EL MIRADOR

Los ángeles del asilo

La ventaja de recluirse en despachos con mamparas aislantes es que no llega el ruido feo de la realidad

TEODORO LEÓN GROSS En twitter: @teoleongross

Jueves, 31 de enero 2013, 03:22

Publicidad

Las cosas en el Asilo de los Ángeles están difíciles. Nada nuevo allí. La precariedad tiene plaza fija en esa residencia benéfica, mientras la vieja capilla barroca se desmorona y los patronos suplican andamios para bajar los cuadros acosados por la humedad y el abandono, como el hermoso retablo al que ya no rezan los ancianos porque en su cerebro se borró hasta el padrenuestro. Sin la subvención de subsistencia, a duras penas se mantienen con una economía de guerra. Pero a quién le importa eso. El Asilo de los Ángeles tiene la ubicación perfecta para desentenderse de lo que sucede allí. En el extrarradio del extrarradio, donde se quiebra el Monte Coronado, su desesperación queda suficientemente lejos como para conmover a la ciudad. Ya se sabe, ojos que no ven... Alguna iniciativa, sí, ha logrado sumar mil y pico firmas de apoyo; y eso es lo que hay. Pero, claro, solo se trata de salvar un viejo convento del XVI herido por el abandono con medio centenar de viejos. No es gran cosa ante una temporada europea del equipo de fútbol, aunque aún hay tiempo.

El asilo está atrapado en un círculo vicioso. Endesa tiene embargada la subvención de la Junta para cobrarse la luz; pero ellos no pueden pagar la luz porque no les llega la subvención de la Junta. Es de locos. La Seguridad Social no les aplaza la deuda porque tienen nueva deuda; y tienen nueva deuda porque la Junta no paga sino que deriva el pago al Fondo de Liquidez Autonómica, pero la Seguridad Social paraliza el Fondo de Liquidez Autonómica porque tienen deuda. El bucle gira y gira enredando todas las salidas. Y el efecto dominó siempre conduce al impago de la Junta; eso sí, mientras a sus prebostes y protolíderes se les llena la boca proclamando con retórica altisonante que son los depositarios de la política social. A alguien podría caérsele el forro de la vergüenza al encender una lamparita sueca de ocho mil pavos mientras a los viejitos del asilo les racionan las raciones; pero la ventaja de recluirse en despachos oficiales con sillones ergotango y mamparas aislantes es que no llega el ruido feo de la realidad.

Hay días que la prueba del laberinto del minotauro debe parecerles una niñería en el asilo; pero es emocionante la resistencia heroica de Luis Plaza y Adolfo Crespo -antiguos concejales centristas de la Transición, hoy jubilados en ese zafarrancho ejerciendo de ángeles del asilo a tiempo completo- para defender una institución que hunde sus raíces en la historia de la ciudad. Endesa no les ha levantado el embargo -antes hay que financiar el retiro dorado de expresidentes o exministros- y las instituciones prefieren invertir en propaganda para tapar la realidad sangrante que puede herir la sensibilidad de los ciudadanos.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad