Cuando vienen mal dadas en la mayoría de clubes del mundo, todo se simplifica bastante, generalmente las cosas se ven más claras y no son pocos los que ya tienen la solución: ¡hay que echar al entrenador! Antes suele acompañarse de algún fichaje, porque poco ... importan otros análisis más profundos de sus causas. Cambiar de entrenador o ir al mercado de fichajes -en donde coincidirás con todos tus rivales y las mismas propuestas en función de tu presupuesto- está al alcance de todos, es parte de este negocio o puede que acabe siendo solo un parche, pero asumir tus carencias e imprimir un carácter propio no lo está. Es aquí donde se acaba marcando la diferencia al transcurrir de los años, y no solo en lo inmediato o en una sola temporada.

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Hablando claro, el Unicaja se debate como otras veces entre la insignificancia y la complacencia con el riesgo de dejar pasar una temporada más sin pena ni gloria, sin que forme parte al menos de un camino a alguna parte, en un quiero y no puedo que no dejará contento a nadie, sin la frescura indispensable para morir en el intento si hace falta o, incluso, la de la inconsciencia del sobresfuerzo sin dosificar los tiempos hasta la autoexigencia imprescindible de los que asumen su estatus y galones con responsabilidad y sin que le pueda la presión o el miedo.

Definirse a sí mismo cada día, en ese compás que va de lo medido o lo táctico a la casta, la garra y la rabia irreprimida de quien quiere ganar como sea alcanzando a buen ritmo de palmas velocidad de crucero, en cada partido, sabiendo así quién eres aunque pierdas o ganes en una liga española que es tan del Unicaja como del que más después de tantos años de historia.

Se habla mucho de las carencias del equipo como si los demás no las tuvieran cuando lo que hay que hacer es aferrarse a sus mejores cualidades y ponerle mucha vitamina en forma de dosis de positividad sin nunca cuestionar el exigible carácter y ambición que se merece este club o cualquiera que se precie de serlo. El equipo perfecto no existe, los grandes proyectos solo lo son porque saben valorar y sacar provecho a todo lo bueno que tienen, y el Unicaja está lleno de muchas cosas buenas, lo que todos sus integrantes deben valorar desde que llegan hasta que se van como la importancia de vestir de verde en Malaga, que aquí no estamos para transiciones en carreras deportivas de nadie, sino para culminarlas con buen juego y muchos éxitos y porque el baloncesto es solo un juego pero también nos representa.

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Pero son las actitudes las que lo cambian y lo rentabilizan todo, las que tienen un efecto multiplicador porque lo demás, ya sea el talento de la plantilla, la planificación o los fichajes, tan solo suman, que no es poco. La actitud de un club que debe saber transmitir con humildad pero sin complejos una ambición sin límites, la de los integrantes de una plantilla asumiendo también responsabilidades individualmente sin justificaciones ni paños calientes, amparados en las culpas de los demás o en el de siempre porque sabes que formas parte de algo mucho más grande que tú.

El jugador español se ha convertido en un bien cada vez más escaso en nuestra liga, donde se desprecia su importancia por aquellos que ignoran sistemáticamente el valor añadido que ofrecen y el que ha tenido la selección española en nuestro deporte. El Unicaja es el equipo con mayor impacto en su juego de jugadores nacionales, que derrochan talento, capacidad de anotar y que tienen aún mucho margen de crecimiento pero que no son perfectos. Deben mejorar a la hora de compartir el balón, hacer mejores a los compañeros y al equipo, en los intangibles que ofrece el esfuerzo pleno en ataque y también donde más cuesta, en defensa. Para que sean ellos los que marquen el camino y el nivel de exigencia, para que el jugador de fuera y que llega nuevo al equipo sepa dónde está y dé lo mejor de sí mismo, y para que los jóvenes aprendan de ellos desde el método y el mimo pero con la máxima exigencia. Después podremos hablar también de cuestiones técnicas y tácticas.

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