ANTONIO LUNA AGUILAR
Domingo, 4 de abril 2010, 04:00
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La finca rústica llamada Huerta del Peñón estaba situada en el partido de su mismo nombre y compuesta de «unas veinte fanegas de tierras, equivalentes a doce hectáreas, ochenta y siete áreas y ochenta centiáreas, en su mayor parte de riego y algún secano, beneficiándose de las aguas que vierten dos fuentes que en ella nacen y se halla poblada de naranjos, limones, frutales y algunos algarrobos; tiene una pequeña casa de tejas, [.] lindando por el Norte, con el camino viejo de las minas y con el camino viejo de Ojén [.] por Levante, con el arroyo de las Minas, o sea el Arroyo Segundo [.] Esta finca la atraviesa por junto al lindero del Norte una faja de tierras que para la construcción del ferrocarril minero de San Juan Bautista se vendió a la expresada sociedad constructora del mismo por don Juan Marcelo». Así se describía a finales del siglo XIX. En 1788, cuando fue dada «a Nuño Villafañe, en virtud de Real Merced», no parece que se diferenciara mucho: «la Huerta del Peñón desde la senda que iba desde el Chorreadero a Ojén de entre los dos arroyos hasta la Peña [.] con los almendrales, granados y otros árboles frutales». También consta que en el lejano año de 1560 se plantaban viñas y morales.
Esa era la finca que los hermanos P., propietarios, arrendaron en régimen de aparcería al agricultor J. C. R., por años prorrogables. En nombre y representación de la propiedad firmó E. P.; el aparcero no sabía firmar y estampó su huella dactilar.
En buena relación estuvieron hasta el mes de diciembre de 1948 en que J. C., al no recibir de los P. la aportación económica pactada para la compra de la cementera, después de haberlo requerido en varias ocasiones, se personó en la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos de Marbella, donde dejó constancia de tal extremo y manifestó que aportaría en solitario las semillas necesarias.
Escritura
E. P., por sí y por sus hermanos, vendió la finca el 5 de diciembre de 1947 a J. M. L. E., industrial vecino de Bilbao, quien estaba vinculado a la futura sociedad Ferarco, S.A., pendiente de constitución en esa fecha y para la cual la compró. Ferarco es la empresa que adquirió y explotó la mina de hierro magnético del Peñoncillo, muy cercana a este predio. El 4 de marzo del año siguiente se formalizó la escritura de compraventa, en la que se hacía mención a la intención de estipular, en documento aparte, un contrato de arrendamiento de la finca para su explotación agrícola por los hermanos P.. Ese documento nunca se redactó.
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El día 1 de mayo de ese año J. M. transmitió la propiedad a la mercantil Ferarco, ya constituida. Pero el 14 de diciembre E. P. presentó una demanda contra la sociedad minera reclamando el retracto arrendaticio. Esto es, que como, según decía, seguía trabajando las tierras, como agricultor, reclamó que se revirtiera el contrato de venta al producirse una segunda transmisión. El juez de Marbella, José María Gómez de la Barcena López, no les dio la razón a los P. mediante fallo firmado el 12 de marzo de 1949. Así las cosas, el 27 de junio de 1949 los hermanos denunciaron al aparcero J. C. porque no les había rendido cuentas ni repartido beneficios desde diciembre pasado. Este último, aunque no sabía escribir, se defendió en los tribunales y ganó el pleito, que se falló el 6 de octubre.
Tribunal Supremo
No quedaron satisfechos los P. con el resultado de su demanda de retracto y recurrieron a la Audiencia Territorial de Granada, que tampoco atendió su petición, y al Tribunal Supremo, que el 9 de enero de 1952 les dio la razón a los demandantes. Parece que desde Madrid no se estaba muy al tanto de lo que estaba ocurriendo: que la finca la estaba trabajando J. C. y que los P. jamás habían trabajado en el campo. No obstante, en la sentencia del Supremo Tribunal podemos leer: «Que si la ética del vendedor arrendaticio que al realizarse nueva transmisión, ya presumida antes de la otra suya, ejerce el derecho de retracto, puede ser digna de agrios comentarios, no basta para privarle de derechos».
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En la petición al juzgado de Marbella para que se acatara el fallo intentaron pervertir la sentencia Suprema, pretendiendo confundir con las lindes de las tierras para «a río revuelto.» ampliar la finca; el juez Gómez de la Barcena desestimó la demanda y condenó en costas a los demandantes, que no se rindieron y acudieron a la Audiencia de Granada que ratificó el fallo anterior.
Finalmente, el 29 de agosto de 1952, se escrituró la venta de Ferarco a los hermanos P..
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