MÁLAGA

La importancia del recuerdo

ISABEL NARANJO En twitter: @naranjoisabel

Sábado, 22 de septiembre 2012, 03:54

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Ayer se celebró el Día Mundial del Alzhéimer. Una enfermedad neurodegenerativa que se caracteriza, a grandes rasgos, por una pérdida progresiva de la memoria y que se manifiesta, por regla general, a partir de los sesenta y cinco años. La clase política malagueña es relativamente joven. Sus líderes rondan la cuarentena y están lejos aún de caer en los tentáculos de una terrible patología diagnosticada en un diez por ciento de la llamada 'tercera edad', pero dan sobradas muestras de tener importantes lagunas mentales.

Han pasado casi cuatro años desde que el entonces recién elegido presidente del Partido Popular en Málaga, Elías Bendodo, propusiera al líder del PSOE malagueño, Miguel Ángel Heredia, un gran 'Pacto por Málaga', con el objetivo de desterrar la confrontación política y arrimar el hombro en pro de una provincia más que necesitada de consenso, con más de una decena de actuaciones/inversiones/proyectos de gran calado bloqueados por el simple e injusto hecho de depender de administraciones de distinto signo político.

Con su mejor sonrisa, no exenta de tibieza, los socialistas recogieron el guante en pleno día de los Santos Inocentes y decidieron hacer causa común ante una iniciativa, que moriría antes de que finalizara ese año.

Y murió porque en estos casi mil quinientos días transcurridos desde ese momento, nadie ha vuelto a decir esta boca es mía, salvo un amago del líder de los populares que el pasado miércoles sacó pecho para apelar a la necesidad de «dignificar» la clase política a la que conminó a caminar en una misma dirección, pese al dispar rumbo emprendido por cada formación.

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Así las cosas, difícilmente se puede recuperar la confianza en esa denostada casta que cada día que pasa suma en su haber algún logro con el que engrandecer su currículum, tras hastiar a la ciudadanía de a pie.

Pero señores políticos, no apelen a que la ciudadanía es sabia y sitúa a cada uno en las urnas cada cuatro años, porque a veces, ese período se antoja demasiado largo para examinar el cumplimiento de los compromisos tan alegremente adquiridos, y tan tristemente olvidados.

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