Hacía ya más de 20 minutos que el partido había acabado. El pabellón estaba vacío y los operarios limpiaban las gradas. En una esquina, en lo más alto del pabellón, medio centenar de aficinados del Unicaja bailaban, cantaban, reían. Sonaba 'Mi gran noche', de Raphael. Por fin, una gran noche en el Palacio de los Deportes. El Unicaja lograba la primera victoria en Málaga en una Copa del Rey y se citaba con la historia. Adiós al Casademont Zaragoza y hoy, a por al Morabanc Andorra. La afición del Unicaja se merecía un triunfo así, después de varios meses difíciles. Ha habido dudas, tensión incluso con parte del público esta temporada. Pero hacer un buen papel en la Copa sirve para limar asperezas y para darle una alegría a los seguidores 'cajistas'. Hay que confiar en que lleguen más grandes noches. La primera, a ser posible, hoy a las 21.00 horas ante el equipo del Principado de Dejan Todorovic y Musli, dos ex en las filas rivales.
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Como casi siempre, el ídolo, el referente, el mesías de la grada verde fue Alberto Díaz. «¡Alberto, Alberto!», coreaban los aficionados en trance. El partido del pelirrojo fue para enmarcarlo. Transmitió a sus compañeros, que lo dieron todo en la pista. Eso llegó también a la afición. Hubo esa comunión propia de los grandes momentos. Verle meter un triple de ocho metros o cambiar todo un partido desde su defensa es oro puro para el amante del baloncesto. Ya no es que el pelirrojo sea el alma del equipo, es que es el estandarte del club como institución. Aquí empezó y aquí se tiene que retirar, como no pudieron hacer Berni o Cabezas. Si además le unes a Rubén Guerrero -qué partido de Rubén, vaya forma de estrenarse en una Copa- y el trío de Fernández, Suárez y Brizuela, para qué quieres más. Con esos cinco nacionales, al fin del mundo. Dos malagueños, un malagueño de Aranjuez y dos que tenemos que adoptar a la voz de ya.
El triunfo del Unicaja fue el colofón a una excelente segunda jornada de Copa del Rey. Hubo tensión, emoción, muchos nervios y un gran espectáculo. Ver el Martín Carpena así es un orgullo, algo que recalcan todos los visitantes que están estos días por Málaga. Aficionados y también gente de baloncesto. «Es increíble lo que ha pasado en Málaga con el baloncesto. Me acuerdo de Ciudad Jardín y veo ahora estas instalaciones y es para estar muy orgulloso», recordaba desde la grada en conversación con este periódico un mito como Walter Szczerbiak. Recordado como una de las mayores máquinas de anotar que han pasado por el baloncesto español –le hizo 65 puntos al Breogán en 1976–, se acuerda de sus partidos en Málaga: «Moncho Monsalve me ponía siempre a los perros de presa a defenderme».
De nuevo se volvió a ver un ambientazo, en el pabellón y en la ciudad. La magia de este torneo permite ver a ocho aficiones disfrutando de su pasión por el baloncesto. Bueno, ocho que en realidad son más. Es increíble lo de la afición del Baskonia, equipo que no está clasificado para la cita de Málaga pero que ha desplazado a centenares de personas a la ciudad. Se dejan notar con una banda de música que recorre las calles y que recuerda que Vitoria es uno de los grandes núcleos del baloncesto nacional. También se podía ver por la Fan Zone a seguidores del San Pablo Burgos.
Pese al jolgorio de la mañana y seguramente la juerga de la noche, nadie faltó a la segunda jornada de partidos en el Palacio. Pocos huecos libres, mucho ruido y más calor aún. Entre las caras conocidas, de nuevo tiempo para ver a algunas leyendas del deporte de la canasta. Villacampa, Fernando Arcega, Nacho Azofra, Rafa Jofresa... «Casi todos seguimos vinculados al baloncesto de alguna forma. Yo sigo jugando con los veteranos del Barcelona», comentaba Ferrán Martínez, mítico pívot del Barcelona, ahora dedicado al mundo de las finanzas y las 'startups'. En el Real Madrid, y en muchos otros equipos, jugó Pep Cargol, actual director deportivo del Zaragoza. «Málaga es un clásico del baloncesto español. He venido prácticamente todos los años desde que me retiré y he visto esa evolución poco a poco», comenta el exjugador.
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Entre las autoridades, no se perdió el partido el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla, que acudió con el consejero Javier Imbroda. Ambos saludaron de manera afectuosa a Luis Casimiro, entrenador del Unicaja. Trajeron suerte. Fuera de la competición en sí, uno de los actos más emotivos de esta Copa del Rey fue el reconocimiento que recibió el exentrenador y actual consejero de Educación y Deporte, homenajeado en Carranque por la Asociación Española de Entrenadores de Baloncesto (AEBB). En los prolegómenos del choque entre el Unicaja y el Real Madrid de la Minicopa en el pabellón Pérez Canca, se le entregó a Imbroda una placa por el actual presidente de la entidad, Juan María Gavaldá, acompañado del vicepresidente, Antonio Aberturas. «El baloncesto forma parte de mi vida y agradezco de corazón el detalle de la Asociación», declaró Imbroda, que aludió a sus primeros recuerdos de Carranque. «Esta es una instalación donde debuté en la ACB hace 32 años. Tenía 27, y por aquí pasaron los grandes del baloncesto español, pese a que no era un lugar diseñado para eso y hubo que levantar gradas supletorias. Recuerdo que el debut fue con el Mayoral contra el Tenerife, al que entrenaba Aleksandr Gomelski, y su segundo era Trifon Poch. Teníamos un hambre enorme por competir tras el ascenso y ganamos por 50 puntos. Fue el día del debut en la Liga ACB de Nacho Rodríguez», añadió.
Fue un viernes muy especial. Pero aún queda el sábado. Y el domingo. ¡Qué bonita es la Copa del Rey!
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