JUAN CANO
Miércoles, 25 de abril 2012, 14:43
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Cuatro casos en ocho meses. Cuatro reclusos relativamente jóvenes que fallecieron de noche, en sus celdas, sin signos de violencia y, aparentemente, sin patologías previas. Cuatro muertes sospechosas de sobredosis o de una reacción adversa al consumo de sustancias estupefacientes. La secuencia ha vuelto a colocar el foco sobre la presencia de las drogas en la prisión de Alhaurín de la Torre. La reacción de la institución ha sido activar un plan que incluye medidas educativas, terapéuticas y coercitivas para combatir el menudeo dentro del ámbito penitenciario.
El director de la cárcel malagueña, Ángel Herbella, asegura que se trata de una campaña «global» que implica a todos los funcionarios. «Es un tema que nos ha preocupado siempre, ya que, en muchos casos, los internos han entrado en prisión por la droga y se pretende evitar que vuelvan a reincidir», afirma.
Porque el problema, lejos de remitir, ha ido en «aumento», según el sindicato penitenciario Acaip. Su portavoz en Málaga, Francisco Macero, se apoya en varios argumentos para sostener esta tesis. El principal indicador es el de las muertes sospechosas de sobredosis, que se han concentrado en un periodo inferior a un año, donde se han producido cuatro de los seis casos registrados en el último lustro, aunque algunos de ellos aún están pendientes de los resultados definitivos de las autopsias. El último ocurrió este lunes, cuando falleció un interno de 32 años.
Pero hay más factores. «Hemos notado un aumento de la conflictividad», sostiene el delegado provincial de Acaip. «Por lo general -añade- las peleas entre reclusos tienen su origen en el pago de la droga o en el control del mercado». Otra clave es el precio. «Las dosis de hachís y de revuelto -mezcla de heroína y cocaína- deberían ser más caras, pero cuestan lo mismo que en la calle». Para Macero, la conclusión lógica, «según la ley de la oferta y la demanda», es que las drogas son más asequibles y accesibles, lo que abarata su precio. «Con el alcohol ocurre lo contrario: como es muy difícil introducirlo en prisión, es caro».
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Vigilancia
Frente a esta realidad, el centro penitenciario ha reforzado los controles mediante cacheos por sorpresa. «No hay una frecuencia determinada, pero sí que se han intensificado; se hacen de forma aleatoria y periódica en todos los módulos», aclara Ángel Herbella.
No en vano, en el último año y medio, los funcionarios de la cárcel malagueña han abierto un centenar de expedientes -70 intervenciones en 2011 y 23 más en lo que va de año- por pequeños decomisos de sustancias estupefacientes a reclusos o a familiares de estos, algunos de los cuales acabaron incluso detenidos y puestos a disposición judicial.
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Los funcionarios especializados en las labores de vigilancia están mirando con lupa a familiares y reclusos al entrar y salir de los vis a vis, una de las principales puertas de entrada de la mercancía. «El 99% de la droga que entra en el centro penitenciario lo hace a través del cuerpo de los internos, ya sea al recibir estas visitas o cuando vuelven tras unos días de permiso», aclara Macero.
Para el delegado de Acaip, el problema radica en la falta de medios para la detección de las sustancias, que no se observan en los arcos de seguridad que tiene la prisión, que sí son útiles, por ejemplo, para descubrir los objetos metálicos. Los funcionarios solo pueden echar mano de su intuición, de los cacheos preventivos y, ocasionalmente, de las pruebas radiológicas. «Las únicas medidas eficaces son las radiografías y las ecografías, pero no se nos permite hacerlas de forma aleatoria; hay que obtener pruebas previas», señala Macero. «Lo que demandamos -apunta- es un mayor respaldo judicial y de Instituciones Penitenciarias para que podamos llevar a cabo estas pruebas para detectar la droga, como se hace en los aeropuertos cuando hay una sospecha».
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Prueba de la eficacia de este sistema es una intervención que se desarrolló recientemente en la prisión provincial. Un preso despertó recelos en los funcionarios de vigilancia, que pidieron autorización para hacerle una radiografía, la cual confirmó que llevaba 40 gramos de hachís en dosis dentro de su organismo.
Mensajes
Precisamente en los vis a vis se centra otra de las medidas incluidas dentro del plan especial. En el edificio de Comunicaciones, donde se celebran estos encuentros, se han colocado carteles con mensajes para concienciar a las familias. «Hemos puesto mensajes como 'No te hagas cómplice de su desgracia'; 'No le consigas droga, hay sabores que matan'; o 'La droga alarga la condena'», enumera el director de la prisión.
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Aparte de las medidas preventivas, Herbella asegura que se han impulsado los programas de intervención, con la colaboración de Proyecto Hombre y del Centro Provincial de Drogodependencia, y se ha creado una unidad de tratamiento terapéutico en el módulo 3 para trabajar con los reclusos.
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