España lo volvió a hacer el viernes, ganando a Italia en su propio feudo, en Pesaro, y quedando a un solo paso de su clasificación para el próximo Mundial de baloncesto. Poco importa ya, según parece, si están los jugadores de la Euroliga o la ... NBA en esta selección. Definitivamente la Federación y su 'staff' técnico han convertido el marrón de las ventanas en una gran oportunidad para los jugadores españoles y nuestro baloncesto, la de construir un verdadero «equipo nacional» (como le gustaba llamarle a Díaz-Miguel), con unas señas de identidad inequívocas basadas en el método y una gran organización, y por supuesto en la defensa, el esfuerzo colectivo, el sufrimiento –sí hace falta– y la generosidad a la hora de compartir el balón en ataque, sin depender excesivamente de nadie, lo que impone respeto y mete miedo a sus rivales tanto en Europa como en el resto del mundo.
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Son valores que muchas veces despreciamos frente al talento más deslumbrante, pero que bien sabemos no son nada fáciles de alcanzar y eso se aprende a conocer, de forma muy especial, cuando estos se pierden o de ellos se adolece y se intentan recuperar u obtener en cualquier equipo de cualquier deporte.
Itoudis, Scariolo, Ataman y Maksvytis viven atrapados entre las disputas de FIBA y Euroliga por un calendario difícil de estirar, compatibilizando como pueden y con mucho ingenio (como lo acabamos de ver con la planificación de la selección española) los puestos de selecionadores nacionales de Grecia, España, Turquía y Lituania con los de entrenadores del Fenerbahçe, Virtus de Bolonia, Anadolu Efes S.K. y Žalgiris Kaunas, respectivamente.
Y es que las ventanas no nacieron como fruto del consenso, sino como una imposición de la FIBA para intentar dejar claro quién manda aquí. De aquellos vientos, estas tempestades. Es una vieja guerra de poder e intereses que crea situaciones insólitas por una contraprogramación de fechas y solapamiento de jornadas para impedir a los jugadores de los equipos de la Euroliga asistir a la llamada de su selección nacional pese a que en esta pasada temporada varios clubes habían demandado ya una solución y manifestado su rechazo a estas coincidencias.
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Así, el pasado viernes, al tiempo que se disputaba un Lituania-Francia, la Euroliga había programado un Asvel-Zalguiris, y el día que se disputaba el Italia-España, la Euroliga había previsto el derbi italiano Milan-Virtus, que Scariolo y la FEB consiguieron adelantar, además de situar también un Panathinaikos-Baskonia y Monaco-Valencia, o el día antes, un Real Madrid-Efes y un Alba-Barça. Un suma y sigue con otras muchas coincidencias fatales que provocan de manera absolutamente injusta que algunos equipos de la Euroliga puedan, y otros no, ceder sus jugadores a sus respectivas selecciones, lo que al final puede dar al traste con las ilusiones y aspiraciones legítimas de muchos jugadores y sus naciones de poder participar en el próximo Mundial, presión a la que sin embargo no se ve sometida la NBA.
Y como la guerra es la guerra, parece que, como a Putin, poco les preocupa el destino de sus soldados, jugadores sometidos al estrés de un calendario sobrecargado que pone en riesgo su físico y sus propios intereses. Cabría preguntarse y preguntarles, pues, hacía dónde quieren llevar el baloncesto y para cuándo una solución definitiva que termine con tanto egoísmo y estupidez.
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Mientras tanto, si algún país lo ha entendido mejor que nadie, ha sido la España de Scariolo, sacando partido de una situación inaudita para hacer de la necesidad virtud, lo que tanto ha acabado prestigiando la figura del jugador español y beneficiando a nuestro baloncesto.
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