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Un triunfo no por previsible menos importante calmó levemente el malestar en torno al Unicaja, obligado por las circunstancias a salir airoso de un plebiscito en cada partido (anoche sólo ante 2.986 espectadores) y que conserva sus opciones intactas en el Round of 16 ... de la Champions, competición convertida ya claramente en el bálsamo de una temporada que toca topes históricos en lo negativo. Por un momento el cuadro malagueño sembró el pánico. Se fue al descanso con una renta de un punto (35-34), pero se despegó por fin en el segundo tiempo cumpliendo los pronósticos en un grupo de lo más exótico (con ‘sparrings’ de las ligas belga, rumana y ucraniana).
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Hubo brotes verdes que no se pueden pasar por alto, como un primer cuarto muy serio del equipo, algunas modificaciones en la confección de los quintetos en pista y de las rotaciones (menos peso para Jaime Fernández, Bouteille o Nzosa y más para los dos malagueños, Díaz y Guerrero) o haber reducido al 41% el acierto en tiros de campo del rival, que era el mejor equipo en este aspecto en lo que va de competición. Superado en muchas facetas, el Filou Oostende se vio abocado a la friolera de 22 pérdidas, la mayoría de ellas bien aprovechadas por los locales.
El choque se recordará también por los debuts de Kravic y Mooney, que jugó como escolta, coincidiendo en pista bien con Díaz o bien con Jaime Fernández, que fueron los que subieron el balón. Agradaron los dos: el serbio, del que se espera un rápido acoplamiento, corroborando sus recursos para anotar de cerca, terminó como el más valorado del choque (16 puntos), y el estadounidense, que no ha jugado en Europa, obligado por tanto a un aterrizaje más pausado, mostró ya maneras. Fue de menos a más, demostró armar muy rápidamente el tiro de media distancia, anotó desde fuera y asistió a Nzosa. Hizo un poco de todo, con tres rebotes, y casi nada mal.
El Unicaja entró en combustión antes de lo acostumbrado, con un quinteto nacional de salida, salvo la presencia de Abromaitis, y con un importante peso de Guerrero, con ocho de los primeros 13 puntos de su equipo. Barreiro trataba de forzar su superioridad física sobre Randolph en el ‘tres’ y, casi siempre con tres hombres altos en pista, el cuadro malagueño imponía su nivel superior (25-15).
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PEDRO LUIS ALONSO
Lo raro vino después. Con un parcial de 0-11 a la salida del segundo cuarto con un quinteto totalmente distinto al de salida en el Oostende, en el que sus grandes referentes anotadores, Randolph y Booth, estaban pasando inadvertidos. La juventud de Jantunen y, sobre todo, del holandés Van der Vuurst daban la sorpresa. Una canasta de este daba la primera renta (25-26) al cuadro belga, tan insultantemente superior en su torneo doméstico (que comparte con conjuntos también holandeses), en el que está invicto y domina sin pudor las últimas ediciones, que se permite dosificar a sus mejores piezas para la Champions.
Al menos lo que mostró anoche el Oostende es una rotación más amplia que la del Cluj Napoca o la que exhibe el Prometey, y el Unicaja, tan proclive a los dientes de sierra, se colapsó totalmente en ataque. Tuvo que entrar al rescate Díaz con un robo y un triple para cinco puntos que coronaron un parcial de 7-0, pero los de Katsikaris sólo anotaron diez en el segundo cuarto, con Brizuela, Jaime Fernández y Bouteille muy apagados, sobre todo los dos últimos.
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El 35-34 del descanso daba mucho en qué pensar, porque cabe recordar que al Unicaja le esperan ahora tres salidas en el grupo, antes de acabar en casa ante el Prometey (ya en la segunda quincena de marzo). Consciente de lo que le iba en juego, el equipo ya fue otro en la reanudación. Sendos triples de Barreiro (a tablero) y de Brizuela, un 1+1 de este más una técnica a Brimah abrieron ya una primera brecha importante.
El Unicaja había empezado a defender mejor (de hecho permitió muy pocos tiros en el partido a Booth y Randolph) y se soltó en ataque, con dos ‘alley oops’ seguidos de Kravic a pase de Díaz (56-44) y las diferencias llegaron a la máxima expresión antes de acabar el tercer cuarto, con Suárez también ayudando.
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El Oostende sacó la bandera blanca y el partido dejó de tener tensión. Katsikaris aprovecho para que cogiera confianza Mooney, que empezó a ganarse a la afición, con cinco puntos de una tacada y una gran asistencia a Nzosa, otro que se había quedado fuera de la rotación y que entró en los minutos de la basura. Ahora la expectación está puesta en la visita del sábado (18.00 horas) al Casademont Zaragoza, en el calvario en que se ha convertido la Liga Endesa, con la amenaza del descenso mucho más cerca que la esperanza de los play-off’.
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