Secciones
Servicios
Destacamos
Aún está a tiempo de pensárselo dos veces y pedir a Papá Noel, el Olentzero, los Reyes Magos o a quien corresponda que no deje más carbón en los zapatos de su hijo. Ni al chaval de los vecinos ni a ningún otro. La tradición ... navideña de castigar a los críos que se portan mal con un tizón es un error mayúsculo. No solo carece de sentido porque, «si somos consecuentes», va en contra de la supuesta aspiración internacional de salvar el planeta de las nefastas consecuencias del calentamiento global, sino que, además, puede dañar su salud física y mental. Lo ha advertido el 'British Medical Journal' y varios especialistas médicos consultados por este periódico lo corroboran. No más carbón para los niños.
La reconocida revista científica londinense plantea esta cuestión en un artículo de opinión firmado por la pediatra Tamsin Holland Brown y sus dos hijas y recogido en su edición especial de Navidad. ¿Hay algún niño realmente tan malo como para tener que encontrarse con un trozo de carbón en sus zapatos o su calcetín? ¿Tiene esa tradición algún aval científico que la justifique? La respuesta a ambas cuestiones es no. Encontrarse la mañana de Navidad con un trozo de leña a medio quemar, por muy de azúcar que sea, no tiene nada de mágico. Solo habla mal de los personajes más entrañables de las fiestas y de quienes les entregaron la carta con los deseos del menor. El niño que lo recibe no entiende nada, ni aprende nada en absoluto con algo así. Solo lo sufre.
No está muy claro el origen de esta tradición, pero sí que persiste en todas las culturas de Europa. Algunas historias hablan de que el carbón fue un regalo preciado en el siglo XIX, cuando los inviernos eran durísimos y la población europea muy pobre. La leyenda también habla de que San Nicolás se limita a depositar en las medias de los niños que no habían hecho suficientes méritos un trozo de brasa cogido de las chimeneas por donde se cuela.
Da igual quién y dónde comenzó con esta costumbre. Si fue Santa Claus, Papá Noel, Gaspar, Melchor y Baltasar, el Olentzero vasco o el Apalpador gallego. Es un error que debe desterrarse de una vez por todas de la tradición navideña porque solo tiene consecuencias negativas. Al relacionarnos con los niños, los adultos nos olvidamos con frecuencia de que la mentalidad de un crío nada tiene que ver con la de los mayores, según explica la psicóloga infantil María Iusarreta, del Colegio de Psicólogos de Bizkaia. Es imposible que un niño sea capaz de entender desde su mundo mágico un mensaje con semejante carga de pensamiento adulto. «Hasta los 8 años, los críos no tienen desarrollada la capacidad de entender bromas irónicas, sarcasmos y dobles intenciones; mucho menos, lecciones moralistas», explica la experta.
Intentar que un chaval cambie de actitud con un trozo de carbón en el zapato es, según compara la especialista, como creer que un trabajador mejorará su rendimiento con una suspensión de salario o un tensionamiento mantenido. No funciona. Al contrario. Esa forma de educar, en base a amenazas y castigos, propia de tiempos y generaciones pasadas, solo contribuye a crecer en el miedo. «Con mensajes así, estamos generando un trauma en el niño. Un menor educado en el miedo será un niño que tenderá a mentir muchísimo, derivar la responsabilidad de sus actos en otras personas. ¿Por qué? Porque lo que quiere es evitar la consecuencia», zanja la experta.
El carbón de Navidad es, además, una brutal carga de azúcar con colorante, que desde el punto de vista nutricional no es que carezca de todo beneficio, sino que representa un claro perjuicio para la salud. Para comenzar, favorece la aparición de serios problemas dentales, según explica el médico nutricionista Javier Aranceta, presidente del Comité Científico de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria.
Daña la dentadura, favorece la formación de placa dental, sarro, manchas en los dientes... Sin olvidar, por supuesto, que el consumo abusivo de azúcar se relaciona con las enfermedades que más matan. Las cardiovasculares, el cáncer, la hipertension, diabetes, obesidad... «El carbón es un símbolo vejatorio, un daño que se recuerda toda la vida. Lo ideal es reconocer el esfuerzo con premios y penar la mala conducta con algún regalo menos», aconseja el experto.
¿Más razones? La industria del carbón favorece el calentamiento global. Mal mensaje navideño para los niños en un planeta que lucha ya por sobrevivir. La educación en valores, «como toda educación», subrayan los expertos, se transmite por hechos más que por palabras. La Navidad es un buen momento para mejorar todos, los padres y los hijos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.