Antonio Ortín
Lunes, 19 de septiembre 2016, 00:26
Lidia Fuentes (Montevideo, Uruguay) ha construido su currículum pasando por encima de las etiquetas de género que marcan los estudios de Informática, una ciencia eminentemente masculina («Yo he tenido tres chicas en una clase de 70 alumnos, con eso le digo todo»). A fuerza de constancia y una disciplina estajanovista de más de 12 horas diarias en su despacho, ha refutado esa estadística y hoy es la segunda catedrática de Telemática de España y la autora de la Universidad de Málaga (UMA) más citada en publicaciones científicas. Dirige además a una decena de ingenieros del software en sendas investigaciones sobre el internet de las cosas y eficiencia energética.
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Una mujer en lo más alto de la investigación científica tecnológica. No debe de haber sido fácil.
Porque usted me lo dice, pero yo sólo lo interpreto como lo que es, el fruto de mi trabajo.
Ya, pero no me negará que ha marcado unos cuantos hitos en su área.
Probablemente, pero en una universidad pública está muy claro qué es lo que tienes que hacer para promocionar: investigar bien, conseguir financiación para los proyectos, formar tu grupo y publicar. Y todo eso va llevando a más proyectos y al final se logran más cosas.
Eso no lo dudo. Pero muy pocas mujeres estudian las ingenierías.
Es verdad, y cada vez hay menos.
¿Y qué lectura hace usted, que es mujer?
En general se supone que a las mujeres nos interesan las profesiones que tienen una implicación social. Y a la ingeniería informática no se le supone esa implicación.
¿Pero eso es un prejuicio, no? ¡La informática está en todo!
Vea usted cualquier serie de televisión. El informático suele ser un chico, y a poder ser un friki, sudoroso, sucio, con camiseta...
Imagino que muchos de esos prejuicios vendrán desde casa.
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Ya le digo. Hay madres que sesgan a sus hijas para que estudien antes Medicina o Psicología que las ingenierías.
Oiga, a lo mejor ustedes deberán explicar también mejor su profesión
Pues a lo mejor tiene usted razón y hay que contar que ser friki no es tan malo (Risas).
Bien, cambiemos de tercio. Explíqueme qué es eso de internet de las cosas, uno de los proyectos que ustedes investigan.
Consiste en conectar a través de sistemas empotrados todos los objetos de la vida cotidiana, como los electrodomésticos, y controlarlos desde nuestro móvil o tableta. Es una ventana para controlar tu casa.
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¿No suena un poco a ciencia-ficción?
En realidad, lo complicado es lograr que todos esos aparatos se conecten a través de internet. Porque redes sensoras ha habido desde hace tiempo.
Eso para los profanos nos evoca un poco a Matrix. ¿En qué punto real estamos?
Estamos demasiado verdes. Si vamos a comprarnos una lavadora, hay algunas que ya están preparadas. Es decir, la tecnología ya existe; lo que falta es extenderlo a otros elementos como, por ejemplo, los contadores de electricidad, para que el consumo sea más eficiente.
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Uy, eso sería estupendo, y más con el galimatías en que se ha convertido ahora el consumo de luz.
Exacto. Es como jugar a la Bolsa, que ya no sabes cuándo y cuánto te van a cobrar.
¿Qué falta entonces para que despegue internet de las cosas?
Un poco de cultura tecnológica, especialmente en los de nuestra generación.
Pues usted y yo no somos tan mayores.
(Risas). Sí eso es verdad, pero ni usted ni yo somos nativos digitales como nuestros hijos.
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Le confieso que lo que me da más miedo es el tráfico de mis datos personales.
A ver, hoy en día desarrollas cualquier aplicación y lleva aparejado su sistema de seguridad. Ahora bien, garantizar el cien por cien de la seguridad de los datos en la redes es casi imposible. Tienes vulnerabilidades de todo tipo.
Lo cual me lleva a pensar que en esto debemos autoprotegernos.
Sin duda, tenemos que ser conscientes de que somos los principales responsables de nuestra seguridad digital.
Y reeducar a nuestros hijos.
Claro, es que han cambiado también los peligros. Antes nos decían que no habláramos ni aceptáramos regalos de desconocidos. Y con esa y tres o cuatro reglas básicas más podíamos interactuar con los demás. Ahora el riesgo circula por las redes. Y lo que ellos creen que son grupos privados en realidad no lo son.
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Desde luego. Para cerrar. Hablábamos de frikis. ¿Usted lo es?
¡Para nada! Cuando apago el ordenador y llego a casa, lo último que quiero es volver a encenderlo.
Imagino. Es como si yo me pusiera a hacer los pasatiempos del periódico en casa.
(Risas). Pues sí.
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