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Todo cuanto acontece en nuestro organismo queda registrado en la sangre. Cada tejido enfermo o inflamado libera en ella una sustancia que alerta de que en algún lugar del cuerpo se ha producido una emergencia. El análisis de todas esas huellas biológicas es lo que ... se conoce como biopsia líquida, una nueva técnica de diagnóstico que con un simple pinchazo para la extracción de una muestra sanguínea permite obtener un enorme caudal de información sobre la salud del paciente. En medio de la mayor crisis del sistema sanitario, la medicina avanza paradójicamente a una velocidad de vértigo.
No es algo que haya ocurrido de la noche a la mañana. La ciencia llevaba más de una década trabajando en esta revolucionaria herramienta, que entró a formar parte de la práctica clínica hace sólo unos meses, en 2021. El sigilo con que lo ha hecho sólo se explica por el brutal impacto de la pandemia de covid, que ha acaparado todo interés social e informativo.
Los avances tecnológicos que se han dado en el campo de la biología molecular y el mayor conocimiento del genoma humano han convertido a la sangre en la mayor fuente de conocimiento sobre la salud humana. Un análisis tan sencillo como el que se realiza para saber si se tienen a raya los niveles de colesterol, hierro o calcio permite saber ya si se padecen determinados cánceres y la forma en que están evolucionando. La lista incluye, de momento, determinados tumores de ovario, pulmón, mama, próstata, pero lo esperable es que en los próximos años crezca no sólo con más enfermedades oncológicas, sino también con otras patologías muy comunes y diversas.
Los expertos aseguran que dentro de unos años en esa lista cabrá prácticamente todo. La sangre permitirá diagnosticar desde diabetes hasta enfermedades coronarias, incluso mentales; desde la depresión menos severa hasta la más dramática de las demencias. «La biopsia líquida está llamada a cambiar de manera radical la forma en que se diagnostican hoy las enfermedades», explica el director de Citometría de Flujo de la Universidad de Navarra Bruno Paiva, que participó en la reciente reunión, la número 50, del Programa Español de Tratamientos en Hematología, que organiza la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH).
Las enfermedades oncológicas han sido las primeras en beneficiarse de esta nueva forma de diagnóstico. Si los trabajos de investigación se han centrado en ellas más que en otras patologías es porque a través de ellas se supo que el cáncer tiene, como explicaba el desaparecido científico español José Baselga, «un código de barras» que viaja por la sangre y alerta de su existencia.
Los tumores dejan, desde su nacimiento, una huella de ADN en el sistema circulatorio que permite a los analistas conocer su posición y adivinar sus movimientos. En la lucha contra el cáncer, la sangre ofrece, por ello, cuatro ventajas indiscutibles frente a otras técnicas de diagnóstico convencionales, según detalla el portavoz de la SEHH. Al dejar los tumores en ella rastro desde el mismo momento de su nacimiento, la sangre posibilita una «extraordinaria vía» para la detección precoz de enfermedades potencialmente mortales. «Muchos tumores no se curan porque el tratamiento comienza muy tarde. La biopsia líquida nos permitirá llegar a ellos a tiempo», argumenta Paiva, que es uno de los investigadores españoles con mayor proyección internacional en el campo de la hematología.
El recuento, análisis y evolución de las células tumorales en circulación permite saber, además, el momento en que se encuentra la enfermedad. Si acaba de nacer, está desarrollándose o si ya se ha extendido a otros órganos. La sangre también facilita a los científicos información genética sobre los tumores, algo que es crítico para determinar la enfermedad que se trata y el tratamiento que mejor le va. No olvidemos que lo que se conoce con el nombre genérico de cáncer son en realidad más de 200 enfermedades muy diferentes entre sí.
El análisis ofrece, además, una foto fija del momento de la enfermedad. En consecuencia, también permite saber el impacto que están teniendo los tratamientos, si de verdad funcionan o es necesario cambiarlos. «Se ha abierto una puerta, pero esto no ha hecho más que empezar», aventura Paiva.
La expansión del diagnóstico a través de la sangre continuará en los próximos años, pero difícilmente sustituirá a la biopsia tradicional. Los médicos siempre necesitarán de pruebas complementarias.
Gran ventaja Un tiempo precioso. La biopsia líquida permite tener resultados en 9 días; la tumoral requiere más de un mes. Frente al cáncer, el tiempo apremia.
El riesgo Patologías sin terapia. La biopsia líquida puede llegar a permitir detectar patologías para las que no hay tratamiento. «La ciencia los buscará», confía el investigador Bruno Paiva.
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