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Solange Vázquez
Miércoles, 28 de junio 2023, 00:24
Ser rápido a la hora de tomar decisiones es de listos, ¿no? Pues no seamos tan veloces a la hora de aceptar este tópico tan extendido, porque la ciencia acaba de determinar que esto no es así, de modo que quizá tengamos que dejar de ... admirar tanto a esas personas que, en un visto y no visto –cuando los demás aún estamos dándole vueltas a un asunto–, ya saben qué hacer.
Los resultados de un nuevo estudio neurocientífico, realizado por investigadores del Human Brain Project de la Universidad Charité de Berlín con la colaboración del investigador del Center for Brain and Cognition (CBC) de la Universitat Pompeu Fabra, Gustavo Deco, han determinado que las personas con puntuaciones más altas en inteligencia fluida –la capacidad de tomar decisiones difíciles ante situaciones nuevas– tardaron más tiempo en resolver las tareas más complejas en comparación con las personas con menor inteligencia fluida. Solo fueron más rápidas al responder preguntas simples. «Si el cerebro tiene más tiempo para considerar más evidencias, invierte más en la resolución de problemas y, por tanto, encuentra mejores soluciones. Estas evidencias desafían una noción común sobre la inteligencia humana», asegura Petra Ritter, investigadora principal del estudio, en el que se han analizado las dinámicas cerebrales de 650 personas.
Gustavo Deco coincide en afirmar que «esta investigación supone un cambio radical respecto a los estudios hechos hasta ahora: tradicionalmente, se pensaba que, para solucionar un problema o tomar una decisión, se ponía en marcha una sola zona del cerebro –explica–. Pero no, hemos visto que esta tarea está muy 'distribuida' y activa distintas partes de nuestro cerebro, que trabajan conjuntamente».
Así, si para solucionar una tarea ('decision making' le llaman en el ámbito científico) tienen que colaborar distintas partes de nuestra cabeza, la consecuencia es que, para llegar a un buen resultado, necesitamos más tiempo.Es decir, cuanto menos inteligencia –entendida como capacidad de relacionar conceptos– tengamos, menos tiempo tardaremos en tomar una decisión. «Si somos más lentos, mejores resultados obtenemos», destaca el científico. «A medida que se reduce la sincronización entre las regiones del cerebro, los circuitos de toma de decisiones saltan más rápido a las conclusiones, mientras que una mayor sincronización entre áreas permite una mejor integración de la evidencia y una memoria de trabajo más sólida», añade Petra Ritter.
¿A qué edad tenemos más inteligencia fluida, es decir, más capacidad para salir airosos de situaciones nuevas sin echar mano casi de la experiencia? Este tipo de inteligencia se desarrolla muy rápido en la infancia y la adolescencia y sobre los 25 alcanza su punto álgido, para empezar a reducirse, década a década, a partir de los 30. ¿Quiere decir esto que cada vez somos menos inteligentes? No, porque hay otro tipo de inteligencia, la que en Psicología se conoce como 'cristalizada', que se basa en la experiencia y que gana con los años, así que habría un trasvase de una a otra, por lo que no se notaría una merma (aunque sí una manera distinta de resolver los problemas). Con los años, iríamos algo más despacio, pero nuestras decisiones tenderían a ser más acertadas.
Dicho esto, hay que subrayar que no siempre podemos elegir entre tomar una decisión con rapidez o de forma más reposada. Muchas veces la realidad se impone: no hay tiempo y es la intuición la que nos ayuda a acertar. Desde la Psicología aconsejan que, aunque sea mínimamente, nos tomemos unos minutos para relajar la presión: si no, no evaluaremos bien los riesgos y perdemos detalles importantes, pero además lo primero es fijar el objetivo de esa decisión, que constituye la clave de todo el proceso mental.
Laboralmente, tener la virtud de pensar rápido (y bien, claro) es algo muy valorado. Por eso muchas personas con perfil psicopático –ojo, no quiere decir que sean asesinos en serie: tener este modelo de personalidad quiere decir que se goza de pocas inhibiciones de conducta y de una impulsividad alta– son policías, cirujanos, periodistas, cocineros de élite... Profesionales que se mueven bien en el caos, en situaciones difíciles que al resto de los mortales los superarían. Y, sobre todo, toman decisiones complicadas muy rápidamente. Suena muy bien, ¿no? Desde luego, la única pega es el descuento hiperbólico –no contemplar las consecuencias– que puede producirse en los casos más acusados si no se entrena la empatía, poco habitual en los 'psicopáticos'.
Los psicólogos aconsejan el método del 10-10-10 para tomar una decisión. Este sistema fue inventado por Suzy Welch , una periodista estadounidense especializada en economía, Welch estudió en detalle el funcionamiento del cerebro durante la toma de decisiones y descubrió que se produce un fenómeno denominado descuento hiperbólico, que significa que se actúa como si no hubiese consecuencias futuras.Para solventarlo, planteó que antes de tomar una decisión –es decir, elegir entre varias opciones posibles– debemos preguntarnos cuáles serán las consecuencias en diez minutos(inmediatas), en diez meses (a media plazo) y en diez años (largo plazo). Eso despeja muchas dudas y mejora el nivel de 'aciertos'.
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