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Amanda Brunete era una adolescente cuando abandonó la casa de sus padres, buscó un empleo como cartera para sobrevivir y una fragua donde la admitieran como aprendiz de herrera, un oficio que le ha permitido llegar a ser escultora.
La reinvención de Amanda

La reinvención de Amanda

Crónicas mínimas ·

Amanda Brunete, herrera y escultora, de su taller han salido piezas para el palacio de María Pita o las catedrales de Segovia o Murcia

Txema Rodríguez

Viernes, 28 de agosto 2020, 00:03

Vivir como una quiere, sin ataduras, siguiendo tan solo el ritmo de lo que te hace feliz. Eso que a menudo escuchamos como un deseo y que rara vez contemplamos como un hecho. Pero aquí está Amanda Brunete para mostrar que resulta posible ese encuentro ... entre la realidad y el deseo. Dice ella que es muy seria, y lo es. No adusta, sino de convicciones firmes, de silencios prolongados y espacios amplios. Herrera, un oficio extraño para una mujer, y escultora; lo que siempre quiso y casi se perdió por las ataduras de la sociedad y de eso que llamamos trabajo. Su taller es un espacio diáfano lleno de herramientas ennegrecidas por el uso. Una fragua que lleva un tiempo sin probar el fuego, cáscaras de almendras, piezas de metal, bombonas de gas para soldar y una perra labrador que se llama 'Chloe' a la que dejaron abandonada y que reclama caricias emitiendo unos gemidos muy graciosos. Al lado, otra nave sin paredes le sirve de vivienda durante el verano, distanciada de su pareja en el espacio, cada una en el suyo. Hay pájaros sueltos, todos hembras, y suena música clásica. Le pide a Alexa que baje el volumen, que lo sencillo es compatible con lo sofisticado.

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