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Muchos viajeros reclaman un tiempo de calma ante el ritmo de vida frenético y saturado que llevamos. El objetivo, escapar de la existencia acelerada y el ruido que consiente la ciudad. Vale que el silencio total no existe, pero nunca será lo mismo el escándalo ... de un claxon que el sonido de la naturaleza.
En las puertas hacia los Montes de Toledo, insertado en la A-42, y cerca del parque nacional de Cabañeros, se localiza un aposento pintoresco, quizás algo futurista, que presume de encuadre fotográfico ideal para la desconexión así como de ser un oasis para quienes desean emociones únicas en contacto con la naturaleza, sin tener que ceder ante algunas de las comodidades de un hotel.
«Intentamos atraer a un turista especial, alejado del típico veraniego. No tenemos televisión pero sí libros, juegos de mesa y mucha naturaleza. Estamos mimetizados con el entorno; aquí el cliente debe venir a desconectar y no pensar en Instagram», sostiene Miguel Gómez, propietario de 'El Avistador', una alternativa más sostenible que el hotel en un entorno reforestado que surge al calor de las dos pasiones de este manchego, la arquitectura y la naturaleza. El alojamiento cuenta con cuatro casas domo, con forma rectangular o cuadrada, y construida en una sola pieza en madera artesanal, triangulada y diáfana. «Nos hemos integrado sin tener que talar ni un solo árbol», explica el gerente de este alojamiento rural muy bien equipado, de 40m2 y una piscina construida en una zona de piedra que se comparte con otro alojamiento más. Una arquitectura diferente en medio de 50.000 metros cuadrados rodeados de jaras, pinos, retamas, cantueso, y flora de Castilla-La Mancha.
«Suelen venir parejas, con niños, o en grupos que alquilan varios domos para interactuar en la finca; con su propio espacio privado cada uno de ellos. Cada alojamiento tiene 10.000 metros cuadrados de entorno, por lo que la intimidad es auténtica», sostiene el propietario.
En este lugar de Castilla, de cuyo nombre deberíamos acordarnos y cuya estancia está a 122 euros la noche, podemos disfrutar de senderismo, de rutas con bicicleta de montaña (las ofrece el propio alojamiento de forma gratuita), observar determinadas especies de grandes rapaces o simplemente contemplar las estrellas sentados en el sofá de su salón gracias a un ventanal inmenso de cristal.
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