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Ha pasado una semana desde que trascendió la decisión de la Fundación Bancaria de asestar un golpe demoledor a la línea de flotación del ... Unicaja al suprimir la aportación que realizaba al presupuesto de una institución de la que es propietaria. Es uno de los aspectos más controvertidos de esta polémica que rodea estos días al club malagueño. En este tiempo se han escuchado todo tipo de valoraciones y análisis sobre lo que puede suceder en las próximas semanas, pero lo único cierto es que la imagen del club y de la ciudad ha quedado pisoteada. El Unicaja es uno de los clubes más respetados de la Liga Endesa y de Europa porque es sinónimo de seriedad y formalidad en los pagos y en su forma de actuar. Luego las cosas pueden salir mejor o peor en términos deportivos, pero el nombre del club es respetado de una punta a otra del continente. Ahora ya no...
Me he tomado unos días para tener una perspectiva más distante de la crisis del Unicaja y he llegado a varias conclusiones. La primera es que los malagueños no entienden todavía lo que está pasando. No aciertan a adivinar que el club, como se entendía hasta ahora, es historia. Piensan que en el banco, que es el patrocinador, toca retirada, cuando el que lo hace es la Fundación, que es la propietaria. Eso de «Voy a cerrar mi cuenta en Unicaja ahora mismo...» se lo he visto hasta a afamados opinadores de las redes sociales de los que se pegan palmadas en el pecho alardeando de malagueñismo, en este caso aplicado al baloncesto. También he percibido que hay un amplio sector de la sociedad malagueña que vive en una realidad paralela. Son esos que pregonan aquello de que «hay que dejar paso a inversores externos y empresarios de la ciudad...». Estos quizá son los más inconscientes, pues no saben de la verdadera situación económica de la provincia ni se imaginan lo que supone mantener un club de este calibre.
Y luego hay algo quizá más grave, que es la pasividad de la Málaga social y deportiva ante todo lo que está pasando. Pese a que el Unicaja puede verse obligado a desprenderse de todos sus jugadores y verse abocado a luchar por la permanencia (deportiva y económica), nada se ha movido. El conformismo se ha apoderado de nosotros.
Seguramente los lectores de SUR recordarán cómo reaccionaron las distintas administraciones públicas a la decisión de la Fundación Bancaria. La Diputación exigió una reunión urgente del Patronato. Elías Bendodo, malagueño y portavoz de la Junta de Andalucía, presidida por otro malagueño, no sólo exigió rectificar, sino pidió más dinero para el baloncesto. ¡Eso, que no falte! El alcalde, que es buena gente, pidió que recapacitasen... Pues nada de nada de nada... Nadie ha hecho nada ni movido un dedo; bueno, sí, sus representantes en el patronato de la Fundación votaron por asentimiento en contra del club sin saber, dicen, lo que hacían. Ahora, todos se han puesto de perfil a esperar que pase el chaparrón y a ver cómo amanece mañana y llaman a SUR quejándose porque publicamos su foto con nombres y apellidos.
También hay algunos que defienden un cambio de modelo de gestión en el Unicaja, pero les voy a decir una cosa. Este club está parido así, al amparo de la Fundación Unicaja y de Unicaja Banco, y esa ha sido la clave de sus éxitos y sus fracasos. Otros equipos están a cobijo de los clubes de fútbol. Los hay, como los canarios, que tienen el respaldo de los cabildos. En Valencia, está Mercadona construyendo un proyecto formidable, y en Andorra, por poner otro ejemplo, cuentan con el respaldo del Gobierno del Principado y de un banco. Podríamos seguir así, con otros casos todos distintos. Lo que trato de explicarles es que nadie va a descubrir la pólvora en esto del baloncesto en 2021. Las vías de ingresos son las que son y no van a variar de la noche a la mañana por arte de magia para crear una lluvia de millones. El modelo del Unicaja hay que protegerlo, porque representa a Málaga y porque se trata de una institución que le ha dado muchísimo a la provincia. Lo que está pasando ahora es sólo un anticipo de lo que puede suceder en un futuro próximo dependiendo de cómo evolucione la gestión de Unicaja Banco y de la propia Fundación. Por eso ahora hay que mostrar fortaleza y, por desgracia, nadie lo está haciendo. El Unicaja, a día de hoy, está más sólo que la una...
A un mes para que acabe la temporada y con un presupuesto reducido a la mínima expresión, no tardarán en aparecer noticias sobre el interés de algún equipo en los jugadores que ahora forman la columna vertebral del conjunto que dirige Fotis Katsikaris. Cuando eso suceda, alguno pondrá el grito en el cielo, pero ya será tarde. «Alberto Díaz, en la órbita del Valencia». «Brizuela, rumbo al Real Madrid»... Será duro.
Estamos asistiendo a una prueba de madurez de la sociedad malagueña, que debe demostrar que le importan sus estandartes, y el Unicaja es uno de ellos. Hasta ahora, el resultado es desastroso. Curiosamente ha habido más movilización por obstaculizar el proyecto de la Torre del Puerto, manifestaciones y manifiestos incluidos, que por lo que está ocurriendo con el club de Los Guindos. Esa es nuestra Málaga.
Y dentro de este clima de incertidumbre, permítanme una predicción. Estamos asistiendo a una lucha de fuerzas entre dos acorazados, como son la Fundación y Unicaja Banco, y que está siendo avivada por intereses políticos. Seguramente, el banco acudirá al rescate del club después de haber asumido ya todo el presupuesto de esta temporada (9,5 millones). Pero ese comodín ya no se podrá volver a utilizar porque se ha usado dos veces. La Fundación, por su parte, encontrará el dinero que decía no tener, y entre medias, la imagen del Unicaja habrá quedado manchada como nunca antes. La imagen del club, pero también la de Málaga por culpa de la complacencia de una ciudad que parece anestesiada.
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