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Prescindir de un entrenador era algo poco habitual en el Unicaja hace unos años. Era un puesto de trabajo de cierta seguridad y muy bien remunerado, pero de un tiempo a esta parte se ha convertido en una profesión de riesgo. Lo sabe el actual ... técnico Ibon Navarro, que está ante el reto de devolver la estabilidad al club, pues sólo en periodos de cierta normalidad ha conseguido los objetivos deportivos que se ha marcado. Desde que Sergio Scariolo dejó el Unicaja en 2008, el club de Los Guindos ha tenido ocho entrenadores y en las últimas dos temporadas los cesó a mitad de campaña, algo con pocos precedentes en la historia del club.
Al técnico italiano le sucedió Aíto García Reneses, que firmó una primera campaña brillante, pero que sólo aguantó temporada y media más después de que el equipo no se clasificase por segunda campaña seguida para la Copa. El elegido para sustituirlo fue Chus Mateo en febrero de 2010, al que se renovó una temporada y que, como su antecesor también fue destituido tras un desplome descomunal del equipo desde diciembre de 2011 a marzo de 2012. En el tramo de final de aquella compleja temporada fue Luis Casimiro el que tomó el mando del Unicaja, pero el club optó por abrir una nueva etapa contratando a Jasmin Repesa.
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El proyecto del croata nació torcido desde el primer momento. Repesa se incorporó tarde a la pretemporada porque estaba dirigiendo a la selección de su país. Fue Curro Segura, ahora en el Ionikos griego, el que estuvo al frente del Unicaja en toda la fase de preparación. Repesa, pese a firmar una brillante Euroliga, no clasificó al equipo para la Copa y tampoco para el 'play-off'. Antes de que acabase la temporada 2012-2013 el Unicaja ya había cerrado la llegada de Joan Plaza.
Con el entrenador catalán el Unicaja si tuvo un lustro de tranquilidad y consolidación, además de ganar la Eurocup en 2017. Resulta curioso porque la trayectoria de ambos, técnico y club, ha ido de la mano, pues desde su salida de Málaga, el barcelonés tampoco ha conseguido afianzarse al frente de ningún equipo.
Cerrada la etapa de Plaza, el Unicaja presentó una oferta a Katsikaris, que optó por aceptar una propuesta para ser asistente en los Utah Jazz de la NBA. Tras el no del griego, el Unicaja recurrió a Casimiro, que llegaba después de haber clasificado al Gran Canaria para la Euroliga.
El manchego nunca conectó con la grada. Después de una primera campaña decepcionante, la segunda estuvo marcada por la pandemia. Hay quien considera que aquello lo salvó, pues la tendencia del equipo era negativa. Jugó la Copa de Málaga al ser anfitrión y en Europa, la plaga de lesiones aventuraba un trayecto corto. Pese a todo, fue renovado el verano de 2020 y destituido en enero de 2021 ante la descomposición del proyecto. El Unicaja retomó su apuesta inicial y recurrió a Katsikaris, que no fue un revulsivo y que empeoró los registros de Casimiro.
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Así se llega hasta Ibon Navarro. El fichaje del vasco ha estado marcada por esa idea que había en las oficinas de Los Guindos de contar con Pedro Martínez para el futuro. Sin embargo, las dos temporadas de contrato más la actual que ha firmado dejan entrever que los responsables del club ven en Navarro un entrenador para construir un proyecto. El vitoriano tiene el desafío de conseguir que el Unicaja recupere la estabilidad, pues sólo así se ha demostrado que ha alcanzado los objetivos que se le demandan a un club con uno de los presupuestos más altos de la Liga Endesa.
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