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Escuchar a Bozidar Maljkovic es un lujo para cualquier aficionado al baloncesto. Da igual el momento y el lugar. Se trata de una figura histórica de este deporte y del Unicaja, al que llegó en el momento de mayor crecimiento y consolidación del club. ... El legendario técnico serbio pasa unos días de descanso en su casa de Marbella y el sábado asistió al encuentro entre el Unicaja y el Casademont Zaragoza. No pudo ver ganar a su equipo, pero ya estaba contento por el simple hecho de estar en Málaga.
Maljkovic entrenó a doce equipos en su carrera, pero en su corazón el Unicaja y la mítica Jugoplastica de Split que revolucionó el baloncesto europeo en la década de los ochenta, tienen reservado un lugar especial.
«Estuve trabajando en siete países diferentes, pero Málaga y la vida que tuve aquí durante aquellos cuatro años es algo inolvidable. Recuerdo que en la primera rueda de prensa vuestros colegas me preguntaron si me gustaba la ciudad, y yo les dije que Picasso no tenía quejas, así que por qué las iba a tener yo... (Risas). Tuve mucho apoyo del club y de los aficionados. Se suele decir que el público es el sexto hombre de un equipo, y eso sólo lo puedo decir de Málaga y Split. Son dos ciudades en las que la gente tiene un nivel cultural grande. Protesta cuando debe protestar. Estoy muy contento de estar aquí», reconocía en el palco del Palacio de los Deportes.
Pese a estar retirado de los banquillos, el serbio vive de un lado para otro por sus funciones en el Comité Olímpico de Serbia, pero está al día del deporte de la canasta.
Sigo todos los partidos de baloncesto que puedo. Viajo ahora mucho y largas distancias. Estuve ahora en Doha y Buenos Aires dos veces... Terminé la carrera de Derecho, pero el baloncesto es mi profesión. Cuando me presentaron hace tres años como nuevo presidente del Comité Olímpico Serbio, a mí no me ponen señor Maljkovic o cualquier otra cosa, me ponen 'entrenador'... Es algo bonito», reconoce.
En su apretada agenda saca tiempo para ver los partidos del Unicaja, como el de la semana pasada frente al Barça de su amigo Svetislav Pesic. «Vi el último partido contra el Barcelona y llamé a Pesic para darle un poco... «Mira los míos lo que hicieron», le dije. Sí, sí, estaba un poco enfadado», bromeaba.
Maljkovic se pone mucho más serio a la hora de hablar de la situación del baloncesto Europeo, del conflicto entre la Euroliga y la FIBA y por el reparto de las licencias tras la entrada en vigor del nuevo sistema de competición.
«Tengo buena relación con Jordi Bertomeu y respeto su trabajo, pero creo que la FIBA y la Euroliga alguna vez deben pedir opinión a nosotros. No es lógico que la FIBA no me pida opinión habiendo ganando cuatro copas con ellos. Soy más crítico contra la FIBA que con la Euroliga, con la que tengo un pequeño conflicto. Cuando Jordi Bertomeu viene a Belgrado, viene a mi casa. Tengo buena amistad con él. Una vez invité también a Sasa Djordjevic a que viniese a comer con nosotros. Le dije que no es normal que desde Milán hasta Atenas no haya ningún equipo de Euroliga (con licencia)... No es lógico que sólo puedan jugarla los ricos. Hay que respetar el baloncesto de la antigua Yugoslavia, en Croacia, en Eslovenia... Mira Doncic, mira Dragic y antes, Petrovic, Kukoc, Radja, Danilovic, Djordjevic, Zoran Savic, Bodiroga... No entiendo que esta tierra no tenga ningún equipo por unas reglas tontas. Este es mi conflicto fundamental con la Euroliga», explica.
Fue precisamente él el que llevó al Unicaja a la Euroliga actual, con el que el club dio el gran salto en una época de gran inversión y máxima unión entre el equipo y la afición. El caldo de cultivo es casi el mismo, salvando el apartado económico, pero el serbio echa en falta algo más, a pesar del nutrido grupo de nacionales que tiene la actual plantilla.
«El Unicaja lo tiene todo. Un buen entrenador, buena directiva y un buen banco detrás, si no yo no guardaría dinero ahí (risas)... Si me preguntas, hay una cosa que debe tener: Berni y Carlos. Es decir, otras dos caras más de la cantera. Cuando entren más chicos de Málaga, estaré contento. Yo elegí a Berni como capitán con 18 años y todos estaban en contra».
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