El Unicaja ha puesto manos a la obra, maniobrando y explorando a marchas forzadas en un mercado errático y con pocas opciones (que ahora promete mejorar), sustituyendo e incorporando con urgencia a dos nuevos jugadores –ya veremos si a algún otro que está por venir– ... y al entrenador, improvisando y adelantando soluciones pensadas más para la temporada que viene que para esta, pero obligado por los acontecimientos, mucho peores de los que nadie a estas alturas pudiera imaginar.
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Superar y gestionar la frustración nunca es fácil y supone siempre un importante desafío personal porque se corre el riesgo de caer en la desesperación y, por ende, en la precipitación en decisiones que no se pueden eludir, pero que condicionarán inevitablemente el próximo proyecto y otros deseos de futuro.
Pero es que la derrota del pasado martes en Ucrania cayó como un verdadero mazazo en un vestuario ya muy tocado, transmitiendo hacia fuera y hacia dentro un gran sentimiento de impotencia, que sufrieron de forma muy despiadada los propios protagonistas e integrantes de la plantilla de un equipo que parece haber olvidado como ganar, cometiendo incluso errores infantiles, imperdonables y decisivos en las circunstancias más favorables de todo el choque.
Los rendimientos de Kravic y Mooney están aún por ver. En sus estrenos, con poca presión y aún fuera del día a día del grupo, demostraron, como suponíamos, que son jugadores con el potencial necesario para aportar muchas cosas buenas al equipo. Sin embargo, ante el Prometey, Kravic se marchó del partido sin anotar un solo punto y Mooney, a falta de unos quince segundos para su conclusión y con tres puntos arriba, intentó pasar el balón entre las piernas de dos de sus rivales complicándose absurdamente la vida y devolviéndoles la posesión.
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En ella, el Unicaja todavía podía permitirse el lujo de forzar una falta antes de que se produjera una acción de tiro, pues no estaba en el bonus. Aun así, Mooney permitió progresar a Dowe para que anotara un triple, recibiendo este además una falta de Suarez que le otorgaba un tiro libre adicional que decantaría definitivamente el partido. Un cúmulo de errores difícilmente explicables o justificables a este nivel, salvo por lo de 'a perro flaco todo son pulgas'.
A pesar de las premuras propias del momento que se está viviendo y admitiendo que las cosas no siempre ocurren cuando y como queremos, el club debe reconocer cuanto antes cuáles son sus actuales expectativas, porque solo desde la aceptación, la comprensión y la tranquilidad se podrá cambiar esta realidad.
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Y es que no solo se necesitan buenos jugadores, sino romper con una dinámica negativa y una mentalidad peligrosamente perdedora que se está instalando en el equipo, capaz de fagocitar a todos y absolutamente todo. Por su parte, las nuevas incorporaciones, si es que son suficientes, también necesitan su tiempo para que puedan demostrar hasta qué punto son útiles y cuál puede llegar a ser su verdadero impacto en el juego.
En el caso de Mooney tendrá que conseguir la mejor adaptación posible al baloncesto europeo para que no se le vuelva a notar esa bisoñez de la que ya ha hecho gala y para que pueda llegar a transmitir la suficiente confianza a sus compañeros que lo afiance en la dirección del equipo. En el de Kravic, al contrario, tendrá que hacer valer su conocimiento de la Liga y encajar sus cualidades en la mejora colectiva para convertirse en una referencia consistente en el juego interior, lo que hasta ahora tanto se ha echado en falta.
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Y en el caso de Ibon Navarro, para convencer tendrá, en primer lugar, que saber afrontar con el arrojo y la energía que esto requiere estas circunstancias tan adversas. Ha de ser capaz de producir la catarsis de sus jugadores para recuperar su motivación y autoestima ayudándoles a salir del pozo en el que se hallan metidos lo antes posible. Igualmente, deberá adaptarse a las exigencias e idiosincrasia del club y sobre todo, ¿a qué engañarnos?, ha de ganar partidos, muchos partidos, y como buenamente pueda. No será tarea fácil, pero seguimos creyendo que hay disposición y talento para ello.
A pesar de todo, el que haya debutado un malagueño al frente del equipo es un motivo de enorme alegría y de un gran mérito ganado a pulso, Ángel Sánchez-Cañete es un entrenador muy preparado y capaz de asumir grandes retos. Podemos tener la tranquilidad de que personas como él, Paco Aurioles, Antonio Herrera o Alberto Miranda son merecedores de la confianza del club para desempeñar cualquier responsabilidad y en el momento que se la encomienden.
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