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ANA PÉREZ-BRYAN aperezbryan@diariosur.es
Lunes, 19 de noviembre 2012, 02:18
Visto ahí, imponente y majestuoso en la zona noble del Parque de Málaga, parece que siempre ha estado en el mismo lugar, testigo mudo de la rutina de sus ciudadanos, de sus trámites administrativos, de sus quejas o de sus bodas civiles. A un lado, el Banco de España. Al otro, los jardines de Pedro Luis Alonso. Y detrás, una historia digna de contar y felizmente rescatada por los académicos de Bellas Artes Antonio Garrido y Mari Pepa Lara. Porque el edificio de estilo francés que alumbraron hace un siglo los arquitectos municipales Fernando Guerrero Strachan y Manuel Rivera Vera es apenas el último capítulo de un libro que ahora ve la luz gracias al entusiasmo y al buen hacer de este par de enamorados de la historia de la ciudad.
«Esto es completamente inédito, había algo de documentación, pero nunca se había hecho algo así», concluye con indisimulado orgullo el profesor Garrido mientras acaricia el lomo del volumen que recoge la historia de 'Las Casas Consistoriales de Málaga' (Esirtu). A su lado, Mari Pepa Lara, una de las mejores centinelas del legado que esconde el Archivo Municipal, al que ha dedicado casi medio siglo de su vida. Allí estaban todas las referencias necesarias para poner en pie el relato de las sucesivas sedes que ha ocupado el Ayuntamiento desde que en 1487 la ciudad fuera conquistada por los Reyes Católicos. Y los cientos de documentos, de fotografías y de planos que han rescatado Garrido y Lara enhebran una historia repleta de algunas luces, muchas sombras y otras tantas anécdotas.
¿Sabía que la primera piedra del Ayuntamiento que hoy conocemos la colocó hace justo un siglo un alcalde de apellido Albert que cesó en su cargo al día siguiente? ¿O que el primer consistorio, en el siglo XV, tuvo su sede en Postigo de los Abades, pegado a la Catedral, porque el poder político y religioso caminaban de la mano? ¿Y, en fin, que cada uno de los balcones del edificio que ocupó en la plaza de la Constitución fueron otorgados a los concejales, quienes a su vez los alquilaban para enriquecerse hasta que fueron denunciados ante el rey?
No solo un inventario
La lista de curiosidades no queda ahí, sobre todo porque el libro que esta tarde se presenta en el Salón de los Espejos del Ayuntamiento de Málaga (19.30 horas) no se ciñe al inventario puro y duro de sedes, sino que las vincula a la propia historia de la ciudad y las convierte en el espejo de las turbulencias históricas y políticas que marcaron cada una de las épocas. Porque no es casualidad que el Ayuntamiento de Málaga «sufriera diez traslados en apenas cincuenta años», aporta Lara.
Es quizá en la plaza de la Constitución, antes conocida como la plaza de las Cuatro Calles, donde el consistorio disfruta de la mayor estabilidad física. Allí, en pleno centro neurálgico de la vida económica y social, se establece en 1528 y desarrolla su labor hasta el siglo XIX. «Y luego ya empieza a dar vueltas», afirma Garrido, que enumera algunas de estas paradas: «San Agustín, el Palacio de Salvatierra, calle Carretería (donde solo estuvo unos meses), de nuevo San Agustín...». «Las únicas sedes propias han sido las de la plaza de la Constitución y la de ahora del Parque. Las demás eran alquiladas y el Ayuntamiento siempre ha sido desahuciado», añade el académico en una suerte de asimilación al panorama en el que hoy nos movemos. «Esto no es nuevo, ¡los Ayuntamientos nunca han tenido un duro!».
Por esa razón quedaron en el tintero algunos proyectos cuyos planos, sin embargo, son recuperados ahora junto con el resto de intervenciones de construcción o restauración que sí llegaron a buen puerto. A una de ellas guarda Garrido una querencia especial: es un diseño de 1705 que plantea la reconstrucción de la fachada del consistorio y que coloca en el centro «un nicho con una talla de la Virgen de la Esperanza». En las páginas que cierran el libro, la espléndida realidad del edificio que se alza en el Parque, un proyecto que se completó en ocho años y que sirvió además para confirmar que, salvo las vidrieras que vinieron de Francia, Málaga era «autosuficiente» para aportar pintores, escultores o canteros. «Mira, recuerdo incluso que allí se rodó una película que convertía la entrada en un casino...», desvela Garrido. Pero ésa es ya otra historia.
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