Muchos aficionados del Unicaja estarán preguntándose en qué momento de la historia reciente de su club se han perdido. La Euroliga, quince temporadas seguidas jugándola, ha pasado de ser un objetivo esencial para convertirse en una ilusión. Las palabras del director deportivo, Carlos Jiménez, el martes en una poco habitual comparecencia pública, en las que insistía una y otra vez en calificar el torneo como una «ilusión» hay que interpretarlas de otro modo. Quizá habría que explicar primero que evitó siempre referirse a la Euroliga como objetivo, ya sea por la dificultad patente de alcanzarlo, o por quitar presión al equipo y a la propia entidad.

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Llegados a este punto, también conviene hacerse una pregunta que seguro que muchos aficionados se habrán formulado en los últimos días. ¿Le conviene al Unicaja jugar la actual Euroliga? O dicho de otro modo, ¿está capacitado el Unicaja para jugar la Euroliga tal y como fue rediseñada hace dos temporadas? A primera vista la respuesta es sí, porque lo hizo la campaña anterior, de forma muy digna, con un sobreesfuerzo de su propietario y de su patrocinador. Pero aquello tuvo un impacto directo en el rendimiento del equipo en la Liga, acabó séptimo y gracias... Esta temporada, el Gran Canaria es otro ejemplo, un mal ejemplo, pues su participación en el principal torneo europeo se está traduciendo en un infierno en la Liga Endesa, donde bordea los puestos de descenso. Así las cosas, se temen más las consecuencias que el deseo de alcanzar un premio tan goloso. No escucharán a Nadie del Unicaja y probablemente de ningún club, a día de hoy asegurar con rotundidad que la Euroliga es un objetivo, de ahí los constantes regates de Carlos Jiménez en su comparecencia del otro día. Deportivamente siempre se debe aspirar a lo máximo porque es la esencia del deporte, pero ¿a qué coste?

La actual Euroliga es un torneo formidable si se tiene plaza fija y al menos mientras se tienen opciones de clasificación para los 'play-offs', pero a poco que un equipo se quede descolgado de los ocho mejores, la perspectiva cambia. Viajes por toda Europa para no aspirar a nada, un enorme gasto en desplazamientos, desgaste en forma de lesiones y el riesgo de desplome por encadenar derrota tras derrota... Y a esta situación le dan vueltas el Unicaja y otros clubes. Si el objetivo real hubiese sido desde un principio jugar la Euroliga, no se habría reducido el presupuesto en casi dos millones y medio respecto a la campaña pasada. La apuesta ambiciosa habría sido mantenerlo y echar el resto por la Eurocup para regresar al escenario principal donde están los mejores. Esto no quita que con una masa económica como la que maneja el club cajista da de sobra para pelear por este objetivo. Lo ha hecho el Valencia, por ejemplo, incluso aumentando el presupuesto, aunque la tendencia del conjunto naranja económica y deportivamente es distinta, de hecho roza una nueva final en la Eurocup.

Los tiempos del «Málaga por la Euroliga» y aquella movilización social y política no quedan muy lejos, pero el panorama era distinto; también el formato. A unos años vista, la Euroliga queda lejos para el Unicaja, fuera de los planes de ampliación del torneo y con un presupuesto que se estabiliza. Repito lo del dinero, porque aquí es la clave. A título personal, no me parece mal momento para que el Unicaja, con un respaldo sin precedentes en el baloncesto europeo por parte de un patrocinador modélico, se recomponga, construya un proyecto deportivo con la mayor identificación posible para sus aficionados con jugadores malagueños o españoles, como parece que está haciendo, y emprenda de nuevo el camino. Entonces sí se podrá hablar de la Euroliga como una ilusión, pero a día de hoy, a estas alturas de la temporada y después de lo que ha pasado, suena a excusa.

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