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Documentación. Dos de las reproducciones de la documentación conservada por Bravo Alarcón. La investigadora Sandra Checa, especialista en los españoles que estuvieron en los campos nazis, certificó la presencia de este malagueño en Mathausen-Gusen. :: Sur
Memorias de una época convulsa
MÁLAGA

Memorias de una época convulsa

Rescatan la autobiografía de un malagueño que huyó por la carretera de Almería y padeció casi cinco años en los campos nazis

ANTONIO M. ROMERO

Domingo, 9 de febrero 2014, 10:24

La historia de José Bravo Alarcón parece sacada de un guión cinematográfico, pero es real como la vida misma y en lo único en que se parece al celuloide es que tuvo un final feliz. Durante la guerra civil este malagueño vivió, al igual que decena de miles, la huida por la carretera de Almería tras la toma de la capital por las tropas franquistas, luchó en el frente de Madrid en el bando republicano y durante la segunda guerra mundial padeció el sufrimiento de casi cinco años internado en los campos de concentración nazi de Mauthausen-Gusen. Una experiencia en una época convulsa que él mismo plasmó por escrito en una autobiografía a la que tituló 'Yo estuve allí'.

El relato permaneció resguardado en las hojas de un viejo bloc y su historia, como la de tantos miles que vivieron aquellos agitados años, se mantuvo en el anonimato hasta que un amigo de la familia, Antonio S. González Villena, la ha rescatado del olvido. Para ello la ha autoeditado con una pequeña tirada de 25 ejemplares para la familia, aunque su intención es poder publicarlo en una editorial y que estas memorias sean conocidas.

La crónica comienza en el barrio de La Trinidad de la capital en el seno de la humilde familia en la que José Bravo Alarcón nació en un frío enero de 1913 en la calle Yedra. Las primeras páginas del relato -donde se ha respetado el original, con errores ortográficos y gramaticales y un lenguaje en ocasiones tosco, atribuible a que no tuvo estudios- son una radiografía de las duras condiciones de vida de aquellos años en las barriadas humildes de Málaga. Huérfano a muy temprana edad, el protagonista tuvo que madurar deprisa y empezar a ganarse la vida.

Apolítico

La mili en Córdoba, donde sirvió en Artillería y alcanzó el grado de cabo primero, ocupa un lugar destacado en el libro, al que sigue su vuelta a Málaga, donde comenzó a trabajar en el Puerto y donde vive la efervescencia política y sindical de esos momentos previos al estallido de la guerra civil, aunque él, según se deduce de su relato, no militó en ninguna formación. Con el inicio del conflicto describe los bombardeos sobre la ciudad y censura a las patrullas de milicianos que campan a sus anchas y «matan sin juicio, cosa que yo no veo bien». A este respecto, cuenta que con una pistola que había comprado ayudó a dispersar a un grupo que quería linchar a un sacerdote en el entorno de la Catedral.

Cuando su quinta es movilizada se incorporó al cuartel de Segalerva y fue adscrito al parque móvil ya que tenía el carné de conducir camiones. En ese fragor, se casó por lo civil el 9 de octubre de 1936. Pocos meses después, en febrero de 1937, José Bravo Alarcón, formó parte, al igual que miles de malagueños, civiles y militares, de la 'desbandá' que abandonó la ciudad por la carretera de Almería bajo el hostigamiento, por mar, aire y tierra, de las tropas sublevadas de Franco.

Una tragedia de la que en estos días se cumplen 77 años y que el protagonista de estas memorias recuerda así: «Pegados a la costa varios submarinos hacían fuego a la carretera para cortarla, volaron el puente sobre el río Salobreña, el que arrastró a mucha gente, sobre todo mujeres y niños, así la carretera quedó cortada, las mujeres y los niños volvían atrás, hasta quedarnos solo en la carretera, nos llovían los cañonazos de los submarinos». Y añade: «Después de cien kilómetros nuestros pies estaban llenos de ampollas y los cuerpos rendidos».

Tras llegar a Almería, los militares como Bravo Alarcón fueron enviados al cuartel de Viator, donde ascendió a sargento y fue trasladado a Madrid, mientras su mujer y su hijo pequeño permanecieron en Málaga. En la capital luchó en el frente de la sierra, en la unidad de parque móvil, y en el libro relata los padecimientos de un ejército, el republicano, cansado, mal equipado, peor alimentado y desmoralizado. Su unidad fue enviada a Barcelona para reforzar las defensas de Cataluña, pero el 9 de febrero de 1939, este malagueño era uno de los miles de españoles que huyeron por la frontera hacia Francia.

Mano de obra barata

En ese instante comenzó la segunda parte de la historia de su sufrimiento. Primero en los campos de refugiados franceses, donde denuncia las condiciones de los mismos y después, con el estallido de la segunda guerra mundial, su internamiento en un campo de concentración nazi, donde, marcado con un triángulo azul en el pecho con una 'S' y un número, fue explotado como mano de obra barata para los alemanes.

En su particular diario de Ana Frank, José Bravo Alarcón narra el maltrato y las humillaciones a las que sometían a los presos los vigilantes -también habla de que algunos tenían corazón-, la desesperación aparejada a los pensamientos para suicidarse, el hambre, el frío, los hornos crematorios y la muerte.

«Muchas veces después de librarme de la muerte me preguntaba: por qué Dios no acepta mi muerte y me protege para seguir sufriendo y por qué consiente tanto crimen», escribe en una de las páginas. Otra reflexión: «Al escribir mis memorias no persigo más fin que el que llegue a leerlas se dé cuenta de qué iba a ser el mundo de Hitler, para ellos no había seres ni chicos ni grandes».

El padecimiento de casi 50 meses en aquellos campos de la muerte concluyó el 5 de mayo de 1945 a las cinco de la tarde cuando Mauthausen-Gusen fue liberado. Tras ser llevado a Francia para recuperarse, José Bravo Alarcón se quedó a trabajar en tierras galas, donde poco tiempo después pudo cumplir el deseo de reencontrarse con su mujer y su hijo, cuyo recuerdo había estado siempre presente en una medallita que siempre le acompañó en estos años de terror. Con el tiempo volvió a Málaga donde falleció hace ya unos años. Ahora su historia, trágica pero con final feliz, ve la luz.

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