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Construir un equipo competitivo que responda a las reales expectativas de su masa social, de su propietario y de sus patrocinadores nunca resulta fácil. Rentabilizar al máximo la inversión, alcanzar un alto rendimiento de todos sus jugadores, hacer converger los intereses de sus integrantes ayudándoles ... a entender cuál es la dirección que se quiere tomar, alcanzar el equilibrio mínimo indispensable y deseado entre presupuesto y resultados... tampoco.
Katsikaris por su parte está en ello pero por su contrato y por cómo funciona este negocio no se le puede exigir que su perspectiva personal vaya más allá (en principio) del final de esta temporada, es muy inmediata y bastante tiene con recuperar las buenas sensaciones e intentar apurar las posibilidades del equipo para entrar en el grupo selecto de los 8 primeros de la Liga, de lo que acabará dependiendo también su credibilidad y su futuro. Pero el plan de empresa lo tiene que poner el club.
Porque salvar la temporada es dotar al Unicaja de un proyecto creible hacía dentro y hacía fuera, tener las ideas claras, sin bandazos ni tentaciones cortoplacistas que lo pongan en riesgo a la vez que fijando un período de tiempo realista y razonable para completar sus objetivos, porque lo demás vendrá por añadidura ya sea en la Liga Endesa, la Eurocup o, quién sabe, si hasta ir dando pasos para recuperar la senda que le devuelva a una Euroliga cada día más cerrada e inaccesible. Pero todo ello sin olvidar que hay que lograrlo siempre desde la máxima exigencia y que una dinámica perdedora arrasa absolutamente con todo. Y eso, créanme, no hay ningún club del mundo, entrenadores ni jugadores que se lo puedan permitir sin pagar un alto precio. No se puede construir un proyecto de futuro perdiendo mucho, se mire como se mire, no se puede regalar nada porque sólo desde la competitividad máxima, el esfuerzo y la capacidad de superar la adversidad se puede conseguir la excelencia y, al fin y a la postre, solo con ella podrán llegar también los buenos resultados.
La configuración y el nuevo reparto de roles dentro del equipo parece que se va aclarando, el juego interior ha adquirido una mayor consistencia con la incorporación de Thomas, el protagonismo de Nzosa y la polivalencia de Thompson y, aunque la defensa colectiva ha mejorado sensiblemente, se denota en el juego de ataque una dependencia excesiva de Jaime Fernández y de Darío Brizuela, a mi entender por dos razones fundamentales: una, porque a pesar del enorme talento que atesoran aún les queda margen de mejora en otras facetas del juego (saber compartir más y mejor el balón, la selección de sus tiros y las tareas defensivas) para consolidar sus potenciales y dominar la competición y otra, porque el equipo echa en falta mayor aporte de creatividad por parte de algunos de sus compañeros.
Y es que en estos momentos ambos son los mayores generadores de juego del equipo, los más dotados técnicamente para desequilibrar las defensas contrarias y conseguir ventajas, con mucho desparpajo para anotar de diferentes formas, especialmente Darío, con sus penetraciones, su puntería y la velocidad eléctrica que imprime a sus acciones, aunque a veces pequen de individualismo.
Curiosamente los dos proceden de Estudiantes, un club que anda ya muy lejos de las gestas deportivas de su histórico pasado pero que sigue generando y exportando jugadores al baloncesto español ya sea por vocación o necesidad, quizás ambas. Es difícil adivinar como habrían sido sus recorridos profesionales si se hubieran formado en canteras de clubes con otras filosofías de trabajo o con mayores exigencias de sus primeros equipos, en las que también abundan jugadores pequeños, hábiles y talentosos pero que por la urgencia de los resultados a los que se ven sometidos y por cómo se penaliza la baja estatura en este deporte no suelen disfrutar de las mismas oportunidades para dar ese salto que ellos, por méritos propios, si han sabido dar.
Llegaron al Unicaja para mejorar en sus carreras, para dar otro paso adelante en sus ya magníficas trayectorias y para demostrar que de verdad son capaces de liderar un proyecto ganador en Málaga. Son patrimonio del club y dos grandes apuestas deportivas que si consiguen completar su juego y superar sus retos podrán convertirse en pilares de un gran proyecto y referencia para los más jóvenes que están por llegar.
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