NOEMI R. NAVAS nrodriguez@diariosur.es
Jueves, 15 de noviembre 2012, 09:31
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Sabían que el de ayer no iba a ser un día normal de compras. Que se exponían, como poco, a protagonizar algún que otro momento de tensión. Sin embargo, muchos minoristas del Centro Histórico optaron por abrir sus tiendas. Estaban en su derecho de hacerlo, como también estaban los manifestantes de ejercer su derecho a la huelga, una máxima de respeto mutuo que a pesar de caer sobre su propio peso no evitó incidentes que afortunadamente quedaron en anécdota. SUR pasó la mañana en dos negocios familiares que no cedieron a la presión de los piquetes.
Pasadas las diez y media un grupo numeroso de sindicalistas de UGT encara la calle Compañía con la intención de cerrar los locales abiertos. A su paso lanzan folletos informativos y pegan adhesivos en los que se leía 'Cerrado por huelga general'. Ese fue el motivo del primer altercado grave vivido en el Centro, protagonizado por el dueño de Enmarque Cuadros, Arturo Varela.
«No peguéis nada en mi escaparate ni entréis así. Respeto la convocatoria pero dejadme trabajar. Es mi decisión», gritó el dueño mientras le increpaban al grito de 'burgués' y 'esquirol'. Los nervios fueron a más y ante la pretensión de algunos piquetes de invadir el local, Arturo se armó con una barra de hierro para intentar amedrentarlos.
Sin malas intenciones, aclaraba después el comerciante, «me sentí acorralado, se aprovechan de que son muchos contra uno solo», dijo. Pero la imagen crispó aún más el ambiente motivando que los abucheos y los insultos hicieran su aparición. Tras ellos volaron huevos contra la fachada y el interior de la tienda y, con ellos, una piedra que impactó en el pecho del empresario. «La crisis es tan injusta como la coacción de los sindicatos para impedir que abra. Soy autónomo, vosotros no me defendéis», contestó a los argumentos de los piquetes para secundar el paro.
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Por suerte, la constante presencia policial llegó a tiempo de calmar los ánimos y los piquetes se marcharon sin lograr su objetivo: cerrar el establecimiento. Arturo había ganado la batalla. Minutos después, ya calmado, el comerciante mostraba su indignación. «Ellos piden respeto pero no lo tienen por los demás. A mi cerrar un día me cuesta entre 300 y 400 euros, ¿quién me los va a pagar?», preguntó.
La misma actitud reivindicativa fue la que tomaron las dos empleadas de la tienda de trajes de gitana 'El Rocío', quienes también fueron increpadas por los sindicalistas al ver el local abierto. «Trabajo hoy libremente porque necesito el dinero. En mi casa solo entra mi sueldo y no puedo permitirme que me descuenten un día», señaló María Jesús Pérez. Separada y con una hija, las palabras de la encargada de la tienda resumía el sentir de muchos empleados que ayer acudieron a su puesto de trabajo.
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«Hay cosas que comparto de esta huelga, pero este ataque al pequeño comercio es incomprensible. Que protesten en los bancos y los cierren, nosotros no tenemos culpa de la crisis ni de la reforma laboral», comentó su compañera Ana Roldán. Allí, en la calle Especerías, también se cruzaron insultos. «Que el dinero que ganes hoy lo gastes en medicinas», se oyó. Por suerte, la mayoría de los piquetes sí guardaron las formas y la jornada se desarrolló sin altercados.
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