José Miguel Aguilar
Miércoles, 5 de abril 2017, 21:06
Las gestas tienen nombres de princesas y las derrotas suenan a madrastras, narra el trovador. Por eso el paladar de los aficionados del Unicaja se relame cuando se escuchan Vrsac, Zaragoza y Vitoria. Y desde ayer Valencia también parecerá música celestial. Cuatro títulos con el ... denominador común de celebraciones fuera de casa. Y eso que Málaga sabe a belleza, al rocío de una flor, a salitre, y además se disfruta del baloncesto, pero nunca se levantan Copas. Será parte de nuestra idiosincracia.
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Hay quien dice que así se goza el doble, el día de la victoria y en el posterior partido cuando el título se dedica a una afición ávida de agradecer a su equipo el éxito. Cuando el palmarés no presume de exuberancia se recuerda mejor cada logro y el año de la alegría. Como un mantra. Es como un himno que se recita en tertulias de verano o en mañanas de partido mientras se espera que el balón se ponga en juego. Y su recuerdo perdura indeleble porque son cuatro galardones diferentes en distintas épocas del club. En 2001 llegó la Copa Korac en la patria de su entrenador, un Bozidar Maljkovic que era adorado tanto en Croacia, donde nació, como en Serbia, donde se labró una carrera única en el baloncesto europeo.
Muy cerquita de Belgrado, en una localidad conocida por la farmacéutica que patrocinaba el equipo, jugaba el Hemofarm, un modesto que hace 16 años alcanzó el cielo, aunque no holló la cima. Se quedó lejos porque el cuadro malagueño venció por 30 en la ida y volvió a ganar en el partido de vuelta, en una eliminatoria que se decidía a los puntos, no por victorias como esta Eurocup que culmina una travesía del desierto de tres lustros sin subir a lo más alto del podio.
Un premio gordo
Este premio en forma de trofeo retorcido para que una vez alzado al aire permanezca para siempre inhiesto reconforta una trayectoria que por momentos llegó a ser pésima. El cuarto título de la entidad va acompañado de una pedrea que proporciona más placer, o el mismo al menos, como es el regreso a la Euroliga, la máxima competición, solo un año después de abandonarla.
Este 2017 será recordado como cuando en 2005 el equipo de Scariolo acudió a Zaragoza como octavo clasificado y ganó la Copa del Rey sorprendiendo a propios y extraños, sobre todo a Maljkovic y a Bullock, que formaban parte del conjunto rival cuando poco antes proporcionaron mucha felicidad al club de Los Guindos. Así es el destino de caprichoso.
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O como cuando en 2006 se levantó en Vitoria una Liga que culminó un ciclo glorioso, ampliado a 2007 cuando la Final Four de Atenas se convirtió en el sueño europeo más placentero para esa Andalucía que ama el baloncesto. No es de extrañar la devoción que despierta Sergio Scariolo por estos lares.
Este es el cuarto título del Unicaja en ocho finales disputadas, lo que deja una impronta de un equipo ganador pese a sus comienzos, ya que desde 2005 ha ganado todas las finales que ha disputado excepto la de la Copa del Rey de Madrid 2009.
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Este gran éxito de Joan Plaza, que antes alcanzó Scariolo y Maljkovic, tiene mucho de ese plantel de entrenadores que han permitido el crecimiento del conjunto malagueño, como Javier Imbroda, Pedro Ramírez, Paco Alonso, Chus Mateo, Mario Pesquera, Aíto García Reneses, Jasmin Repesa, Curro Segura o Chechu Mulero. Todos ellos pusieron una pica en Flandes. Hoy toca disfrutar de este derroche de pasión. No siempre es fiesta. Ha habido que esperar once años para levantar un nuevo trofeo.
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