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Iratxe Bernal
Jueves, 31 de octubre 2024, 00:12
El carnet de conducir, su primer coche, un curso fuera de casa… Hay muchos motivos por los que, en la medida de nuestras posibilidades, es recomendable ir ahorrando por y para los hijos. Sin embargo, no es fácil saber cómo hacerlo. Hoy, Día Mundial del ... Ahorro, puede ser una buena ocasión para ver los pros y contras de las opciones más comunes.
En España un menor puede ser el titular de cualquier producto financiero, aunque la contratación sólo pueden hacerla sus representantes legales, para quienes la primera opción suele ser la clásica cuenta de ahorro infantil que, con los años, el propio banco convertirá en juvenil añadiendo una tarjeta de débito. Sin embargo, lo interesante de ambos productos –además de que los niños aprendan la importancia de ahorrar– no suele ser tanto su rentabilidad (que ronda el 0,5%) como la posibilidad de conseguir regalos o descuentos para actividades de ocio. De modo que, para hacer crecer unos ahorros que muy probablemente no se tocarán en diez, quince o veinte años, lo más recomendable es dejar en este tipo de cuentas una cantidad determinada a partir de la cual buscar otro destino al dinero para, al menos, evitar que la inflación lo devalué.
En este caso, podríamos interesarnos por los planes de ahorro asegurados expresamente pensados para el público infantil. Con ellos, a partir de una aportación periódica –el banco suele poner un mínimo de unos 30 euros mensuales– se nos promete una rentabilidad, aunque el tipo de interés garantizado sobre el ahorro acumulado será nuevamente muy pequeño, cercano al 1%.
Otras opciones también seguras, aunque requieren una cierta gestión directa porque hay que ir renovando la inversión, son los depósitos a fondo fijo –con una rentabilidad hoy en torno al 2,5%– o las Letras del Tesoro, que en su última subasta, realizada este mismo mes, han ofrecido un interés marginal situado entre el 3,067% para las letras a tres meses y el 2,598 % a un año.
Si, en cambio, podemos asumir algo más de riesgo, iremos al mercado bursátil. «Este nivel de riesgo debe adaptarse al horizonte temporal de la inversión y a la edad del niño; cuanto más joven sea, más riesgo en términos de proporción invertida en renta variable se puede afrontar ya que un horizonte a largo plazo permite una mayor tolerancia a las fluctuaciones del mercado», explica Adrián Amorín, responsable en España de la plataforma de inversión Scalable Capital.
Aquí, hay dos opciones: invertir directamente comprando a través de una cuenta a nombre del menor títulos de empresas cotizadas o contratar un fondo de inversión al que ir haciendo aportaciones periódicas. «La primera es tentadora porque creemos que identificaremos las compañías que más se revalorizarán o porque queremos ir cobrando dividendos», dice David Cano, socio director de Analistas Financieros Internacionales (Afi), quien, sin embargo, no la recomienda.
«Para empezar porque ni los profesionales sabemos qué acciones serán las más rentables y puedes equivocarte mucho -avisa este experto-. Además, tendemos a comprar sólo las que cotizan en nuestro país, cuando la verdadera clave para reducir el riesgo es la diversificación». «Dependerá de la experiencia y la disposición a dedicar tiempo a la investigación y al reequilibrio de la cartera», añade Amorín. Por otra parte, Si lo que nos atrae de las acciones son los dividendos porque si son constantes pueden hacer que la compra de los títulos ya esté amortizada cuando nuestro hijo sea mayor, también debemos valorar que tributan de inmediato –el ingreso es el neto– y deberemos estudiar dónde reinvertirlos.
En cuanto a los fondos, para inversiones a tan largo plazo los más recomendables son los cotizados –ETF– los no indexados. Ambos nos permiten comprar participaciones de carteras de acciones que pueden agrupar títulos de empresas de distintos sectores y mercados. Ofrecen, por tanto, desde el primer momento una diversificación que tardaremos en lograr comprando los valores por nuestra cuenta, aunque lo suyo sería diversificar también en fondos, repartiendo los ahorros entre más de uno a medida que tengamos más capital disponible. Por otra parte, permiten recuperar el dinero de manera inmediata sin las penalizaciones de los depósitos, reinvierten ellos mismos los posibles dividendos y el dinero se puede traspasar de un fondo a otro sin tributar por ello, además de que, cuando finalmente vendamos la participación, nuestro hijo sólo pagará a Hacienda por la plusvalía.
Ahora bien, hay que hacerlo con unas expectativas sensatas. «Hay quien cree que puede tener revalorizaciones anuales del 50%, y eso es imposible. Nadie puede garantizar nada, pero un objetivo sensato para un plazo largo, de diez años por ejemplo, estaría entre un 4% y un 7% anual», advierte David Cano, dando un umbral que Amorín eleva al 5 y el 10% «aunque el resultado dependerá de las condiciones del mercado, la asignación de activos y los factores macroeconómicos durante el período de inversión». Quedándonos en el 7% de rentabilidad media durante veinte años, con una aportación mensual de 150 euros lograríamos que el interés compuesto nos permitiera sumar al ahorro total –36.000– entre 40.700 y 25.900 euros, en función de los gastos de gestión del fondo, mientras que «si decidimos dejar ese capital en una cuenta corriente sin intereses, teniendo en cuenta el 2% de inflación media de las últimas dos década, nuestro poder adquisitivo se reduciría en más de un 30%».
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