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Los estudiantes erasmus malagueños están siendo víctimas de estafas, engaños y abusos en su intento de buscar alojamiento en Italia. Un problema, el de la vivienda, que afecta a otros países de destino, de igual manera que los extranjeros que vienen a España o a ... Málaga sufren también las consecuencias de la escasez de viviendas de alquiler.
Pero en Italia, a los problemas de la vivienda se une la picaresca y las actitudes de abuso e incluso las estafas de las que están siendo objeto los jóvenes. Así, por ejemplo, Álvaro paga 660 euros por una habitación en Milán. Gabriel tenía una habitación apalabrada y cuando llegó a Pavia se encontró con que el propietario se la había alquilado a otro estudiante que le pagó 100 euros más. Julia, Ignacio y David llevan dos semanas durmiendo en albergues religiosos a la espera de poder entrar el 1 de octubre en el piso que tienen alquilado.
Álvaro Lozano es estudiante del grado en Ingeniería en Tecnologías Industriales en la UMA. En su caso estudiará en la Politécnica de Milán durante todo este curso. Ha podido comprobar que se trata de una ciudad «muy cara». Paga 660 euros por una habitación en un piso en el que hay 9 estudiantes. «Pensaba que me habían engañado con el alquiler, pero viendo lo que están pasando otros compañeros de erasmus me da la impresión de que soy afortunado», dice el joven desde Milán. Explica que en los grupos de Whatsapp son muchos los que se quejan de la situación, de los precios abusivos y del trato que están recibiendo. «Algunos propietarios alquilan solo por un mes, y cuando acaba echan a los alumnos para meter a otros a los que cobran más».
Un abuso y engaño que también está sufriendo en primera persona Gabriel Auñón. Malagueño, ha estudiado Física en Granada y tiene la beca Erasmus prácticas para trabajar durante todo el curso en el Laboratorio de Energia Nuclear Aplicada de Pavia. Desde junio está buscando piso en la ciudad, y se ha tenido que marchar la semana pasada sin tener un alojamiento asegurado. Con otras dos chicas erasmus con las que contactó por redes sociales y que también están en Pavia encontró pronto un piso. Hablaron de un alquiler de 1.100 euros mensuales y acordaron con el casero el precio. Pero unas semanas antes de viajar les subió 300 euros de alquiler. Los chicos rechazaron pagar ese precio: «pensamos que no sería complicado encontrar alojamiento», señala, ahora arrepentido de aquella decisión. Por los grupos de alquiler de Facebook encontró una habitación. No era cara, 275 euros, más 300 de comunidad a pagar entre dos personas. Días antes de partir, pidió al compañero de piso que le hiciera un vídeo del piso y de su habitación. Gabriel y su familia no salían del asombro al comprobar que la habitación que le alquilaban era el salón de la vivienda y su cama, un sofá-cama. «Le pregunté si el salón era de uso exclusivo para mí, que no me hubiera importado dormir en un sofá-cama. Pero no, el salón es compartido», dice.
Gabriel sigue recorriendo inmobiliarias de Pavia, hasta ayer mismo sin éxito. Puede dormir en la habitación que tienen otros erasmus a los que conoció. Son tres en una habitación y en un apartamento que no tiene luz. «El propietario dio de baja el contrato cuando terminó el anterior alquiler y tenemos que esperar unos días a que vuelvan a conectarla», dice, asombrado, el joven malagueño. Entre tanto, tienen que ir a bares o a la estación de tren para al menos poder cargar sus móviles.
Gabriel también ha sido víctima de abusos y engaños. La noche antes de salir hacia Pavia encontró una habitación. Le interesó el precio, 500 euros, pero cuando llegó allí el propietario la había alquilado a otro estudiante por 600 euros.
La historia de Julia, Ignacio y David no es menos rocambolesca. Son estudiantes del doble grado en Informática y Matemáticas. Los problemas comenzaron en Málaga tiempo atrás, ya que este nuevo grado no tenía movilidad Erasmus y han tenido que realizar largos trámites administrativos para encontrar facultades que les convalidaran las asignaturas mediante los acuerdos de colaboración que han sido una novedad en su caso.
El grupo de estudiantes contactó con el propietario de un piso por Facebook. Les envió fotos, les gustó el piso y acordaron el alquiler, que pagaron por Pay Pal. Julia, Ignacio y David viajaron el lunes pasado a Roma. Quedaron con el propietario en verse en la puerta del edificio cuando llegaran a Roma. Ya en la ciudad, volvieron a contactar con el propietario, que no les contestaba los mensajes. En la puerta del edificio esperaron varias horas, hasta que llamaron a un chico erasmus de Italia para contarle lo que les pasaba y les dijo que sin duda habían sido estafados.
La Universidad de Málaga, a través del Vicerrectorado de Movilidad y Cooperación Internacional, sigue de cerca los problemas de algunos eramus de la UMA, según indicó la vicerrectora adjunta, Beatriz Blázquez. En concreto, una chica en Ferrara y otro grupo de estudiantes en Roma. El Servicio Español para la Internacionalización de la Educación, que gestiona la movilidad Erasmus, ha recordado a las universidades que los acuerdos internacionales obligan a la universidad de destino a prestar a los alumnos la ayuda necesaria y a informarles de las posibilidades de alojamiento en la ciudad a la que llegan.
En el caso de Italia, la vicerrectora adjunta explica que se ha pasado de 132 a 180 estudiantes erasmus. E insiste en que la carta de garantía Erasmus obliga también a perseguir cualquier tipo de fraude o discriminación en la ciudad de destino. Beatriz Blázquez indicó igualmente que desde las universidades se ha pedido al SEPIE que agilice el abono de las becas, para que los estudiantes cuenten con el dinero necesario para hacer frente a estos importantes gastos de alquiler.
Desde entonces, han recorrido hoteles y albergues religiosos para poder pasar la noche. En un hotel les dejaron una habitación doble con cama supletoria para pasar la primera noche. «Parece que el recepcionista se compadeció de nosotros y nos buscó una habitación para los tres», cuenta Julia. Empezó entonces un largo peregrinar por inmobiliarias y búsqueda incesante por internet. «Fuimos a 8 o 9 inmobiliarias en una tarde, y en todas nos decían lo mismo, que estaba todo alquilado». Su desesperación les llevó a buscar también alojamientos turísticos, pero les niegan el alquiler por ser estudiantes. Han pasado por albergues religiosos y también una chica les dejó espacio en su habitación compartida para que los malagueños dejaran sus equipajes y pudieran seguir buscando por la ciudad.
Ya han encontrado un piso, que han reservado y confirmado por internet, pero no les entregan las llaves hasta el 1 de octubre. «Si hubiera sabido que tendría estos problemas no habría venido sin tener un piso asegurado, o directamente habría renunciado al erasmus», señala Julia.
En otros casos, la desesperación de algunos estudiantes españoles les ha forzado a regresar a sus ciudades de origen, renunciando al año de estudios en universidades italianas.
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