Para empezar, Katsikaris puso en cancha un quinteto con dos parejas de gemelos, por una parte Brizuela y Cole y, por otra, Barreiro y Abromaitis. La mayor preocupación de Jasikevicius era Abromaitis, sobre el que situó a Martínez, el especialista defensivo de su quinteto. En ... el otro lado del campo, la defensa malagueño daba facilidades a Mirotic y Higgins y su equipo se adelantó obligando al técnico local a pedir tiempo muerto y a reestructurar su defensa. La primera impresión fue que el equipo catalán anotaba con mucha más facilidad, o lo que es lo mismo, que la defensa azulgrana era el factor dominante en el partido. El segundo cuarto arrancó con suplentes por ambas partes y el partido se igualó mucho, con una caída importante de la anotación. El cuadro malagueño llegó al descanso con tres hombres 'pequeños' en cancha, doce puntos de desventaja y Nzosa 'condenado' a perseguir a Mirotic. El dato más negativo es que el ataque del Unicaja no había logrado convertir siquiera uno de cada cuatro tiros.

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En la continuación el Barcelona salió con exceso de confianza. Entraron algunos tiros del perímetro malagueño y la afición volvió a ser el sexto hombre de los mejores días. La ventaja visitante disminuyó, pero lo mejor fue que desapareció el pesimismo de la primera mitad y se recuperó la ilusión. No duró mucho el nuevo decorado. Jasikevicius volvió a poner en cancha a algunos suplentes. Katsikaris ordenó, otra vez, un quinteto con tres 'pequeños', los pívots no tocaban el balón, algún árbitro pitaba cosas muy raras y el técnico local hacía su última apuesta por el ataque, aunque su rival volviera a tener las mismas facilidades que al principio para anotar. Sin embargo, aún faltaba el último arreón del Unicaja, que valió por todo el partido, y llegó con los cinco titulares del Barcelona en cancha, cuando Cole tomó el mando del ataque. No es la primera vez que ocurre y sirvió para hacernos soñar lo que el equipo malagueño puede hacer al amparo de su público.

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