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Con algo de rubor, he de reconocerlo, hoy voy a hablar de Yannick Manzila Nzosa, este espigado chico congoleño, que prácticamente no necesita presentación y que, con apenas 17 años, ha generado en Málaga las más altas expectativas que haya despertado jamás un jugador de ... baloncesto de su edad (y mira que los hemos tenido buenos).
Mucho se ha hablado de él y mucho se ha escrito sobre su futuro desde aquel partido en Andorra de la temporada pasada que dejó boquiabiertos a propios y extraños. Se han dado por hecho desde entonces demasiadas cosas en un mundo tan impredecible como la propia vida y sin darle al chaval un mínimo tiempo para asimilarlo todo y para poder respirar ante las enormes expectativas propias, de los aficionados y de la prensa, en cada partido por querer hacerlo bien, el seguimiento continuo de agentes, 'scouters' de la NBA y de los grandes clubes europeos y la ansiedad que todo esto puede generar en cualquier persona y, mucho más, en alguien tan joven.
El desarrollo de una carrera de éxito en cualquier orden de la vida se fundamenta en el talento, en un trabajo de calidad, en el esfuerzo propio, en la experiencia y en tener una gran personalidad, mucha personalidad, entre otras muchas cosas, todas a partes iguales. Porque, por mucho talento que aparentemente se tenga, sin todo lo demás no se alcanzará jamás. Y de ello en el mundo del deporte podemos encontrar muchos ejemplos, cerca y lejos, y sin dar nombres -aunque muchos estarán aún en la memoria de los buenos aficionados-: jugadores y jugadoras que no acabaron de conseguir tanto como lo que de ellos se esperaba, juguetes rotos y caídos en el olvido, en algunos casos, por múltiples circunstancias que se pueden dar, ya sea por inoportunas lesiones, por un entorno inadecuado (demasiadas veces), por haber tenido entrenadores que no han sabido transmitirles los recursos técnicos y, sobre todo, los valores necesarios para lograr lo que sus condiciones físicas y habilidades técnicas prometían.
Y es que en el deporte de máximo nivel, al contrario que en la vida cotidiana, son otros los tiempos, y a los jóvenes se le exige precocidad y saber actuar con mayor madurez en muchos aspectos, adquiriendo compromisos y comportamientos acompañados de sacrificios que van casi siempre por delante de los exigidos a chavales de la misma edad. Y si no, piensen en ustedes mismos o en sus propios hijos ahora o cuando la tenían.
Pero Yannick cumple con todos los requisitos. Es un chico inteligente, educado, trabajador, humilde, simpático y con una gran personalidad. Tiene claro lo que quiere y sabe perfectamente de dónde viene, a dónde va y a quién quiere ayudar, atesora un gran talento natural, está adquiriendo una buena formación y la personalidad necesarias para poder alcanzar sus sueños, pero lo que nadie debe olvidar es que no deja de ser una persona muy joven, que aún está en pleno desarrollo físico y emocional y que necesita tranquilidad, tiempo y que también lo dejemos crecer en paz, yo el primero.
Y, sobre todo, necesita recuperar su sonrisa porque, como bien ya le dijo una vez su madre, ¿quién le podría aconsejar mejor? «Tu momento llegará».
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