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No conozco a ningún atleta ni equipo que gane siempre. Se pasan malas rachas, momentos o, como les encanta llamar a algunos, fines de ciclo y, aunque en el deporte como en la vida todo es posible, para aprender verdaderamente a ganar antes hay que ... perder, superar situaciones adversas,que te hace mucho más fuerte, te prepara para la victoria final. Aunque no lo crean, la derrota forma parte también del éxito porque sólo los que son capaces de digerirlas evitando que les afecte en demasía e integrándola definitivamente en su proceso de aprendizaje pueden conseguirlo.
Los entrenadores solemos decir que cuando se pierde al menos hay que aprender, pero las derrotas tienen que doler. De la indiferencia o la indolencia no se saca conclusiones. Sólo son el principio del fin. No es propia de un buen competidor y mucho menos de un ganador. Es precisamente desde esa enorme frustración, bien gestionada, donde se forja el gran deportista o al gran equipo que queremos ser. De la comodidad, el consentimiento, la falta de exigencia y la justificación permanente para exculpar nuestras responsabilidades nunca obtendremos un buen resultado ni podremos construir un buen futuro para los deportistas y mucho menos para nuestros hijos. Los métodos de entrenamiento cambian, los medios humanos, científicos y técnicos mejoran cada día, pero esto seguro que no.
Este misma temporada estamos observando con interés como Pablo Laso y el Real Madrid de baloncesto están gestionando a su equipo después de que este, tras un magnífico comienzo en la Liga y en la Euroliga, entrara en un gran bache de juego, confianza y resultados que, como suele suceder, ha puesto en alerta a directivos, aficionados, medios y a los críticos más feroces que, obligados a callar durante años y sin ningún recato, les faltó tiempo para esquilmar y poner en duda, en lo posible, el crédito de su entrenador más laureado después de Pedro Ferrándiz y Lolo Sainz. No sabemos si ya lo está o cómo se resolverá la situación a la que se enfrentan, si se trata de la dificultad o el agotamiento de mantener vivo e intacto las ideas y el discurso después de un largo ciclo de éxito; si el problema es que jugadores importantísimos como Rudy o Llull están ante la inevitable decadencia del tiempo o es que aún no han recibido el relevo a la hora de compartir las altas responsabilidades y tremenda impronta en el juego que han tenido en su equipo durante años; si es que está cansado de ganar o que busca nuevas motivaciones… pero Laso está intentando reinventarse sin conformarse, buscando alternativas y tomando decisiones difíciles, sin que le tiemble el pulso (como apartar de la dinámica del equipo a jugadores tan importantes como Heurtel y Thompkins por su teórico irresponsable comportamiento) o a la hora de proponer cambios tácticos, jugando ahora más con pequeños, apostando por jugadores que aún estaban un poco en el ostracismo y de los que se ponía en duda su rendimiento. De momento ha habido una reacción y han alcanzado de forma brillante la Final Four de Belgrado, empequeñeciendo a un rival como el Maccabi y fortaleciendo su confianza y autoestima para lo que viene. Veremos.
En cuanto a nuestro Unicaja, qué decir, creo que se enfrenta no solo a una crisis de resultados sino también de identidad, ante sí mismo y su afición, quiénes somos y quiénes queremos ser. No podemos exculpar nunca a jugadores y entrenadores, pero no me cabe duda que todo lo que ocurre no se explica en un simple análisis técnico y es probablemente también consecuencia de todo el ruido que viene de fuera y que rodea al club. Una mala construcción de la plantilla, la indolencia en muchos momentos o la falta de carácter y afán competitivo son algunos de los síntomas que le lastran desde hace tiempo ofreciendo una falta de solvencia apabullante, convirtiéndole en un equipo imprevisible –que no es lo mejor que se puede decir de nadie– y sin rumbo, haciendo por momentos (muchos) cada uno la guerra por su cuenta y con unas carencias colectivas recurrentes (que tanto han dejado en evidencia recientemente equipos como Tenerife o Joventut) tanto en defensa como ataque que les puede hacer perder con cualquiera y ganar en menos ocasiones, incorregibles para desesperación de su entrenador. Ibon lo va a seguir intentando y esperemos que el equipo desde la cancha aproveche hasta el último suspiro de la competición para enviar un mensaje alentador y de responsabilidad a la afición de complicidad que les una a la próxima temporada y al futuro.
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