.
Más conocidos son los problemas relativos al aparato locomotor (los que nos llevan a la consulta del fisioterapeuta):
• Desgaste articular (especialmente en la rodilla): «En casos muy avanzados, cuando se convierte en artrosis, el impacto limita bastante al corredor, pero en el resto se puede mejorar con fortalecimiento muscular, cambios de entrenamiento e incluso infiltraciones para lubricar la articulación», indica Olmo.
• Síndrome de la cintilla iliotibial: «Es una tendinitis de la fascia lata, en la parte externa de la rodilla. Suele mejorar con una plantilla para asegurar el eje de la extremidad y relajar dicho tendón».
• Tendinitis del rotuliano: «Es importante que no se cronifique, por lo que se recomienda reposo para disminuir la inflamación».
• Rotura de menisco: «Es fundamental acudir a un especialista para que valore el eje y desgaste de la articulación, de lo que dependerá el mejor tratamiento».
• Periostitis tibial: «Es la inflamación del periostio (membrana que rodea al hueso externamente) en la zona tibial anterior; el típico dolor 'en la espinilla'. Se puede observar en hasta un 20% de corredores, especialmente en los principiantes».
• Tendinitis y tendinosis del Aquiles: «Significa inflamación o, en casos más avanzados, la degeneración de dicho tendón. Suele producirse por sobrecarga».
• Neuroma de Morton: «Es una irritación de un nervio que pasa entre los dedos del pie, de manera que se inflama y produce dolor».
Con tal de evitar problemas como los anteriores, Olmo recomienda «acudir a un especialista para que descarte patologías cardiopulmonares previas» antes de empezar con el running. También resalta la importancia de los calentamientos y estiramientos y de seguir un entrenamiento gradual en distancias e intensidades. Hidratarse, descansar antes y después de cada sesión, llevar una dieta equilibrada en macronutrientes –hidratos, proteínas y grasas– y mejorar la técnica de carrera (recurriendo a un especialista en biomecánica) son otros requisitos para que el running, que puede ser un gran aliado, no se convierta en nuestro enemigo.
Solo el 33% de la población española califica como bueno su estado físico, tal y como señala un estudio de Cigna International Health. Sin embargo, los expertos también advierten que correr más no es necesariamente mejor. La hipótesis del ejercicio extremo muestra una relación en forma de 'U' invertida en cuanto a la cantidad de ejercicio que se realiza y los beneficios: mientras la inactividad física es perjudicial, el ejercicio en exceso también puede serlo. Las carreras de resistencia extrema, como maratones o pruebas de aventura de larga duración, desafían al cuerpo de manera intensa, lo que genera riesgos en distintos sistemas del organismo.
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