Escritora, ensayista, profesora universitaria o investigadora en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas son solo algunas referencias del extenso currículum de ... Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973). Cuenta con varios premios por sus libros, entre otros el Málaga de Ensayo en 2013 por '(H)adas' o el más reciente Internacional de Ensayo Jovellanos. Colaboradora habitual en prensa y asesora o directora en proyectos científicos, sus trabajos ofrecen una mirada crítica sobre la nueva sociedad tecnológica, la relación del hombre con las máquinas o la nueva sumisión al trabajo. Este miércoles participó en un coloquio del ciclo 'Reinventando', organizado por la Fundación General de la UMA.
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–En este coloquio en la UMA, ustedes (con el politólogo de la Universidad de Granada Rafael Vázquez y el profesor de la UMA Sebastián Escámez) reflexionaron sobre las consecuencias de las prisas o el ritmo acelerado en la Universidad. Hay urgencia por publicar, por hacer currículum...
–Todo conocimiento requiere tiempo y concentración. Sin embargo, desde hace años la universidad está sometida a lógicas de mercantilización y precariedad que orientan a los investigadores y profesores a estar inscritos en constantes procesos de evaluación y producción protocolizada y competitiva, acumulando méritos y números, no necesariamente generando mayor valor ni conocimiento.
–¿Qué consecuencias tiene para la institución?
–Las consecuencias para la universidad son importantes, pues se pone en riesgo el corazón crítico del que se espera dotación de sentido y de un valor no mercantilizado. Quiero decir que hay riesgo para la concentración, para la diversidad, para investigaciones más lentas cuyos resultados son inciertos, riesgos de desafección con el trabajo y también para normalizar la precariedad y dificultar la acción colectiva.
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–No podemos olvidar que la universidad es docencia, ¿qué supone para los alumnos y su aprendizaje ese ritmo acelerado por publicar o investigar?
–La docencia es parte esencial del cuerpo de la universidad, pero la investigación es también parte imprescindible. No podemos entender una sin otra. Sin investigación las universidades vivirían en el pasado y estarían desconectadas de la vida y del presente. Las consecuencias de una universidad acelerada no son solo para el trabajo y la vida de los profesores sino para el proceso de creación de conocimiento mediante la educación. La universidad no es un sumatorio sino más bien un organismo donde lo que ocurre en el aula está profundamente relacionado por la forma en que investigamos, compartimos conocimiento y creamos condiciones para que este se desarrolle en los estudiantes desde un pensamiento propio, cultivado y crítico.
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–Usted es investigadora en el Instituto de Filosofía del CSIC. La nueva ley educativa, la LOMLOE, ha reducido las horas de docencia de Filosofía en ESO y Bachillerato. ¿Qué puede suponer para los alumnos tener menos horas de Filosofía?
–La filosofía tal como la entiendo es esencial para ayudar a las personas a desarrollar ese pensamiento propio del que hablaba, para que el conocimiento no sea como un vestido que uno se pone sin verse afectado, sino como algo ganado que va formando parte de lo que somos y nos ayuda a ser más libres. En un mundo dominado por el capital y sumamente complejo como el contemporáneo formarnos y entrenarnos en el pensar (en la curiosidad, en la imaginación, en el debate, en lo difícilmente narrable...) es importante para un mundo que, además, delega gran parte de la actividad cognitiva a las máquinas –ante la duda siempre hay una que contesta rápido y nos libra de «pensar»?–. Un problema sin embargo en la concepción de la Filosofía es que en muchos centros se sigue limitando a la historia de la Filosofía, perdiendo la oportunidad de integrar esa historia con la interpelación por el presente, por cómo nos ayuda y sirve para la vida.
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–Curiosamente, usted comenzó estudiando Telecomunicación, pero luego se pasó a Bellas Artes.
–...Y después seguí estudiando Antropología y Filosofía. Aprender es algo que siempre debiera motivarnos. Y aunque abandoné Telecomunicaciones a pesar de que me interesaba, la tecnología ha seguido siendo un conocimiento transversal desde entonces y siempre ha estado en mis reflexiones. Si ahora pudiera por unos años dedicarme solo a estudiar me encantaría retomar una ingeniería, o al menos asignaturas de programación. Vistas desde la lente del pensamiento creo que serían muy estimulantes.
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–De una etapa de mitificar la tecnología se ha pasado a una reflexión más crítica, con algunos ensayos como los publicados por usted en los últimos años. ¿En qué momento nos encontramos?
–La tecnología siempre ha generado visiones enfrentadas de filias y fobias. Su potencia transformadora siempre ha estado unida al miedo que genera. En mi caso esa deriva hacia visiones más críticas se debe no a un cambio de mi consideración sobre la tecnología sino al feroz asentamiento de un dominio tecnológico por parte del capital, es decir a que más allá de estar bajo poderes democráticos que contribuyan a avances que mejoren igualdad y mundo, lo que vemos es el predominio de un poder neoliberal que busca mayores beneficios y lucro a menos coste, y que lo hace disfrazando muchos de sus logros tecnológicos de afectivos productos para la mejor vida de las personas.
–El asalto al Capitolio de hace dos años o los recientes acontecimientos en Brasil están muy relacionados con la tecnología, en forma de redes sociales que han contribuido a difundir falsas noticias. ¿Cómo valora estos acontecimientos?
–De distintas maneras, las redes están teniendo un papel importante en la polarización de la sociedad. De un lado, incitan una comunicación más afectiva y superficial, más rápida y apoyada en la impresión frente al mayor tiempo y profundidad que requeriría el pensamiento. Esta celeridad incentivada tiende a favorecer los prejuicios y las posiciones más simplificadas que tienden a acumular números y a construirse frente a 'otro' que opina distinto, sin lugar para matices o consensos. Por otra parte, se genera el espejismo de que en los grandes números que habitan las redes sociales uno puede estar rodeado de gente muy diversa, pero curiosamente la gente termina rodeada de grupos más homogéneos, donde aquel que disiente o piensa distinto es fácilmente desactivado a golpe de botón.
– ¿Podemos estar ante una escalada de violencia alentada desde las redes?
–Estamos ante un problema que viene enraizándose desde hace tiempo y es haber cedido el poder al capital despojado de poder ético y democrático. Cuando lo que moviliza es aumentar ganancias a costa de las consecuencias sociales que genera tenemos un problema. La violencia es antagonista del pensamiento lento y del consenso, y estas dos últimas no se favorecen en las redes. No obstante, se trata de un asunto que habla de la complejidad de la época que vivimos y sus aristas son muchas. Cabría por ello dedicarle una mayor reflexión (y tiempo). Animo a quienes nos leen a pensar y leer sobre ello.
–Por lo que dice, parece considerar que la tecnología no es democrática...
–No, ni mucho menos. La tecnología es compleja y diversa. A lo que me refiero es que no podemos perder de vista el contexto de la tecnología, sus propósitos, su ética, las fuerzas que la promueven. Es en ese sentido que muchas de las tecnologías que hoy se normalizan en nuestras vidas (pienso por ejemplo en las redes sociales) nacen de empresas privadas con intereses mercantiles y monetarios donde los sujetos son los productos. Y lo hacen aunque pareciendo 'espacio público' de socialización, es decir espacio libre donde poder relacionarnos atendiendo a unos derechos y obligaciones similares a los de una plaza pública. Sin embargo su código es un código empresarial orientado a ganar más rigiéndose por la ideología de su respectivo dueño. A eso me refiero con que hay que advertir cuándo la tecnología está regida por fuerzas democráticas o desdibujada en un sistema globalizado y capitalista donde rige meramente el dinero.
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–Esta reflexión crítica sobre el papel de la tecnología, ¿se queda en el terreno teórico o piensa que ya está calando en sectores de la sociedad?
–Esta calando porque la tecnología está normalizada en nuestra vida hasta el punto de condicionarla.
–¿Teme que la tecnología pueda acabar con el pensamiento crítico?
–La tecnología no puede terminar con el pensamiento crítico pero los usos que hacemos de ella, especialmente los usos pensados desde las empresas para convertirnos en más usuarios que pensadores, en más producto que personas, esos lo ponen en aprietos.
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–En estos últimos 50 años, la humanidad ha avanzado científica y tecnológicamente como lo había hecho en varios siglos o milenios anteriores, ¿ve un futuro cercano en el que se toque 'techo' en estos avances?
–La tendencia sigue siendo a avanzar, pero dado que la salud del planeta y de la humanidad se hace más frágil no podemos olvidar que siempre estamos sometidos a presiones, ahora cada vez más a escala global. Somos seres vulnerables, enfermamos y morimos, somos seres sociales que no podemos vivir solos frente a una pantalla.
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–Se habla de una nueva cultura, la generada por esta era digital, la cultura digital, ¿está de acuerdo en esta terminología? ¿Se puede hablar de cultura digital?
–Cultura digital es una expresión ya asentada para referirnos a la cultura mediada por pantallas. Creo que estamos en una suma de transformaciones globales, planetarias y culturales que están conformando un mundo nuevo. Cierto que en tanto vivimos somos dinámicos y siempre estamos en este proceso, pero determinadas confluencias y grados de intensidad en los cambios marcan eso que llamamos nueva época.
–Hay ya grupos y movimientos que abogan por volver a una sociedad menos tecnificada, gente que decide dejar el smartphone, por ejemplo, o las nuevas corrientes de desconexión digital en el trabajo. ¿Cree que puede haber vuelta atrás, o es posible alcanzar un equilibrio?
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–Pienso que la desconexión es un derecho que actualmente no siempre podemos ejercer y hemos de lograrlo. Desconectar es imprescindible para nuestra salud y para la vida humana, pero no la comparto como postura radical. Como casi todo en la vida, las posturas extremas generan conflicto y guerra, mientras que aprender a controlarlo y reivindicar/construir poder y libertad sobre ese derecho me parece clave. Una dificultad es que hay gran control sobre nuestra productividad, pero nadie cuida ni vigila si descansamos o desconectamos de veras.
–En este mismo sentido, la inteligencia artificial, que con tanta velocidad se está desarrollando, la considera ¿una oportunidad, o un peligro más?
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La inteligencia artificial es una fascinante oportunidad para la humanidad, pero atendiendo a los poderes e intereses que la gestionen (mercantilistas, democráticos, éticos...) conllevará muchos cambios que dibujarán un gradiente de oportunidades y peligros.
– Internet y las redes sociales han propiciado una conexión permanente, tanto laboral como personal, ¿qué consecuencias cree que conlleva?
–Los efectos están siendo muchos, pero el más evidente es que cuando la tecnología y la conexión vienen con nosotros el trabajo también viene con nosotros. Las dificultades para desconectar son grandes y generan problemas de ansiedad, estrés y otros más graves. El derecho al descanso y a la desconexión es como el agua o el aire para vivir y se convierten hoy en una primera necesidad.
–En 2022 ganó el premio Jovellanos de Ensayo con 'El bucle invisible', donde aborda la dependencia al trabajo en la era digital. ¿Por qué esta dependencia absoluta? ¿Culpa del trabajador o de las empresas?
–'El bucle invisible' es una continuación de las reflexiones que inicié en 'El entusiasmo' y en 'Frágiles' sobre la transformación del trabajo en la cultura digital. En este último ensayo no se trata tanto de identificar culpas sino de reflexionar sobre las nuevas dependencias derivadas del trabajo mediado por tecnología y por algoritmos. Especialmente cuando se trata de inercias no percibidas y que pasamos por alto porque forman parte de esos estratos no visibles de la tecnología que hoy condicionan de muchas maneras nuestros hábitos,
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–¿Tan mal estamos como para no ser capaces de desconectar ni en vacaciones o fin de semana?
–El trabajo mediado por tecnología se ha convertido en algo líquido que parece que nunca termina. Desde los gobiernos se están haciendo esfuerzos por entender y regular este nuevo escenario pero, entretanto, la sensación de falta de tiempo es algo que se extiende y que dificulta la vida que no es trabajo y, diría más, el pensar mejor esa vida y ese trabajo.
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