La gran familia del baloncesto en Málaga vivió este martes con enorme interés la noticia del adiós a la competición de Carlos Cabezas, un grande entre los grandes. El base malagueño, sin duda el director de juego con mejor trayectoria en el Unicaja, es una ... de las grandes glorias de la historia del deporte de nuestra tierra y figura clave en el crecimiento vertiginoso del equipo de Málaga en la primera década de este siglo, protagonista esencial en los grandes éxitos del Unicaja en Copa Korac, Euroliga, Copa del Rey y Liga ACB.
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Como le ocurrió a Berni Rodríguez desde el principio y ahora a Francis Alonso, su condición de hijo de un jugador emblemático del Caja de Ronda le otorgó una fuerza identitaria enorme que reforzó de manera notable la unión del equipo con la grada, potenciada de manera decisiva por la simpatía, humildad y entrega incondicional de un hombre tan carismático como Carlos. Por cierto, que hablando de su padre resulta imprescindible reconocer, como en los otros dos casos, cuánto influyó en su formación como jugador y como hombre.
Por más que resulte impagable su aportación al baloncesto de nuestra tierra, sus conquistas rebasan en mucho los límites locales, como queda demostrado con un palmarés de cine que incluye campeonatos del Mundo y Europeos, no sólo en categoría sénior sino también en su etapa de formación. Como consecuencia de todo esto, Carlos permitió también al Unicaja el honor inmenso de contar entre los jugadores formados en su cantera con otro Hijo Predilecto de Málaga y Medalla de Andalucía.
Desde mi puesto de director de la cantera de aquellos años y responsable de las Escuelas Deportivas del Caja Ronda me resulta imposible olvidar la imagen de Carlitos, quizás con siete años, botando y tirando sin parar en una canasta mientras su padre entrenaba en la otra a los niños. Cariñoso, abierto, noble y generoso, para mí será siempre aquel niño adorable, cargado de entusiasmo que se metió en mi corazón.
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Pasados unos años, no muchos, los avatares profesionales de su padre llevaron a la familia a vivir en Marbella y todavía en edad infantil hice todo lo posible por traerlo a jugar a la cantera del Unicaja. El gran esfuerzo de sus padres y la generosa acogida de Bernardo Rodríguez hicieron que su progresión fuera instantánea. Desde entonces, los logros en Campeonatos de España junto a sus inseparables Perujo, Berni, Germán, Esteba y otros, dirigidos primero por Bernardo y después por Paco Alonso, también resultaron extraordinarios.
Es cierto que en 2009, convertido ya en jugador imprescindible del Unicaja e internacional consolidado, se fue al Khimki y el club no pudo reaccionar, pero yo, que lo conozco, puedo asegurar que, hasta nuestros días, ha pasado muchos años queriendo volver. Nunca hubo acuerdo para ello, pero, a pesar de haber vestido catorce camisetas en siete países diferentes, su equipo fue siempre el Unicaja y para la afición nunca hubo otro base como Carlos. Por eso, la afición y nosotros nos romperemos las manos aplaudiendo el viernes al Unicaja y al jugador por ese feliz reencuentro que abre una nueva etapa del club.
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