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La plaza de Mozart es el gran foro de encuentro de este barrio del distrito Carretera de Cádiz. :: FOTOS: SALVADOR SALAS
La Paz, un barrio completo
MÁLAGA A PEDAZOS

La Paz, un barrio completo

Es una zona casi nueva de una ciudad milenaria, un barrio sin embargo totalmente asentado

PABLO ARANDA

Jueves, 2 de enero 2014, 13:36

Oiga, camarero, póngame otro chupito que hoy estoy torero, vengo tropical.

Esa frase bailonga es casi todo lo que sabemos -lo cuenta/canta él mismo en un tráiler- del nuevo disco de Javier Ojeda, que presentará el 27 de enero en el teatro Echegaray de Málaga. El disco lleva por título 'Barrio de La Paz, acto 1'. Barrio de La Paz, aunque La Paz es barriada, así la conocen todos inmerecidamente, porque es un barrio, ahora que quedan tan pocos barrios barrios, barrios completos, casi soberanos: autosuficientes. En La Paz hay de todo, y ahora, dentro de un mes, habrá hasta una ópera rock, o mambópera, como la llama Javier Ojeda, músico en un barrio con calles de músicos.

-Antes teníamos hasta un multicines un poco más abajo, el Regio -comenta una señora con esa lucidez geográfica que existe en los barrios para distinguir lo que está abajo y arriba, a pesar de que existan los mismos metros sobre el nivel del mar (ninguno).

Del Monte a la playa

La Paz es un barrio casi nuevo de una ciudad milenaria, un barrio sin embargo totalmente asentado. Dicen que existe desde mediados del siglo pasado con familias que venían de la serranía de Ronda y la sierra de Grazalema. Cerca de La Térmica, donde la Málaga industrial ya había perdido su tren, se dibujó una plaza y unas calles que la comunicaban con la gran arteria -la Carretera de Cádiz- y las calles, y la plaza, fueron bautizadas con nombres de músicos. La plaza se llama Mozart. Mozart, el genio austríaco, nació el 27 de enero, pero más de 250 años antes de la cita en el Echegaray, y murió a los 35, aunque le dio tiempo a componer más de 600 obras magistrales. La plaza está rodeada de torres y cercada por los coches, pero se siguen celebrando conciertos en ella y a su alrededor proliferan los negocios, como en el resto de calles, como si a este barrio no hubiera llegado la crisis, aunque sea mentira. Allí al lado está el restaurante Arriate -el nombre en honor del pueblo de la serranía, a 5 kilómetros de Ronda- donde siempre se acierta, con una relación calidad/precio estupenda para vinos y platos tradicionales como el rabo de toro que ellos dicen a la rondeña, claro, no hay que olvidar los orígenes, el revuelto de habas con morcilla, el salmón con soja y frutos secos y los vinos, esos tintos nuevos de Ronda que están vengando aquella plaga de filoxera. Juan Manuel, aún en la barra, vivió los tiempos que le tocaron y emigró de Arriate a Suiza y años después regresó a Málaga y se estableció en La Paz, hace ya 30 años, donde creó el Arriate, un restaurante al que siempre se regresa.

Frente al restaurante Arriate crece «la torre», el más alto de los altos bloques de La Paz, enormes moles de ladrillo visto que sin embargo han sabido encontrar la luz y el espacio, mucho más que otros barrios de alrededor. Cruzando la calle llegamos al Parque del Oeste, una separación de lujo entre el barrio y el mar, pero sigamos con los músicos, salgamos a la calle Joaquín Rodrigo (compositor del 'Concierto de Aranjuez', que se casó en el 33 y murió en el 99, dos años después que la pianista turca Victoria Kamhi, su mujer) y caminemos los escasos metros que nos llevan de retorno a la plaza Mozart, donde otro bar (al lado de Paco el de las quinielas, explica un hombre), el Montejaque, certifica la procedencia de los primeros que poblaron estas calles.

-Lleva abierto más de 35 años y tiene clientela fija. Siempre ha funcionado, aun con la crisis nunca me ha dado déficit- explica el dueño del Montejaque.

Beethoven

A los pies de la torre hay un restaurante chino, que delata las nuevas procedencias, bienvenidos sean todos. No se llama palacio azul ni dragón dorado sino Campo de arroz, parece que esta vez el marketing del gigante dormido se ha despertado. En frente, en la esquina con calle Beethoven, una de las calles principales, que llega hasta la Flex que no era un compositor eslavo sino una marca de colchones que contaba con un edificio donde todavía descansan las letras que lo nombran, hay una cafetería de toda la vida, La Gran Plaza, con curiosas esculturas clásicas y fabulosos dulces de la pastelería de al lado, llamada 'Harina y arte' y que desprende el aroma de sus gloriosos bizcochos por toda la calle (Beethoven perdió el oído, pero no el olfato). En la esquina opuesta está la Biblioteca de Unicaja, una de las pocas que quedan y, antes, el Oxford, un bar oscuro para la última copa. En la calle de atrás se encuentra la tetería 'El bosque de las hadas', donde también se celebran conciertos y se comen crêpes. Las paredes de El bosque de las hadas han virado del azul al verde y la calle se llama Brahms, un músico seguidor de Mozart y de Beethoven que -leo en una enciclopedia- en sus largos paseos por los bosques (¿de las hadas?) llevaba caramelos que repartía entre los niños. No sé qué hacían los niños en los bosques ni si aceptaban los caramelos de un desconocido, aunque al ser músico reputado sería conocido. También en la calle Brahms está la Bodeguita Taxara, por si nos apetecen unas tapas antes de los crêpes.

Juan Sebastián Bach

La calle paralela a calle Beethoven es Juan Sebastián Bach, músico que inspiró a Mozart y Beethoven y que tiene títulos que parecen sacados del disco de alguna banda de rock: Tocata y fuga en re menor, o de alguna novela estupenda: El arte de la fuga. La misa en si menor gustará a todos, teniendo en cuenta que ¡¡más abajo!! está la iglesia, en la calle Manuel de Falla, donde el Colegio Mayor Arunda (casi como yo) y el ilustre colegio Rosario Moreno, donde estudiaron Javier Ojeda y el monologuista Dani Rovira, pregonero de la feria de Málaga que terminó su pregón con un «¡Viva la Barriada de La Paz!» que cómo no incluirlo aquí. Manuel de Falla, que no estuvo siempre tan desmejorado como lo mostraban los billetes marrones de cien pesetas, compuso 'La vida breve', que no es que tenga título de posible novela sino de novela hecha y derecha, una del genial uruguayo Juan Carlos Onetti, quien decidió pasar los últimos años de su vida en la cama, quién pudiera. También compuso 'El sombrero de tres picos', que no son pocos, y 'El amor brujo de Falla', que es suyo. Para los más mundanos, o los que compaginen, frente a la iglesia, donde siempre estuvo la ferretería de los hermanos Guzmán, uno de los Guzmán ha abierto un bar grande de pescaítos, abierto, taberna moderna, que se suma al que hay unos metros más arriba, de nuevo en calle Juan Sebastián Bach: el Niebla.

Justo antes de llegar a la carnicería, está el bar-marisquería Casa Marina Nieblas, o sea: el Niebla. Pescado y marisco fresco, abundante, bien frito y barato, cañas de cerveza sobre los barriles, y también, algunos domingos a media mañana, cañas sobre los coches aparcados en la puerta que parecen extraños vehículos de policía con curiosas sirenas. El Niebla es uno de los valores seguros del barrio: uno siempre saldrá satisfecho. No siempre es fácil encontrar un hueco, un trozo de barril donde encajar el plato de gambas, pero merece la pena intentarlo, se nos había olvidado que el mar está muy cerca, al otro lado del Parque del Oeste, y el Niebla nos lo recuerda. Al lado están los Almacenes Barcelona, una tienda de ropa que evitará a los vecinos ir al centro y, en la acera de enfrente, la de la papelería, antes de las carnes de Salamanca, donde en navidades se forma cola para comprar jamón bueno, está la tienda más grande del mundo: Momentos, un local mínimo pero con más de mil productos, la tienda ideal para buscar regalos originales.

La Paz, con su nombre tan apropiado para ocupar este espacio en plenas navidades (con el plural, la Navidad pierde parte del sentido religioso, pero gana el carácter práctico mediterráneo, que alarga los días sobre todo si son fiestas), tiene una de sus grandes ventajas en la ubicación: entre la Carretera de Cádiz y el Parque del Oeste, que atravesándolo nos lleva a la playa, ahora con el mejor paseo marítimo de toda Málaga y con las altas chimeneas que está bien que no hayan demolido, parte de un pasado no monumental pero sí pasado, y no estorban, aquella Málaga que fue y que pudo haber seguido siendo, la Málaga industrial de la que hablábamos antes, la de las grandes fábricas en la playa de la Misericordia, grandes fábricas de la que sólo quedan las grandes chimeneas, con sus pequeñas historias, como la de Mónica, esa preciosa esdrújula matriculada en una de las chimeneas.

Parque del Oeste

El Parque del Oeste es una de las grandes obras urbanas. Para certificarlo basta con contar el número de beneficiarios puros, de vecinos que cada tarde acuden (bajan) al parque. Alrededor de la cancha de baloncesto esperan cuadrillas de cinco jugadores, deseando que uno de los equipos pierda para entonces sustituirlo. Más allá hay campos de futbito (el fútbol fútbol debió de inventarlo alguien con terrenos amplios, o en una época de poca población y mucha hierba), campos de juego para los más pequeños, y hasta canguros que por lo visto se reproducen en cautividad: no siempre están saltando. También hay cabras y, en el amplio estanque, inflados peces de colores (qué injusticia, decimos que son de colores si son naranjas, pero los que son marrones también son de colores #elmarronesuncolor), tortugas y hasta cisnes. Rincones con sombras y rincones con tierra, pandillas de deportistas y pandillas de verdad y consecuencia, en plan, gente mayor y padres que me bajo un rato con el niño al parque, uno de esos sitios que deberían multiplicarse por la ciudad. En las salidas laterales tenemos premios, grandes restaurantes que no nombro porque esto era de La Paz, oiga, y, al otro lado, cruzando la salvaje calle Pacífico, el paseo marítimo, los chiringuitos y el mar, con su diario espectáculo gratuito al caer la tarde: el pequeño tsunami, la ola del melillero.

Uno de los aciertos de La Paz es tener la capacidad de satisfacer los deseos de todo tipo de vecinos y de todo tipo de bolsillos. En la calle Schubert hay un pequeño comercio, La despensa, donde encontrar los vinos más exquisitos. La estación de metro, que comparte nombre con el barrio de enfrente, La Luz, mejorará todavía más la calidad de vida de una barriada que es barrio, con calles con nombres de músicos y un gran parque a su espalda, o delante, entre La Paz -bonito nombre- y el pacífico mediterráneo. Y, volviendo al genial Dani Rovira: ¡vida la Barriada de La Paz!

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