Para los que hemos vivido esto del baloncesto no hay (o no deberia haber) cosa peor o más desagradable que conocer que algunos de tus jugadores que fueron alguna vez promesas de este juego se encuentran, una vez superada su etapa deportiva, en una situación ... laboral difícil y de porvenir incierto.

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Y es que cuando asumimos cualquier tipo de rol, ya sea en el orden directivo o técnico, que tiene que ver con el futuro de gente muy joven, cuando a propuesta nuestra (de los entrenadores que corresponda o de los cazatalentos se becan jugadores que como consecuencia han de abandonar su hogar, su familia, su ciudad e incluso su país), contraemos de inmediato una enorme responsabilidad de la que muchas veces no somos del todo conscientes, que nos obliga a atenderlos extraordinariamente bien en lo deportivo, en su mejora físico-técnico-táctica, pero también en lo emocional, en su adaptación a todo lo nuevo, sus estudios y demás aspectos de la vida. Porque debemos protegerlos ante el altísimo nivel de exigencia que vamos a imponer y ante la frustración que les pueda producir en los años venideros no cumplir con las expectativas generadas propias, ajenas, de familiares y del club. Eso puede llegar a confundirles en sus verdaderas prioridades, que no pueden ser solo la de convertirse o no en grandes estrellas del deporte, lo que, por otro lado, siempre quedará sujeto a grandes dificultades y múltiples imponderables.

La defensa de los intereses de un club nunca debe colisionar con la de los deportistas, porque de su formación integral también dependerá en gran medida su rendimiento posterior, porque su futuro como jugadores o jugadoras y, lo que es mucho más importante, como personas, no puede correr el riesgo de acabar en el desván de los juguetes rotos en manos de cualquiera, como ocurre con demasiada frecuencia, de lo que podía haber sido y no fue.

Se está produciendo una verdadera desbandada de jóvenes talentos europeos a universidades americanas que deja en evidencia todo un sistema que necesita revisión

Se trata de que tengan una experiencia vital que les valga en positivo para el resto de sus vidas, pase lo que pase; que disfruten y se abran a la gran oportunidad que le ofrece el deporte profesional pero asumiendo los riesgos estrictamente necesarios y nunca desde la inconsciencia o desde el egoísmo de entrenadores, padres, agentes o clubes que quieren aprovecharse o ponerse las medallas del talento como si este les perteneciera, intercambiando como si nada entusiasmos y atenciones con los que están por venir o «sí te he visto no me acuerdo», devorando sin inmutarse, unos tras otros, proyectos e ilusiones.

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Desde hace tiempo, sobre todo en los últimos años, se está produciendo una verdadera desbandada de jóvenes talentos europeos a las universidades americanas a través de becas de estudios que hacen compatible su formación académica con la deportiva, que deja en evidencia todo un sistema que necesita revisión y, sobre todo, a aquellos modelos de cantera que se preocupan más de lo segundo que de lo primero sin ofrecer las facilidades que necesitan un deportista y un buen estudiante. Eso acaba produciendo en los clubes, en muchos casos, un sentimiento de impotencia e ingratitud por no ver recompensada la inversión realizada en estos chicos, ya sea en esfuerzo y dinero, junto a la incertidumbre que produce no saber cómo podrían retenerlos o reincorporarlos algún día a sus plantillas.

En estos precisos momentos hay muchos padres de buenos deportistas que se están planteando esa posibilidad y preguntándose si esa es la mejor opción para sus hijos, pero si algo está demostrado, hagan lo que hagan, es que el camino es absolutamente único y que no se debe mitificar nada. Las bondades americanas son muchas en estas edades, pues ofrecen una inigualable aventura personal, el conocimiento de otra cultura e idioma y un desarrollo deportivo y académico compatible, pero eso no significa que sea suficiente para garantizar el éxito y la consecución de todos los objetivos, que dependerán también de la capacidad de adaptación de cada cual, de qué universidad se trate, de la excelencia académica que ofrezca, en qué división milite, del entrenador que le toque, de su programa deportivo...

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El talento se abre paso como el agua aquí o allá, aunque generalmente creo que la madurez competitiva se alcanza más rápidamente en España, siempre y cuando se trabaje en una dinámica de máximo nivel, de lo que hay muchísimos ejemplos, sin olvidar nunca que, hoy por hoy, el esfuerzo requerido para compaginar baloncesto y estudios será aquí lamentablemente mucho mayor. Lo que sí les puedo garantizar es que lo que va a resultar absolutamente decisivo es que estas chicas y chicos tengan un entorno familiar sereno y con los pies en el suelo, que sepa respetar sus gustos pero que comparta con ellos, les influya y les exija a sus hijos realismo y responsabilidad en la toma de decisiones que les permita afrontar un futuro feliz y pleno dentro, pero también fuera, del baloncesto.

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