Maha Akhtar posa ante el retrato de su abuela en el Museo de Artes Populares. :: ÁLVARO CABRERA
CULTURA Y ESPECTÁCULOS

«Siempre seré la nieta de Anita Delgado»

La nieta de la maharaní aprovecha su paso por la ciudad para bucear en sus orígenes Maha Akhtar admira la valentía de su abuela y se confiesa orgullosa de sus raíces malagueñas

MARINA MARTÍNEZ

Miércoles, 27 de junio 2012, 09:24

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Es bajarse del AVE y Maha Akhtar ya siente el «pellizco». Quizás sea porque le une con Málaga algo más que la presentación de uno de sus libros. Y ya van tres. A pesar de que sus visitas a la capital malagueña se pueden contar con los dedos de una mano. La primera fue en 2009 con motivo de 'La nieta de la maharaní', y más adelante volvería con 'La princesa perdida'. En ambos desnudaba sus orígenes, esos que ella misma había descubierto apenas tres años antes, cuando la necesidad de hacer una copia de la partida de nacimiento para renovar el pasaporte británico la llevó hasta la verdad. La que le desvelaría su madre en el lecho de muerte: su padre era el hijo del marajá de Kapurthala y de Anita Delgado. Eso suponía que era nieta de aquella bailaora malagueña que enamoró en el Madrid de principios del siglo XX a Jagatjit Singh y lo dejó todo para casarse con él.

Eso lo explicaba todo. Su afición por la danza y su sentimiento por Andalucía. Aquí estaban sus raíces y de hecho hoy, además de periodista y escritora, también es bailarina. Su estilizada figura y sus rasgos le delatan. Tampoco puede esconder su carácter mediterráneo. Abierta, generosa, inteligente y curiosa, Maha Akhtar volvió a sentir ayer ese pellizco de «alegría y emoción» que le asalta cada vez que viene a Málaga. La 'excusa' era presentar su nuevo libro, 'Miel y almendras' (Roca Editorial), pero la nieta de Anita Delgado hizo hueco para seguir el rastro de su abuela. No en la calle Peña en la que nació y vivió de pequeña, sino en el Museo de Artes y Costumbres Populares de la Fundación Unicaja.

Conocer más de ella

Allí preside una de las salas un imponente retrato de la maharaní que realizó Henri Gervez en 1912. «No soy tan guapa como ella», exclamó al verlo. Sin embargo, su belleza libanesa nada tiene que envidiar a la malagueña. Y menos aún su simpatía. Aunque ni ella misma sabe cómo era su abuela. Su única pretensión es conocer más sobre ella: «Yo solo quiero saber cómo era su vida cotidiana, qué desayunaba o qué hacía en su día a día». Por parte de los Kapurthala, apenas le queda algún recuerdo. Un peine y poco más. Al fin y al cabo, como recordaba ayer la propia Akhtar, Anita Delgado fue la quinta de las mujeres del marajá y su árbol genealógico ya invita a perderse.

Tampoco en Málaga le queda mucho a lo que agarrarse. Sí ciertos testimonios, como el manto que donó a la Virgen de la Victoria, o los documentos que se encuentran en el Archivo Díaz de Escovar, integrado en el mismo museo. Allí se guardan fotografías, postales, recortes de prensa, cantares escritos por la propia maharaní y hasta la carta de su padre para pedir el acceso a la escuela de declamación. Ese fue el primer contacto con Díaz de Escovar, que luego se convertiría en su «protector artístico», según la responsable del archivo, Emilia Pascual.

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A Maha Akhtar, se le iluminan los ojos cuando se le habla de sus orígenes. Admira a su abuela. «Cada vez me sorprende más su valentía. Yo hubiera sido incapaz de dejarlo todo por amor e irme al otro lado del mundo. No me puedo imaginar cómo se sintió porque hoy yo me siento extranjera en la India», reconocía la autora, que incluso ha llegado a pasar horas en la tumba de su abuela: «Quería contarle mi historia». No niega que le gustaría tener algo de ella. Pero sobre todo le gustaría que estuviera orgullosa. Ella lo está. «Siempre seré nieta de Anita Delgado, es parte de mi vida», asegura sin descartar en el futuro buscar casa en Málaga. De momento, antes de regresar a Nueva York hará otra escapada.

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