Secciones
Servicios
Destacamos
Se encuentran en el trabajo un español, un holandés, un peruano y un japonés... y está el follón montado. El español que se toma a la tremenda un pequeño reproche del holandés (¡se lo ha dicho a la cara!), el japonés que se sonroja porque ... el español le felicita tras la reunión... (sí, el problema aquí también es que se lo ha dicho a la cara), el holandés que no da crédito a que el peruano se dirija a él con un apelativo cariñoso.... Ninguno tenía mala intención. ¿Por qué, entonces, semejante lío? «En las empresas multiculturales hacen falta planes de 'onboarding', que alguien se encargue de explicar a cada nuevo trabajador cómo dar 'feedback' para que las diferencias culturales no afecten a la productividad», explica Mercedes Valladares, psicóloga experta en coaching transcultural. Porque ocurre. «¿Qué sucede si en un equipo se mezclan estadounidenses que no dejan de recapitular y ponerlo todo por escrito, franceses que emplean sobreentendidos, británicos amantes de la ironía y chinos que se andan por las ramas?», se pregunta Erin Meyer, experta en el campo de los negocios internacionales y autora de 'El mapa cultural' (Península), una recopilación de equívocos en el trabajo causados por las diferencias culturales.
Le gustará más o menos, pero resulta raro no llevar algo al trabajo el día del cumpleaños. «En España es habitual invitar a tomar algo a los compañeros, llevar bombones, que la gente te dé dos besos ese día (antes de la pandemia, claro). Pero tenemos que saber que eso del cumpleaños en el trabajo es una costumbre muy española y que resulta un poco sorprendente a los extranjeros», advierte Mercedes Valladares.
Las críticas
«El directivo chino nunca critica abiertamente a un colega delante de los demás, mientras que su homóloga holandesa transmite el mensaje sin medias tintas, el estadounidense envuelve el mensaje negativo en otro positivo y el francés critica con vehemencia», pone ejemplos Erin Meyer. ¿Y el español, cuál es su estilo? «En España hay mucho miedo a hacer el ridículo, de manera que si se trabaja con un equipo multicultural aquí, es mejor que las críticas se hagan siempre en privado. Y, ojo, hay que distinguir entre sinceridad (exponerle lo que ha hecho mal) y sincericidio, ya que no conviene hundir la moral con frases desmotivadoras», advierte Mercedes Valladares.
En esta línea de las críticas, Meyer expone de manera muy gráfica y cómica en su libro el choque cultural con un ejemplo entre británicos y holandeses, no tan alejados geográficamente pero sí en lo que respecta a la cultura laboral: «Si un inglés dice 'muy interesante...', en realidad quiere decir 'no me gusta', pero el holandés entiende que 'está impresionado'. Y si el inglés admite: 'Seguro que ha sido culpa mía', en el fondo está diciendo que no es su culpa. Pero, ¿qué entiende el holandés? 'Ha sido su culpa'». Ella misma se ha visto en esas: «Mi jefe británico me sugirió en una ocasión que me 'pensara' hacer algo de forma distinta, así que yo acepté su sugerencia: me lo pensé y decidí no hacerlo. Me quedé de piedra cuando me llamó a su oficina para echarme la bronca por insubordinación». Erin Meyer, que es estadounidense y está acostumbrada al lenguaje más directo, ha elaborado incluso un ranking de sinceridad en las críticas: «Rusos, holandeses y alemanes son especialmente dados a ser francos en sus críticas; tailandeses, camboyanos, indonesios y japoneses son los menos directos».
Las felicitaciones
¿Puede una felicitación generar un problema de empresa? Sí, puede. «En España sí se felicita y se hace en público, algo que puede chocar», explica Mercedes Valladares. Y rescata Erin Meyer a propósito lo que le contó un directivo holandés: «Cuando nuestros compañeros estadounidenses se lanzan a hablar con todos sus 'excelentes' y 'fantásticos' suena tan exagerado que resulta humillante. Somos adultos, estamos para hacer nuestro trabajo y para hacerlo bien, no hace falta que nos jaleen como animadoras». ¿O sí?
Porque Valladares relata la anécdota contraria: «Me contrató como coach un ingeniero español que se fue a trabajar a Alemania. Sus jefes jamás le felicitaban y una vez le hicieron un pequeño comentario crítico que él se tomó a la tremenda. Le sugerí que preguntara a su jefe alemán qué opinaba de su trabajo y se quedó sorprendido cuando este le dijo que estaba muy contento pero que le habían contratado para que lo hiciera bien y que ellos nunca felicitaban a nadie por eso».
El choque cultural va más allá de lo que se dice y cómo se dice. «En Dinamarca se entiende que el director gerente está apenas un par de escalones por encima del conserje y allí los jefes visten como el resto para que no se les considere arrogantes. Sin embargo, un directivo danés fue a trabajar a China y allí su equipo se sentía humillado porque su jefe fuese a trabajar en bici», relata ErinMeyer.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.