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¿Por qué renunciar a algo si con esfuerzo se pueden hacer las cosas que a uno le gustan? Después de diez años en las enseñanzas elementales y profesionales de música, estos jóvenes tienen que tomar una difícil decisión: continuar sus estudios en un conservatorio superior o dejarlos para irse hacia carreras que puedan tener una mejor salida profesional. En los conservatorios elementales y profesionales de la provincia estudian este curso 4.180 alumnos. Solo 362 llegan al Conservatorio Superior de Málaga. Unos pocos se atreven con las dos carreras, la musical y la universitaria. Es el caso de Pilar (Fagot y Educación Primaria), Joaquín (Chelo y Derecho), Viki (Enfermería y Flauta), Julia (Flauta y Matemáticas) o Iván (Trompa e Ingeniería de Software), cinco jóvenes que compaginan sus estudios en la Universidad de Málaga y en el Conservatorio Superior de Música.
Pilar Arrabal Castaño es, con solo 22 años, la veterana de este grupo de valientes. Acaba de terminar Educación Primaria, con una nota media de 8,5, y está en tercer curso en el Conservatorio Superior. El sonido del fagot le gustó cuando lo escuchó en la audición que hacen los profesores para los alumnos que llegan al conservatorio y tienen que elegir instrumento. «Nunca me he arrepentido», dice sobre aquella decisión, que tomó con solo 9 años. Todos los cursos de elemental y profesional los estudió en el Manuel Carra. Viki García Crespillo estudió en Triarte piano y para el Superior se cambió a flauta. El primer año consiguió plaza en Jaén, y tuvo que repetir la prueba de acceso para poder estudiar en Málaga. Le gustan los dos instrumentos, pero encuentra que la flauta tiene una dimensión «más social». Como la carrera que estudia en la UMA, Enfermería. «Sentirte útil, que puedes ayudar a otras personas te cambia la manera de ser», afirma la joven, de 21 años.
Julia Reina Martín (19 años) compagina sus estudios de Flauta con los de Matemáticas. En ambos casos está en segundo curso. En el Mare Nostrum estudió el Bachillerato musical y el grado profesional en el Martín Tenllado. Hasta que llegó a Bachillerato tenía muy claro que quería dedicarse a la música, pero las Matemáticas le gustaban cada día más, hasta que «me animé a hacer las dos carreras».
También estudió en el Martín Tenllado Iván Delgado Alba, ahora alumno de primer curso en el Superior y en Ingeniería de Software. Eligió la trompa «un poco por capricho; la verdad es que con 8 años no puedes tener las ideas claras sobre el instrumento. Después, con el tiempo, te enamoras de él», reconoce. La informática, los ordenadores, saber sobre todo cómo funcionan, siempre le han interesado, por lo que también tenía muy claro que quería estudiar esta carrera.
Los estudios de música se complican mucho más cuando se vive en un pueblo. Joaquín Carbajo Ramos, de 19 años, es natural de Villarrasa, un pueblo de la comarca del Condado onubense. Tres días a la semana tenía que ir a Sevilla, al Conservatorio Profesional Cristóbal Morales. Solicitó el Superior de Sevilla para continuar sus estudios de Chelo, pero consiguió plaza en el de Málaga. Para este curso ya se ha matriculado en Derecho en la UMA.
Los cinco jóvenes coinciden en las dificultades que tienen para compaginar las dos carreras, las incompatibilidades de horarios y la carga de trabajo que tienen que asumir. «Los horarios son una locura, hay que hacer malabares para cuadrar conservatorio, carrera y prácticas», señala Viki. Enfermería, como Educación Primaria, tienen bastantes horas de prácticas, por lo que Pilar tiene el mismo problema: «Las prácticas en los colegios son por la mañana, cuando tengo las clases del Conservatorio. Así que he tenido que pedir favores para cambiar horarios».
Con el Conservatorio Superior en El Ejido, y las facultades en las que estudian en Teatinos, el día para ellos es un «ir de un sitio para otro para asistir a clase, hacer los trabajos que te mandan y sin olvidar nuestras horas de trabajo en casa», dice Joaquín.
En su situación, saber organizarse y aprovechar el tiempo resultan fundamentales. «Siempre tienes una montaña de trabajo acumulado, y es frustrante ver que no se reduce. Quieres hacer muchas cosas, pero no hay tiempo. Al final vas al día, priorizando lo más inmediato, hacer un trabajo o prepararte un examen», señala Julia. Iván lamenta las pocas facilidades que les dan en la Universidad, al menos en su caso. No les permiten mezclar turnos y en el Conservatorio la elección de horario de mañana o tarde se hace en función del apellido. «Así que es cuestión de suerte que te toque un horario bueno o uno desastroso».
Además de sus horas de clase en la Universidad y en el Conservatorio, y el estudio para preparar exámenes, la música requiere de un trabajo individual, de varias horas diarias dedicadas a su instrumento. Algunos incluso tocan en bandas u orquestas: Pilar Arrabal ha estado cinco años en la banda de La Paz y ahora toca en la de su pueblo, Casabermeja. Joaquín dedica a la trompa unas dos horas diarias. Comparte piso con otros dos jóvenes músicos, y en alguna que otra ocasión han tenido quejas «comprensibles», dice, por parte de sus vecinos. Toca en la Orquesta Joven y en grupos de cámara. Viki reconoce que debería tocar dos o tres horas al día, pero que no siempre puede dedicarle este, lo que le hace sentirse mal porque «sabes que con más dedicación te saldría mejor». Además de sus estudios, toca y enseña en la banda de La Paz.
Como corresponde a su edad, el ocio y los amigos también son importantes. «Procuro dejar algún tiempo para los amigos, cuando estoy algo más liberada, aunque es complicado», reconoce Julia. Iván señala que algunos amigos no llegan a comprender que estudia dos carrera y «no me puedo permitir el lujo de salir tanto como ellos».
En general, lamentan que su esfuerzo y trabajo esté poco reconocido: 4 años de estudios elementales, 6 de profesionales y ahora otros 4 años superiores. Por esto, Iván y Joaquín apuntan que los estudios superiores ya deberían estar considerados universitarios, como sucede en otros países.
Si la música les quita tiempo, en cambio les da otras muchas cosas. «Nunca ha sido una carga; al contrario, ha sido como un alivio contra el estrés», afirma Pilar. «Es un sacrificio, a mí me da mucho más de lo que me quita, quizás duermo algo menos, pero levantarme para tocar o para ir a las prácticas al centro de salud no me pesa», dice Viki. También les ha permitido viajar, conocer y hacer buenos amigos o mejorar su capacidad de trabajo y autocontrol, como explica Julia.
Para todos, el futuro está muy abierto: Como maestra de Primaria, la opción de Pilar pasa por la educación. Joaquín también piensa en la docencia, con la música, y estudia Derecho por interés y por tener una salida profesional más. Julia no sabe aún a qué se dedicará: «unos días pienso que a la música, otros que a las matemáticas. Así que procuro llevar las dos al día porque no sé en qué momento me voy a decidir». A Iván también le gustan las dos cosas. «De haber pensado en las salidas profesionales estaría estudiando solo Ingeniería de Software», afirma. «Es como si te preguntan a quién quieres más, si a papá o a mamá», expresa gráficamente Viki. En esa encrucijada, ellos han elegido a los dos, la universidad y la música.
Joaquín Carbajo
Desde joven sabe lo que es sacrificarse por la música. Natural de Villarrasa, un pueblecito de Huelva, tenía que ir tres días en semana a Sevilla para cursar el grado profesional. Consiguió plaza en Málaga y después de un año se matriculó en Derecho. Toca en grupos de cámara y en la Orquesta Joven de Andalucía.
Viki García Crespillo
Estudia primero de Flauta y segundo de Enfermería. Afirma que ha tenido que hacer «malabares» para cuadrar horarios y que la noche es su mejor aliada para ganar horas al día. Un sacrificio que hace con gusto, como madrugar para ir a las prácticas a un centro de salud.
Iván Delgado Alba
Agradecería algo más de comprensión por parte de los profesores de la UMA, que en muchos casos no les permiten cambios de grupo. Está en primero de Ingeniería de Software y de Troma en el Superior, estudios que, opina, deberían ser considerados universitarios.
Julia Reina Martín
Hasta que en Bachillerato se cruzaron en su camino las Matemáticas, tenía claro que quería dedicarse a la música. Ahora lleva las dos carreras (está en segundo) porque no sabe bien por cuál de ellas se decantará. Organización y saber priorizar son fundamentales para aprovechar al máximo su tiempo.
Pilar Arrabal Castaño
Con 22 años, ha terminado Educación Primaria y está en tercero en el Conservatorio. Lo más difícil ha sido compaginar horarios de clase y, en su carrera, las prácticas en colegios. Toca en la banda de su pueblo, Casabermeja y durante cinco años estuvo en la de La Paz.
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