Garriga Vela, en la Plaza de la Merced, junto a la estatua de Picasso, artista que le dio pie a escribir uno de sus relatos. :: ÁLVARO CABRERA
CULTURA Y ESPECTÁCULOS

José Antonio Garriga Vela, escritor: «El destino me pone en bandeja las historias para que las escriba»

El autor catalán afincado en Málaga descubre su lado más íntimo en 'El anorak de Picasso', que presenta hoy en Espacio SUR

MARINA MARTÍNEZ mmartinez@diariosur.es

Lunes, 17 de mayo 2010, 03:54

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A José Antonio Garriga Vela (Barcelona, 1954) le supera la realidad. Su vida está llena de historias inverosímiles a las que ha sabido sacar partido literario. Hasta el punto de que a veces ni él mismo acierta a distinguir la frontera entre lo real y lo ficticio. No le importa. Al contrario, forma parte de un juego con el que disfruta cada vez que se pone ante el ordenador. Modesto como pocos, tras su aspecto aparentemente tímido esconde un fascinante mundo en el que vive refugiado desde hace 25 años. Los viajes -«me rejuvenecen», asegura- y el cine -especialmente, el clásico- son las otras grandes pasiones de este catalán afincado en Málaga que después de 'Pacífico' (Premio Dulce Chacón) regresa al panorama editorial con 'El anorak de Picasso' (Candaya), libro en el que revisa el relato que le da título y une a otros creados a partir de anécdotas de su infancia -algunos de ellos rescatados entre sus más de 800 artículos publicados en este diario desde 1994-. Hoy lo presenta, a las 20.00 horas, en el Espacio Diario SUR (Plaza de las Flores), dentro del Aula de Cultura de este periódico.

-'El anorak de Picasso' es un cuento que escribió hace unos años, ¿qué le indujo a revisarlo?

-Este cuento surgió de una conferencia que di en la Casa Natal de Picaso hace ocho años a partir de una historia real: el encargo que hizo el artista a mi padre, que tenía un taller de sastrería en Barcelona. Luego el Centro del 27 lo convirtió en un libro que cayó en manos de los editores de Candaya y me propusieron publicarlo junto a otros textos. He cambiado algunas cosas, lo he pulido, y ahora se une a otros relatos que tenían algo que ver con la novela 'Muntaner 38', eso es lo que le da unidad. Hablo de las personas, los objetos, los edificios que han marcado mi vida o han inspirado mis novelas. De alguna manera he abierto mi mundo, mi intimidad.

-No es algo nuevo en su obra...

-No, la verdad es que ya he perdido la vergüenza totalmente, cuento todo lo que me pasa, y como afortunadamente me pasan cosas raras... La gente no tiene muy claro si lo que cuento es realidad o ficción. Ni yo mismo a veces. No sé por qué, pero siempre me han ocurrido cosas muy curiosas.

-Eso es una suerte.

-Sí, indudablemente me regalan las historias, el destino me lo pone en bandeja para que escriba.

-También hay que saber captarlo. Parece que los escritores siempre andan más atentos a todo.

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-Sí, tenemos que estar más despiertos. Aunque muchos parecemos ensimismados en nuestro mundo, a la vez cuando salimos a la calle estamos muy atentos a todo, yo voy con los ojos abiertos porque la calle es mi inspiración. Lo que diferencia a un artista es que va más allá de la realidad, ve las cosas invisibles que hay detrás de ella. Yo de alguna manera lo miro todo al trasluz de la literatura, la vida real y la vida ficticia, cuando leo un libro también intento sacarle las tripas. Dedicarte a escribir te hace plantearte la vida de otra manera.

-Y de ahí salen historias como las de 'El anorak de Picasso'. ¿Cómo llegan a convertirse pequeñas anécdotas en un relato?

-Detrás de una anécdota que ocupa cuatro líneas está el placer de narrar y contar detalles sobre una vida. 'Pacífico', por ejemplo, surgió de una anécdota de tres líneas. Es el placer de narrar, entras dentro de un mundo en el que disfrutas mucho. Yo cuando más feliz me siento es cuando escribo.

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-Pero siempre ha preferido hacer fantasía de la realidad que realidad de la realidad.

-Sí, no me gusta escribir artículos de opinión. En primer lugar, porque no me gusta la realidad cotidiana tal como es, a niveles políticos y sociales; por otro lado, me quita imaginación; y luego, si yo dijera todo lo que pienso me echarían, estoy convencido.

Un hedonista

-¿Tan radical es?

-Sí, en eso soy un poco radical. Yo soy incapaz de hacer literatura cuando se está cometiendo una injusticia. Además, como estoy en desacuerdo con muchas cosas de la política, con el funcionamiento del mundo, con la sociedad en la que vivimos... Yo creo que una de las cosas por las que soy escritor es porque me permite crear mi propio mundo. El mundo real no me gusta nada, así que me meto en mi mundo literario, en el cine, en lo que hay de bueno en la vida. Cada vez estoy más convencido de que tengo que aprovechar el tiempo, soy muy hedonista. Y, sobre todo, lo que tengo claro es que siempre voy a escribir de cosas que tienen que ver con mi vida real.

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-¿Resulta más fácil?

-Yo creo que tiene que haber un poso de autenticidad en las novelas. Yo no podría hablar de la India sin haber estado allí. Los olores, el trato con la gente, todo eso influye a la hora de escribir, creo en esa mezcla de realidad y ficción.

-Pero suele confundir.

-Sí, es un juego que hago con el lector, al mezclar realidad y ficción estoy jugando a que descubra la verdad o que se abandone, que se vuelque en el cuento y piense que es real. Es curioso, la gente cree las cosas más inverosímiles. Por ejemplo, escribí un artículo diciendo que estaba encerrado, que la vida no me interesaba, que salía lo justo a la calle, y un día me paró un señor por la calle para decirme que se alegraba de verme, que estaba preocupado por mí.

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-Debe de ser una satisfacción eso de que le paren por la calle para comentar algo de su obra...

-La verdad es que sí, y me pasa constantemente.

-A otros les preocupa más situarse entre los más vendidos.

-A mí eso ni se me pasa por la cabeza (risas). Indudablemente, lo más importante de un escritor son sus lectores, que te sigan, que se crean tu mundo, se metan en él y se sientan a gusto. Ahora siento que estoy trabajando de algo que me fascina y encima vivo de eso. He tenido bares, he vendido rosas por la calle, siendo licenciado en Derecho nunca he ejercido de abogado, he tenido los empleos más inverosímiles. Pero todo lo que he hecho ha sido como un complemento, tareas que me exigieran lo mínimo, porque sabía que iba a vivir de la literatura. Todo estaba encauzado a escribir. Hasta los bares eran punto de encuentro de escritores.

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-Siempre lo tuvo claro, de hecho empezó muy niño.

-Sí, hice un poema a los nueve años que se titulaba 'Contrariedad'. ¿Qué hacía yo a esa edad hablando de contrariedad? (Risas). Vi que era una forma de que me hicieran caso y después de aquello escribí una novela que pasaba a los compañeros por capítulos. Ahora me doy cuenta de que no he cambiado, siempre he sido crítico y rebelde, teniendo claro que lo mío era escribir.

-Y ahora vuelve a aquella infancia. Es muy literario eso de viajar a la niñez.

-Sí, casi siempre la infancia es fundamental en todo lo que he escrito. Esa mirada del niño, y luego el adolescente, me permite contar historias de una forma más libre, es como si hablaras desde la autenticidad y la ignorancia, un niño es capaz de decir barbaridades con absoluta inocencia. Los niños y los locos son los que dicen siempre la verdad. Mis personajes son un poco locos, pero son auténticos.

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