ANTONIO FUENTES
Domingo, 19 de septiembre 2010, 03:49
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Ayer el E-gim Antequera dio una lección de profesionalidad. Y es que este equipo, al que año tras año se le están marchando jugadores importantes de la plantilla, parece que se adapta como pocos a lo que tiene y, sea quien sea el jugador que salte a la pista, el rendimiento siempre es excelente. La papeleta de ayer era más que difícil. El rival era uno de los grandes, el Reale Ademar, y para colmo ni Chelu Cid ni Jorge Martínez estaban disponibles.
Pero los catorce que jugaron se pusieron el disfraz de aquel Ortega que se lo dejaba todo en el Barcelona y demostraron al Ademar que los partidos no se ganan con nombres. En la primera parte, el Antequera estuvo mal en defensa (encajó diecinueve goles), pero la fluidez en ataque hizo que no se le escapara el rival en el marcador.
Ese periodo se convirtió en un mano a mano entre las dos estrellas de cada equipo. Stranovsky marcó ocho goles, cada uno diferente, por el Ademar, mientras que Rafa Baena, una vez más, fue imparable en los seis metros. Por si le faltaba algo, el estepeño se está convirtiendo en un especialista desde los siete metros (3 de 3).
El Reale Ademar parecía que tenía controlado el encuentro en la segunda mitad, pero no fue así. El Antequera mostró su capacidad competitiva de siempre con un Vujovic muy adaptado asumiendo responsabilidades. La lesión de Juanan Ramos hizo que Chispi jugara todo el partido en el extremo, con lo que el Antequera perdió también versatilidad en su ataque.
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Recital de Nacho Moya
A falta de ocho minutos para el final (23-26) los locales dieron el último empujón. Carlos Ortega sentó a Vigo, que rindió a gran altura, y le dio el equipo a Nacho Moya. Y un nuevo recital del malagueño -parece mentira que tenga 21 años- propició un parcial de 4-1 que dejó en ventaja al Antequera (28-27, en el minuto 58). Pero en la recta final y en superioridad numérica se le nublaron las ideas al equipo local y una pérdida de balón en el penúltimo ataque dejó en bandeja el partido para el cuadro que dirige Jordi Ribera.
Stranovsky, a falta de diez segundos, marcó el último gol, y el encuentro murió con ambos equipos reclamando enloquecidos a la mesa porque los segundos del marcador no funcionaron en el último ataque local.
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