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La vida no es un partido, no es un ganar o perder, es mucho más que eso; la vida es ser, aprender y estar. Javier Imbroda se nos ha ido y lo ha hecho activo, entero y sin dar por hecha su marcha en ningún ... momento. Después de cada instante hay otro y otro, Javier lo sabía y siempre estuvo dispuesto a vivir intensamente el siguiente, hasta el último suspiro vital de un hombre que siempre supo exactamente el significado de cada soplo. Era un sabio y lo fue en todas las situaciones. Su aptitud para gestionar tanto el éxito como la frustración sólo puede explicarse por su rebeldía permanente y por su capacidad para afrontar y superar la adversidad, o administrar la victoria, sin dar nunca la espalda a sus propias convicciones,
Y es cierto que Javier Imbroda fue un gran deportista y un gran ganador. Un ganador que compitió en cientos de canchas de los cinco continentes, ya fuera en el Pabellón de la Paz y la Amistad de El Pireo, en el de los Maristas o en el mítico de Ciudad Jardín, siempre entregándolo todo, sacándole el jugo a la vida cada día, sin alardes, pero sin dar sitio alguno al propio desaliento y mucho menos al de los suyos, su familia, sus amigos, su equipo… Por eso el marcador muchas veces fue lo de menos.
Javier era extrovertido, ambicioso y valiente, tenía mucho desparpajo para afrontar todas o casi todas las situaciones en la que le puso la vida, sabía lo que quería y supo conseguirlo. Era fácil empatizar con él, pues tenía el don de la persuasión y con su forma de conducirse, su sola presencia y su inmensa capacidad de seducción supo lograr siempre la fascinación de su auditorio, cualquiera que este fuera. Sabía disfrutar de la compañía, de las cosas pequeñas y de las grandes, de una buena mesa y una buena conversación y, si se podía, también sacar su guitarra para cantar por los clásicos del pop. Versátil y ciertamente polifacético, fue a abordar actividades diferentes y alternativas con la misma vocación de terminar –y bien– cada cosa que empezó.
Nada pasa, nadie pasa, todo queda y las cosas que vivimos las vamos a seguir viviendo con los lo que elegimos para hacerlo, mientras aquí estemos, con nosotros estarán todos los nuestros. Dicho y hecho, Javier –que dio y recibió mucho– así lo pensó y lo hizo. Esa fue nuestra irrenunciable experiencia y nuestra suerte.
En el momento de hacer balance, hay que resaltar que Javier Imbroda fue una inspiración, luchó con habilidad y fe, estudió cada logro, aprendió como nadie y consiguió ser feliz. Es la hora de decirlo: Javier fue y es un triunfador, ganó, siempre ganó y ha vuelto a hacerlo una vez más. Siempre en su equipo.
(A Javi y Pablo).
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