Difundir la lengua y la cultura española, vivir una experiencia internacional, mejorar su nivel de idiomas y tener un pequeño sueldo son alicientes más que tentadores para muchos jóvenes que acaban de terminar la carrera y buscan abrirse un hueco en el mundo laboral. Para ... los que han estudiado carreras relacionadas con los idiomas, la figura de auxiliar de conversación es una opción que cada año gana adeptos. De la Universidad de Málaga hay medio centenar de graduados que este curso están trabajando como auxiliares de conversación en institutos de diferentes países, de los 858 a nivel nacional. Cynthia, Alfonso, Irene y María cuentan su experiencia.
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Cynthia Martín Sánchez, de 23 años, vive en Alhaurín de la Torre y es maestra de Inglés (Educación Primaria). Acabó la carrera en 2021. «Siempre había querido vivir fuera, por la experiencia y por seguir perfeccionando mi inglés», señala. Mientras preparaba las oposiciones de 2022 salió la convocatoria para ser auxiliar de conversación para el curso actual y decidió inscribirse «ya que no sabía qué iba a pasar ni qué iba a hacer cuando acabase las oposiciones, ya que no tenía casi opción a conseguir plaza, por lo que mi idea era estudiar al máximo para sacar la mayor nota posible y que me llamasen de interina».
En mayo le comunicaron que no había sido seleccionada para trabajar como auxiliar, pero que se quedaba en la lista de espera. «Me olvidé del tema y seguí con mis estudios. Realicé las oposiciones, saqué buena nota y actualmente me encuentro en la lista para que me llamen a trabajar, con esperanzas de que sea el curso que viene». Mientras tanto, buscó clases particulares para trabajar y se matriculó en el máster de Mediación y resolución de conflictos. «A mediados de septiembre recibí un correo que me comunicaba que finalmente, por renuncias de los anteriores solicitantes, se me concedía la plaza de auxiliar de conversación en Irlanda y tenía tan solo 24 horas para decidir. No me lo pensé, ya que no tenía esperanzas de que me llamaran para trabajar de la bolsa este curso y no tenía ninguna esperanza laboral en España».
En concreto, Cynthia Martín está trabajando como auxiliar de conversación en Mungret Community College, un instituto situado en el barrio de Mungret, en la ciudad de Limerick (Irlanda). Al mismo tiempo, está mejorando su nivel de inglés y continúa estudiando el máster en el que se matriculó, vía 'on line'.
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Como sucede con sus compañeros, Cynthia colabora con el departamento de español y trabaja de lunes a jueves, un total de 12 horas semanales, que es lo que se estipula en el programa. Su sueldo es de 918 euros al mes, que «te da para vivir». Sus alumnos tienen edades entre 12 y 18 años. Su misión, colaborar con las clases. «Solemos enfocarlas a la parte oral para que ellos me escuchen a mí hablar español y también para conversar con ellos, porque la finalidad de este programa es que los alumnos escuchen un español nativo».
Profesores, personal y alumnos son «encantadores y muy agradecidos. Dicen que son afortunados de tenernos, pero sin embargo soy yo la que me siento afortunada. Los alumnos también son educados, respetuosos y casi no hay problemas. He tenido mucha suerte con este instituto», confiesa.
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«Los estudiantes –afirma– alucinan con nuestro estilo de vida. Ellos normalmente cenan a las 6 de la tarde y yo les cuento que ceno más tarde y que después de cenar ya se acaba el día. Ellos sin embargo siguen con su vida después de cenar. También cuando les cuento que tengo piscina en casa se quedan muy sorprendidos, les llama mucho la atención».
La vida en Irlanda «es muy diferente a la de España» afirma, y lo que peor lleva es el mal tiempo. «La mayoría de los días llueve, por lo que la gente hace mucha vida en casa o en bares, restaurantes o pubs. Aún así, la gente aquí es encantadora y acogedora. A todos los sitios que he ido siempre me han recibido con una sonrisa y con ganas de ayudarme», explica. Y pone como ejemplo, lo que le pasó con una amiga francesa, también auxiliar de conversación francesa. «Como conducen por la izquierda, esperábamos nuestro autobús en la acerca opuesta. Llegó y se marchó, con nosotras en la otra acera. Pasó otro autobús y, al vernos el conductor tan perdidas, se paró. El conductor nos preguntó qué pasaba, si podía ayudarnos. Le contamos lo que nos había pasado y nos dijo que en la siguiente calle volvía a parar y que llamaría al otro conductor para que nos esperase. Nosotras fuimos corriendo con miedo a perderlo de nuevo, pero sin embargo allí nos estaba esperando y nos dijo que tranquilas, que le había llamado el otro conductor y que estaba esperando por nosotras. Por eso y por mil cosas más no me canso de decir que la gente aquí es maravillosa. Siempre tienen una sonrisa que mostrarte y una actitud muy positiva», afirma Cynthia.
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Irene Gaeta Mora, de 24 años, estudió el grado de Traducción e Interpretación con especialización en inglés y griego moderno. También ha realizado el máster de profesorado en la Autónoma de Madrid. Irene está trabajando en el instituto Lycée Les 7 Mares, que se encuentra en Maurepas, una población cercana a Versalles.
«Imaginaba que sería una manera ideal de meter un pie en el mundo de la educación, pero sin responsabilidad plena, para comprobar si, después del máster para ser profesora, esto es lo mío», afirma la joven. El hecho de encontrarse en Francia le da además mucha experiencia para su potencial futura carrera como profesora de Francés.
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Su trabajo consiste en colaborar en algunos grupos de alumnos, de entre 14 y 17 años, con el diseño y ejecución de las secuencias pedagógicas de cada uno de los cuatro profesores que conforman el equipo de español del instituto. «Por lo general, los auxiliares de conversación tienen como principal tarea darle un impulso a la expresión oral de los alumnos y por ello mis actividades tienden a ser cien por cien en español y con un enfoque práctico que les obligue a hablar», explica Irene. También se les pide que lleven la cultura al aula y, en su caso, casi todas las actividades que realiza tienen un tinte andaluz.
«El puesto de auxiliar exige 12 horas a la semana de trabajo en el aula frente a los alumnos, sin tener en cuenta las horas de preparación. El sueldo a final de mes es de 813 euros. «Si el instituto te ofrece alojamiento, de alquiler son unos 200 euros como máximo, pero en mi caso mi instituto no me pudo ofrecer al final alojamiento y estamos pagando 960 euros (480 euros sería mi parte) por un estudio para dos en Versalles. Sin alojamiento por parte del instituto, los precios en la región parisina están desorbitados. A mí apenas me llega con mi sueldo para costearme el alquiler, las compras del supermercado y el transporte», apunta la joven malagueña.
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Sobre la ciudad en la que vive, Versalles, comenta que la vida «es bastante agradable; Versalles tiene todo lo que necesitas (supermercados, museos, cines, parques, biblioteca, universidad...) y por lo general es bastante tranquila. Para mí, el principal problema es que el nivel de vida es muy alto, y me resiento con mi sueldo de auxiliar», dice.
Irene se refiere a la laicidad de la educación nacional francesa, que prohíbe cualquier tipo de símbolos religiosos, por lo que las alumnas de religión Musulmana no aceptan la autorización para ser filmadas y/o fotografiadas en el instituto, en las excursiones o en los viajes escolares porque su cabello no está cubierto.
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A la ciudad inglesa de Leeds se ha ido a trabajar Alfonso Ruiz Sedeño, un joven de 27 años que vive en el barrio de La Princesa. En la UMA ha estudiado Filología Hispánica y aquí también cursó el máster de Profesorado de Lengua. Al mismo tiempo, se graduó en el Conservatorio Profesional de Danza de Málaga en la especialidad de Danza Española. En 2019 se fue a estudiar el máster de ELE (Español como Lengua Extranjera) a la Universidad Complutense de Madrid y ese mismo año solicitó plaza de auxiliar de conversación para el siguiente curso académico 2020/21, pero fueron canceladas debido a la pandemia. Repitió la solicitud en 2022 y fue seleccionado. «Es un concurso de títulos y méritos los que te van posicionando en las listas. La famosa 'titulitis' aquí sí que sirve para algo», señala.
«Siempre había querido vivir la experiencia de pasar un año fuera», reconoce Alfonso, que no pudo hacer el erasmus en su etapa de universitario. «Me encantaba la idea de imaginarme conociendo a gente de otros lugares del mundo, comunicándome en otro idioma y viviendo una nueva cultura. Además, ser profesor en el extranjero siempre ha estado rondando por mi cabeza, por lo que este programa me ofrecía un primer contacto con un apoyo y facilidades de papeleo por parte del Ministerio muy bueno», explica. En ese sentido, recuerda la 'odisea' que fue tramitar los visados, todo mucho más complicado por el Brexit.
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Leeds, donde vive, es una ciudad mediana, famosa por sus universidades. Por esto hay muchos estudiantes y es una ciudad muy viva. «Además, no es una ciudad cara para vivir. Por todas estas ventajas es por lo que me decanté por ella. Yo no puedo estar más feliz en mi ciudad –afirma–. La multiculturalidad es lo primero en lo que te fijas al llegar, y te das cuenta lo poco acostumbrados que estamos a esto en nuestra tierra. Por otro lado, hay clubs, pubs, academias y locales para todos los 'hobbies' que practiques, deportes o cosas que te gustan hacer. Yo, por ejemplo, estoy dando clases de flamenco en una academia de danza en el centro de la ciudad. Hay oportunidades por mil».
Alfonso Ruiz trabaja en el instituto Garforth Academy, «un centro enorme, laberíntico, que me ha acogido con los brazos abiertos», afirma. De hecho, asegura que «no he podido tener más suerte». Los profesores del departamento, ocho, «han confiado en mí y me han permitido realizar actividades, charlas y clases siempre que me he ofrecido». Alfonso matiza la «idea engañosa» de que en los colegios de Reino Unido todos los niños son educados. «Yo he tenido la suerte de encontrarme en el centro en el que estoy, pero muchos asistentes se encuentran en institutos donde los alumnos faltan el respeto de manera reiterada y las expulsiones están a la orden del día».
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En su caso está con un grupo 'Year 12' (que equivale a un primero de Bachillerato). «Me han cedido varios grupos reducidos con los que puedo ser totalmente libre de enseñarles y practicar las necesidades que manifiestan en su español. Los alumnos son maravillosos y tienen un muy alto nivel de español», señala. Alfonso es muy contundente: «Ser auxiliar es espectacular. Trabajas 12 horas a la semana y cobras 914 libras. No tienes responsabilidades serias, es decir, el nivel y estudio de los alumnos no son tus responsabilidades, pero sí lo es que aprendan».
María Gómez González tiene 26 años y es de El Palo. Cursó Estudios Ingleses en la Universidad de Málaga y actualmente desarrolla su trabajo como auxiliar de conversación en Suresnes (Francia), en el Lycee Paul Langevin. Suresnes está muy cerca de París, aunque es un lugar «muy tranquilo», bien comunicado con la capital y en el que «no falta de nada».
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María explica que su interés como auxiliar de conversación surgió durante los años de carrera, pues entre los estudiantes es un programa bastante conocido. «Personalmente, y aunque en mi caso no es mi primer trabajo, me parece una gran forma de ofrecer experiencia laboral a personas que acaban de terminar sus estudios». Otra ventaja, según dice, es que el programa cuenta con múltiples destinos, según los idiomas que se hablen, por lo que «su atractivo crece al poder conocer un lugar nuevo, su cultura o mejorar el idioma». Francia es el país que ofrece más plazas de auxiliares, lo que incentiva a pedirlo como destino. «Aun así, no deja de ser un destino llamativo debido a su riqueza cultural y a la oportunidad de poder potenciar el idioma, entre otros», indica.
Su jornada de trabajo es también de 12 horas semanales y tiene un sueldo de 813 euros al mes. María trabaja con estudiantes de entre 15 y 18 años. Sobre su labor concreta, explica que «es variada, aunque en su mayoría mi función principal es incitar al alumnado a hablar. Esto puede hacerse con actividades culturales, basadas en el temario que están dando con el profesor principal, con juegos, etcétera. Hay ocasiones en las que hago esto junto al profesor principal, y en otras lo hago a solas con la mitad de la clase. Sin embargo, también hay ocasiones en las que trabajo simplemente asistiendo al profesor, asegurándome de que el alumnado sigue la clase o ayudándoles con diferentes tareas».
Además, el trabajo como auxiliar «deja bastante tiempo libre, tanto para combinarlo con otro trabajo o estudios, como para tener tiempo de explorar las zonas de alrededor», afirma la joven.
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