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VIsta de la iglesia Virgen del Carmen de Las Chapas desde la puerta, ya que por la tarde la Policía, a petición del cura, evitó la entrada de los medios de comunicación. :: J-L
De blanco y sin un grano de arroz
GENTE Y TELEVISIÓN

De blanco y sin un grano de arroz

La ceremonia se celebró a puerta cerrada y a mediodía en la marinera iglesia de Las Chapas

CRISTINA GONZÁLEZ

Viernes, 27 de agosto 2010, 03:30

AL cura de Las Chapas, uno de los núcleos de población de Marbella, la noticia le pilló con el paso y con el atuendo cambiado. No porque no supiera qué se coció el martes entre las cuatro paredes de la parroquia Virgen del Carmen, el coqueto templo con 17 años de historia que se levanta junto a la Tenencia de Alcaldía del Ayuntamiento. Como una postal recién salida de un belén navideño. Todo pequeñito y encalado. Son las dos de la tarde y la boda secreta de Julio Iglesias y Miranda Rijnsburger ya corre como la pólvora por las redacciones. El enlace y, de paso, los nombres de los párrocos que lo oficiaron. Tres nada más y nada menos para un público reducido: los novios, sus cinco hijos, los guardeses de su finca de Ojén como testigos y el fotógrafo de su revista de cabecera, la que nos sorprenderá un día de estos con la idílica portada.

El padre Roberto Rojo abre la puerta en camisa y pantalón corto. No hay eucaristía hasta las ocho de la tarde y ni se imagina la que se le viene encima. «Yo no sé nada ni quiero saber nada. La vida espiritual de las personas es algo privado», se disculpa con educación, aunque minutos después reconoce que una exclusiva de por medio que le tiene atado de pies y manos. «Hasta que no salga el 'Hola'...». Tan grande le vino la cosa que por la tarde incluso requirió la presencia de la Policía para evitar que los medios de comunicación inmortalizaran el lugar de los hechos.

La respuesta del padre Luis de Lezama, que ofició la ceremonia asistido por Rojo y por Juan Mari Laboa, doctor en Historia y amigo personal de De Lezama, es más prudente. Del papel cuché no habla, sólo de la privacidad. «La intimidad pertenece a las personas», comenta al otro lado del teléfono desde Madrid, donde este peculiar cura, que compagina la sotana con la hostelería, tiene alguno de sus negocios bajo la marca Alabardero. De hecho, hace tan sólo una semana cenaba con Julio Iglesias en uno de sus restaurantes de Marbella, La Meridiana del Alabardero, tal vez para cerrar algún fleco.

Con este hermetismo es difícil saber aún cómo se desarrolló una ceremonia de la que sólo ha trascendido que fue de lo más normal. Todo lo normal que puede ser una boda un martes, a mediodía y en pleno agosto. No hubo fuegos de artificio ni lluvia de arroz. Todos iban de blanco impoluto. Los contrayentes, que oficializaban veinte años de vida en común con un estilismo sencillo, y la chiquillería. Eso sí. Los votos se hicieron a puerta cerrada, por si algún cotilla corría la voz y se montaba una tangana del tipo Lolita Flores en la iglesia de la Encarnación de Marbella.

Vecinos de paso

Aquí no hubo que gritar el ya mítico «Si me queréis, irse». Nadie se percató de la visita de los Iglesias a la iglesia. Si acaso algún vecino que pasó justo en el momento en que la prole entraba o salía del templo. Al parecer es el mismo que, por su cercanía con la finca familiar de Ojén, solía frecuentar el padre del artista, el desaparecido doctor Iglesias Puga, cuando viajaba a la Milla de Oro.

Quizá sea éste el motivo por el que la pareja descartó la opción más fácil: convertirse en marido y mujer en la capilla de su finca. Allí, tras el enlace, se celebró simplemente una misa de acción de gracias. Igual de íntima. Cuentan que ni siquiera el hermano del novio, que reside en Marbella, recibió la invitación de la boda. Al fin y al cabo, dejará de ser 'top secret' cuando salte a los quioscos. Entonces podrán revivirla fotograma a fotograma.

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