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Eduardo Rodríguez Bejarano, natural de Córdoba, es licenciado en Biología por la universidad de su ciudad y doctor por la de Sevilla. En Málaga es catedrático de Genética y desde marzo director del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea, un centro mixto de la UMA ... y el CSIC. Con un equipo de 215 trabajadores, entre investigadores de plantilla, doctores, estudiantes de doctorado y técnicos, desarrolla más de 50 proyectos de investigación autómicos, nacionales e internacionales, y 30 contratos y convenios con entidades privadas, que reportan al centro unos ingresos de 3,5 millones al año.
–Llega a la dirección del IHSM después de unos años duros, en los que las dificultades presupuestarias pusieron en un serio aprieto el proyecto. ¿Temió en algún momento de los años de crisis económica por el futuro del instituto?
–Aunque en varias ocasiones temimos por el desarrollo del proyecto, lo cierto es que nunca perdimos la ilusión por verlo realizado. A lo largo de los doce años que nos ha llevado transformar una idea en una realidad hemos sobrevivido a una gran crisis económica y a otra sanitaria, pero gracias al apoyo recibido de nuestras dos instituciones, nunca hemos dudado que lo conseguiríamos.
–¿Qué queda por terminar del edificio, qué presupuesto tienen estas obras pendientes?
–Nos queda por completar las instalaciones en la planta baja, que corresponden a espacios comunes como el salón de actos o un comedor, y dotar a toda la tercera planta del mobiliario e instalaciones necesarias para su funcionamiento como laboratorios de investigación. El presupuesto aproximado para completar estas actuaciones, que esperamos tener finalizadas para diciembre de 2023, es de 2,5 millones de euros.
–¿Con cuantos investigadores, becarios y colaboradores de la UMA y del CSIC cuenta el IHSM?
–Actualmente el instituto cuenta con una plantilla de 215 trabajadores, de los que hay 40 investigadores de plantilla, además de 38 doctores y 43 estudiantes de doctorado contratados a través de diversos programas europeos, nacionales o autonómicos. La plantilla se completa con técnicos de laboratorio, y personal de administración y servicios. Una de las principales características del instituto es su alto grado de colaboración científico-técnica. Los investigadores del IHSM mantienen colaboraciones muy intensas con numerosos grupos de investigación nacionales y extranjeros, siendo especialmente numerosas las que se desarrollan con centros localizados en Europa y América. En los últimos años también se ha producido un incremento en los intercambios con países asiáticos.
–Una importante fuente de financiación serán los proyectos nacionales y europeos que se desarrollan en el centro. ¿Cuántos tienen ahora mismo en marcha y a cuánto ascienden?
–En este momento en el centro se está desarrollando más de 50 proyectos de investigación dirigidos por investigadores del IHSM La Mayora procedentes de convocatorias públicas competitivas a nivel autonómico, nacional e internacional. Además de estos proyectos, existen más de treinta contratos y convenios con entidades privadas. El importe ingresado por el centro por estas actividades de investigación asciende aproximadamente a 3,5 millones de euros al año.
–La crisis se llevó por delante algunos aspectos interesantes del proyecto inicial, como la bioclimatización o un tercer módulo. ¿se podrían recuperar esas ideas iniciales?
–Por supuesto que sería posible. Durante la construcción del edificio se tuvieron en cuenta estos aspectos para que se pudieran abordar cuando se dispusiera de los fondos necesarios. La construcción del tercer módulo implicaría disponer de un 35% más de espacio para laboratorios y despachos, lo que permitiría afrontar el crecimiento que se produzca en los próximos años. A corto plazo, lo más relevante sería el acometer los aspectos relacionados con la bioclimatización y las medidas de ahorro energético. En la situación económica y medioambiental en la que vivimos resulta esencial apostar por estas medidas con la mayor urgencia posible.
–Un centro mixto, en este caso de la UMA y el CSIC, ¿conlleva dificultades en su organización y funcionamiento? ¿Cómo es el entendimiento entre ambas instituciones?
–La organización y funcionamiento de cualquier centro de investigación de las dimensiones del IHSM La Mayora requiere de un esfuerzo importante. Esta complejidad adquiere un nivel mayor en el caso de la de los centros mixtos, ya que precisa de personal que entienda el 'lenguaje administrativo' de ambas entidades. Sin embargo, esta dificultad se ve compensada por los beneficios que se obtienen tanto desde el punto de vista científico, como de accesibilidad a recursos humanos y económicos. Para que este escenario funcione correctamente es fundamental que exista una buena colaboración entre las dos instituciones a las que pertenece el centro.
–Y, ¿cómo ha sido este entendimiento entre UMA y CSIC?
–En el proyecto del IHSM La Mayora el entendimiento entre la Universidad de Málaga y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas ha sido extraordinario. Desde que en 2010 se inició el proyecto del instituto, las dos instituciones no han dejado de apoyarlo, lo que ha sido esencial para sacar adelante la propuesta superando todos los obstáculos que nos hemos encontrado en el camino. Lo que ha ocurrido entre nuestras instituciones es un ejemplo de colaboración que espero sirva de guía para otros proyectos.
–Y a nivel personal, entre los investigadores de uno y otro, ¿cómo está siendo esta colaboración?
–El instituto nace de una red de colaboraciones que ya existían entre investigadores de la Estación Experimental La Mayora y de la Facultad de Ciencias de la UMA. Esas colaboraciones fueron, en gran medida, uno de los pilares para la creación del instituto mixto. La consolidación del proyecto está sirviendo para ampliar y potenciar en este aspecto tan fundamental para la investigación.
–Tener dos centros separados físicamente por casi 50 kilómetros de distancia, ¿qué inconvenientes genera? ¿Y ventajas?
–La combinación de la nueva sede de Teatinos y la estación experimental representa una extraordinaria oportunidad para que podamos generar un instituto de investigación de referencia a nivel internacional. Este modelo de centro que dispone de un edificio en un campus universitario y una finca experimental de las características de la Estación Experimental La Mayora es único en España, pero es común en otros países con larga tradición en investigación en agricultura. A pesar de que la separación espacial entre las dos sedes va a requerir un esfuerzo organizativo adicional para facilitar el movimiento entre las mismas, la combinación de oportunidades que representa las dos sedes compensa significativamente el mismo. La cercanía a la comunidad universitaria, a sus instalaciones y servicios que proporciona la sede de Teatinos, junto con las posibilidades de experimentación y la cercanía al sector que proporciona la estación experimental, hacen del IHSM La Mayora un proyecto único a nivel europeo.
– Con un instituto mixto de estas características se echa de menos unos estudios en el ámbito de la agronomía. ¿Debería la UMA apostar por estas enseñanzas?
–Ustedes investigan en la mejora genética de las variedades. ¿Qué diferencia hay con los alimentos transgénicos?
–La mayor parte de los alimentos vegetales que consumimos proviene de variedades que ha generado el ser humano mediante sistemas de selección genética que ha permitido la combinación de genes dentro de la misma especie e incluso de distintas especies mediante cruzamientos. A partir del re-descubrimiento de las leyes genéticas en el siglo XX, este procedimiento se ha hecho 'tradicionalmente' de forma bastante intituitiva, generando mezcla de genes al azar y seleccionando aquellas combinaciones que presentaban las características más interesantes para el mejorador genético. Esas combinaciones 'incontroladas' de genes han permitido generar variedades con mayor productividad y resistencia a enfermedades, cuya ingesta no ha generado dudas entre los consumidores. Los tomates, fresas, melones, son algunos de los muchos ejemplos exitosos de esta estrategia. El desarrollo de técnicas de identificación y estudio de genes está permitiendo optimizar el proceso utilizando sistemas que facilitan un mayor control sobre esas combinaciones génicas. Un paso más en la selección dirigida sería el empleo de la transgenia, que permite la introducción en el genoma de un organismo, por medio de técnicas de ingeniería genética, de un gen ya conocido y estudiado.
–A usted, como catedrático de Genética, qué opinión le merecen los alimentos transgénicos? ¿Serán necesarios para alimentar a una cada vez mayor población humana?
–Desde el punto de vista de seguridad alimentaria, los alimentos transgénicos son los alimentos que menor riesgo representan para la salud humana, ya que además de conocer con exactitud el origen y las características de los cambios genéticos generados, son productos sometidos a unos controles de calidad, por los que seguramente no pasarían mucho de los alimentos 'no transgénicos' obtenidos mediante mejora genética tradicional que hoy consumimos. La transgénica o la edición genética son herramientas extraordinarias para mejora la calidad y sostenibilidad de la agricultura. Estas técnicas, de mano de la mejora genética tradicional, nos van a ayudar a mejorar la calidad y variedad de la alimentación y a reducir el impacto ambiental que tiene la producción agrícola. La demonización que se ha producido en Europa de estas tecnologías no tiene, desde mi punto de vista, ninguna razón técnica y responde más a intereses políticos y sociales. Tenemos que aprovechar las posibilidades que nos dan estas tecnologías para mejorar la producción agrícola y reducir el tremendo impacto ambiental que conlleva la agricultura.
–La formación es uno de los objetivos básicos del proyecto del IHSM La Mayora. En ese sentido se están haciendo esfuerzos dirigidos a poner en valor la capacidad de formación del centro, tanto a nivel de especialización técnica del sector, como de formación profesional y universitaria. A lo largo de estos años, y bajo el paraguas de nuestras instituciones, se han impartido cursos de especialización para técnicos del sector, cursos que han tenido una gran demanda. Estas actividades se quieren completar con la participación en la creación de módulos en Formación Profesional y de un máster oficial que sea referencia internacional en el campo de hortofruticultura. En este sentido estamos trabajando con la UMA y el CSIC para intentar implementar esta formación en el curso 2023/24.
– Los subtropicales se están encontrando con el problema de la falta de agua. Hay agricultores que ya están arrancando árboles. ¿Teme que se pueda dar un sobreexplotación de subtropicales?
–Todos los modelos de cambio climático indican que estas situaciones de sequías prolongadas van a ser cada vez más frecuentes en la cuenca Mediterránea. Lo que hay que hacer es seguir trabajando en intentar adaptar estos y otros cultivos a la nueva situación. Para ello, es fundamental dimensionar la expansión de los mismos en función del agua disponible.
–¿Cómo se puede conseguir este equilibrio?
–Por un lado, aumentando la disponibilidad de agua para riego, tanto mediante la reutilización de agua procedente de depuradoras (y para ello hay que, por un lado, evaluar los efectos a largo plazo de este tipo de aguas en cultivos leñosos y, por otro, asegurar una disponibilidad de un agua para riego de plenas garantías) como mediante la desalinización de agua marina, que es una alternativa muy interesante en zonas costeras, idealmente asociada al uso de energías renovables. Por otro lado, hay que seguir avanzando en la optimización de los sistemas de riego. Finalmente, todos los trabajos de investigación que se realizan enfocados a aumentar la productividad por hectárea tienen como resultado directo un impacto en reducir la huella hídrica por kilogramo de fruta producida.
–¿Se pueden reproducir esas imágenes de agricultores arrancando árboles?
–Sí, si no solucionamos el problema del agua se podrán reproducir. Y hay que incidir en la mejora de la comercialización, otro problema importante.
–¿Puede ser un problema difícil de controlar introducir cultivos de otras latitudes. ¿En qué condiciones o bajo qué supuesto se deberían autorizar estos cultivos?
–La agricultura en zonas con escasez de agua, como la cuenca Mediterránea, tiene como base el regadío. De hecho, en un contexto de cambio climático como el actual los cultivos de secano son los que más sufren, ya que ante la ausencia de precipitaciones no hay mucho margen sobre el que actuar. La mayor parte de los cultivos en España son foráneos y nuestro reto es optimizar su manejo para hacerlo cada vez de forma más sostenible.
–¿Qué futuro prevé para los cultivos subtropicales en Andalucía?
–Andalucía tiene la oportunidad de poner aún más en más valor su situación como la principal región europea productora de cultivos frutales subtropicales. El mercado exige cada vez más productos con un menor impacto ambiental y en el caso de estos cultivos Andalucía tiene varias ventajas comparada con la producción de los mismos en países lejanos. Por un lado, se producen con una mucho menor huella de carbono por transporte. Por otro lado, gracias a la estricta normativa europea en materia de uso de productos fitosanitarios, el manejo de los mismos es mucho más sostenible que el que se realiza en otros países. Además, al ser cultivos de relativamente reciente introducción en Andalucía, la presión de plagas y enfermedades es mucho menor que la que existe en otros países, lo que facilita el cultivo ecológico. Finalmente, al estar tan cerca del consumidor final, la calidad de estas frutas es más alta que la producida en otros lugares puesto que se pueden recolectar en su punto óptimo de maduración.
–En qué otras frutas subtropicales están investigando y qué posibilidades de desarrollo prevén.
–Gran parte de la investigación se ha centrado en los tres principales cultivos subtropicales en nuestra región, aguacate, mango y chirimoyo, de las cuales tenemos colecciones de variedades únicas en Europa. De otros cultivos tenemos también valiosas colecciones varietales y un paquete tecnológico adecuado para su cultivo; entre ellos podemos citar litchi, longan, carambola, lúcuma, papaya, pitahaya, macadamia, fruta de la pasión, guayaba o diferentes tipos de zapotes. Otros son más complicados por sus requerimientos climáticos más estrictos, pero estamos también intentando ver si su cultivo es viable; entre ellos podemos citar el cacao, el café o la guanábana.
–El cambio climático es una preocupación generalizada. ¿En qué medida puede afectar a este tipo de cultivos, en concreto en nuestra provincia o la vecina Granada?
–El cambio climático está afectando a la producción de alimentos a nivel global. En nuestro caso, los principales retos a los que nos tenemos que enfrentar es la menor disponibilidad de agua y la más frecuente aparición de fenómenos climáticos adversos como episodios de vientos más intensos o episodios de temperaturas más extremas tanto más elevadas en verano como más frías en invierno.
–Una pregunta doméstica. Muchos consumidores se quejan de que la fruta o las hortalizas 'no saben como antes'. ¿Tiene usted esa misma percepción?
–Creo que, de una forma u otra, todos compartimos esta sensación. El sabor es una característica compleja que tiene un componente genético y otro ambiental. A lo largo de los últimos 70 años, los mejoradores genéticos han concentrado su trabajo en mejorar las características de producción y resistencia a enfermedades de los cultivos. Esta estrategia ha producido, como efecto colateral, que las características genéticas que determinan el sabor se hayan 'diluido'. Sin embargo, en los últimos años, y con la llegada de técnicas que están permitiendo identificar los genes implicados en el sabor y aroma, se está haciendo un gran esfuerzo para devolver y mejorar este aspecto tan importante a los productos agrícolas. Creo que en los próximos años asistiremos a una mejora importante en este sentido de la calidad de las frutas o hortalizas que se consumen.
–El IHSM es el responsable del desarrollo de los cultivos subtropicales en la costa de Málaga y Granada, o de la fresa, que comenzó en la Axarquía pero luego se llevó a Huelva, donde había mejores terrenos. ¿Cree que la sociedad conoce y valora esa aportación a la economía andaluza?
–En el caso de la fresa, aunque el cultivo ya existía en España desde hace siglos, el IHSM fue responsable de dar un salto cualitativo en el cultivo en las condiciones cálidas del sur de España gracias a la introducción de variedades californianas y al desarrollo de tecnologías novedosas para su implantación, inicialmente en Algarrobo y, posteriormente, su transferencia a Huelva. En el caso de los cultivos subtropicales ya existían algunas experiencias previas fundamentalmente en aguacate y chirimoyo, pero la explosión de estos y otros cultivos frutales subtropicales que han cambiado la agricultura de la comarca han ido de la mano de las investigaciones desarrolladas en el IHSM. Con el tiempo, el IHSM La Mayora se ha convertido en un centro de referencia en investigación en estos cultivos no solamente a nivel regional o nacional sino internacional y cada vez más la sociedad andaluza es más consciente del papel tan relevante que ha jugado la investigación pública en el desarrollo de estos cultivos.
–La colaboración entre el CSIC, con la Mayora, y la UMA en este IHSM se remonta a 2010. ¿Qué balance puede realizar de estos 12 años de instituto mixto?
–La colaboración entre el CSIC y la UMA a lo largo de estos doce años transcurridos ha sido excelente. Aun en los momentos más complicados económicamente, en los que parecía que el proyecto no saldría adelante, no hemos dejado de percibir el apoyo e interés de las dos instituciones. Este apoyo ha sido crucial para que en 2022 la propuesta que se hizo en 2010 se haya plasmado en una realidad.
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