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Aún conservo intacta la estampa de la satisfacción. Aquellos que con su ímprobo trabajo contribuyeron al éxito del equipo posaron alrededor de una mesa con el trofeo conquistado. Allí estaban sonrientes Rafael Jiménez, entonces gerente; Juanma Rodríguez, flamante director deportivo; José ... Carlos Gaspar, director de Marketing; Toñi García, Nuria, Mireia y Rosa, el cuarteto que manejaba los hilos de la oficina y las confidencias de los jugadores, y el capitán en la pista, un jovencísimo Berni Rodríguez. En esa imagen con la Copa Korac que abrazaba Toñi con todas sus fuerzas me colé yo, ese periodista que vivió in situ todo lo bueno que quedaba por venir, y por eso la guardo en mi galería de recuerdos que la memoria resfresca de vez en cuando. Mañana se cumplen 18 años del primer título de la historia del Unicaja, el primero europeo también del baloncesto andaluz. Allí en Belgrado, con Bozidar Maljkovic de perfecto anfitrión, relatando durante horas y horas las bondades de la tierra serbia, comenzó todo, una de las historias más bonitas jamás contada al vencer en los dos partidos de la final al Hemofarm de Vrsac, una localidad próxima a la capital, donde pernoctó toda la expedición malagueña. Es la mayoría de edad de un club que creció más rápido de la cuenta y quizás por eso luego la caída fue tan dolorosa. Fueron años de mieles que no todos supieron asimilar (coquistas de la Copa del Rey y Liga, y participación en la 'Final Four' de Atenas), porque se vivió en la cúspide del oropel con cimientos enfangados en alegrías efímeras. Pero visto desde la distancia que nos quiten lo bailado, porque Málaga hasta entonces solo había padecido tristeza en el mundo de la canasta, ya que venía de perder la final de Liga con Javier Imbroda sembrando la semilla de la ilusión, y con una final europea perdida el año anterior frente a un Limoges entrenado por Dusko Ivanovic y con Marcus Brown de estrella. El técnico luego hizo historia en España y el escolta estadounidense se vengó después vistiendo la camiseta verde. Fue un trienio maravilloso con tres finales en tres años, dos perdidas, preámbulo del trienio mágico, el que nos hizo creer en los milagros que cada temporada alumbraba un Sergio Scariolo hacedor de sueños que se cumplían. ¡Qué tiempos aquellos! ¡Cuánta añoranza!
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