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Javier Cortés, en la muleta a uno de sus toros. :: GUSTAVO CUEVAS. EFE
Javier Cortés se revela como un prometedor torero en Madrid
TOROS

Javier Cortés se revela como un prometedor torero en Madrid

El diestro de Getafe confirmó su alternativa en San Isidro con dos faenas decididas a dos buenas reses de Bañuelos

BARQUERITO

Domingo, 9 de mayo 2010, 03:50

Con un notable toro de Bañuelos confirmó alternativa Javier Cortés más que dignamente. Y con otro buen toro de Bañuelos ratificó después la impresión de torero puesto, capaz, suelto y seguro. El toro de la ratificación, bajo de agujas y corto de manos pero muy apaisado de cuerna, no fue fácil de matar, porque costaba pasar y cruzar. Hermoso el gesto de Cortés de irse tras la espada por todas. Salió cogido, pero ileso. Algo trasera la estocada. Como siempre que un torero de corto brazo y talla sólo mediana se echa encima de un toro para tundirlo.

El toro de la confirmación, hondo, y corto de manos como tantos toros hondos, dio en báscula 600 kilos, popa imponente pero muy rematado. Acalambrado, arrastró una pata, y escarbó. Fue toro gentil: las manos por delante en la salida, pero ritmo de galope en cuanto sangró. Dos veces enterró pitones y ni eso se interpuso.

Firme el joven Cortés, de Getafe, alumno aventajado de la Escuela de Madrid. Inteligencia para elegir terreno y distancia, calma para no apurarse pese a que los viajes iban en serio. Alguna duda al echarse la mano a la izquierda. Un par de tandas logradas con la diestra. Mucho toreo por abajo. Faltó el punto de temple que hubiera dejado de seda al toro. Media lagartijera, un descabello.

El Capea, discreto

Turno discreto de El Capea. Se protestó un bajonazo inclemente. Con el cuarto tomó antigüedad la ganadería de Bañuelos. Un lindo toro colorado y largo que tuvo el fuelle justo. Nobleza pajuna. Un tanto displicente Uceda Leal con el toro. Sin fe ni paciencia. Al tercer intento, una gran estocada a capón. De tantas clases de estocadas como hay en el repertorio de Uceda con la espada, la fórmula del capón era casi desconocida. Perfectos el ataque, al reunión y la salida.

Antes de soltarse el sexto de Bañuelos, cumplieron feria dos cinqueños muy ofensivos de los Osborne. La nómina de cinqueños de San Isidro empieza a crecer de manera significativa. El segundo de corrida, cabezón y corto de cuello, revoltoso, bien lidiado por Uceda, quiso más que pudo. Le faltó al toro un tranco, no voluntad; al torero le faltó ganar el paso que reclamaba el toro. La estocada fue extraordinaria. El otro toro de Osborne, vuelto de pitones, remangado, serio y aparatoso, se tronchó en dos puyazos muy traseros. Lo dejaron lisiado. Se vino al suelo. Tardó mucho el alzarse. Toro derrumbado, trámite de El Capea, la primera bronca de la feria.

Y el amplio sexto, muy en la línea de la procedencia Marqués de Domecq, por las hechuras y por el son. Ancho, negro, cortas las manos, de poderosas estiradas, elástico. Fijo en el caballo, empujó y romaneó. Buena la salida de varas. Bravo el toro. La manera de atacar, galopar y responder. Decidido, Cortés le bajó la mano, lo aguantó, lo llegó a templar con la derecha, se entregó con él.

Faena de poder. Pedía el toro más compás que látigo. Dos rajaditas del toro a tablas cuando Cortés toreó en perpendicular con ellas y no en paralelo. Un final aguado. Pero entonces llegó la estocada del honor.

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