La épica no pasa de moda
El Unicaja, campeón de la Eurocup ·
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El Unicaja, campeón de la Eurocup ·
Mañana se cumplen tres años del histórico título del equipo malagueño en el tercer partido de la final ante el Valencia tres una remontada memorableLa exigencia que hay en el deporte profesional y en el frenético ritmo de vida, antes del coronavirus, provoca que los buenos recuerdos se nos borren de la memoria demasiado rápido cuando deberían ser los más duraderos. Deberían quedarse para siempre porque nos ayudaría a ser mejores; a vivir mejor. En estos tiempos de incertidumbre, de no saber qué pasará, y cómo será todo después de que el mundo que conocemos se haya detenido por completo, merece la pena echar la vista atrás y recordar que no hace mucho fuimos felices, que el Unicaja levantó una Copa, que fue campeón de Europa y que todos salimos a las calles de Málaga a celebrarlo por todo lo alto.
Este domingo se cumplen tres años del formidable éxito logrado aquella noche del 5 de abril en la final de la Eurocup en la pista del Valencia, cuando todo parecía perdido, cuando el público local celebraba ya el título y cuando el Unicaja se rebeló para darle la vuelta a un partido imposible.
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Seguramente cuando lean estas líneas tendrán la percepción de que hace mucho de aquello, y de que ha pasado una eternidad. Incluso les extrañará comprobar que sólo han pasado tres años. Pero hay momentos que se quedan, por fortuna, grabados para siempre, los buenos y los malos. Todos recordamos dónde estábamos cuando cayeron las Torres Gemelas, también dónde y con quién vimos aquella final del Mundial cuando España fue campeona del mundo, de fútbol o de baloncesto, da igual, y también cuando el Unicaja conquistó el cuarto título de su historia.
Aquella fue una temporada extraña que amenazaba desastre cuando el equipo naufragó en la Copa del Rey de Vitoria ante el peor Barcelona de los últimos años. Parecía que todo se iba a pique, Joan Plaza estaba cuestionadísimo y se daba por seguro que no continuaría. Todo eran dudas y casi sin respiro el equipo afrontaba los cuartos de final de la Eurocup con el factor campo en contra en todas las eliminatorias.
Pero el deporte es absolutamente imprevisible y aquel equipo y aquella temporada suponen un excelente ejemplo. El primer escollo en el camino hacia la final fue el Bayern Múnich, al que fulminó liderado por Alberto Díaz y Nemanja Nedovic. El triunfo en el tercer partido de la serie con el serbio desatado le cambió por completo la cara a un Unicaja que luego dio cuenta de forma incontestable de otro de los aspirantes, el Lokomotiv Kuban. Primero golpeó en tierras rusas y luego sentenció en Málaga de forma incontestable con un Carpena abarrotado.
Por el otro lado, el Valencia hacía los deberes y aparecía en la final como un adversario infranqueable. El historial de enfrentamientos entre los dos equipos en los meses previos era descorazonador, con un serial interminable de victorias a favor del equipo dirigido entonces por Pedro Martínez.
La final arrancó el 28 de marzo. Curiosamente los dos equipos se enfrentaron el sábado antes en partido de Liga, que acabó con 81-77 y la sensación de que lo que antes parecía imposible ya no lo era tanto. Las distancias se habían acortado y, lo más importante, el equipo malagueño había fortalecido su identidad a base de los triunfos en la Eurocup.
En el asalto inicial el Unicaja compitió bien aquella noche, posiblemente su mejor partido ante el Valencia de los muchos jugados aquella temporada, pero perdió 68-62. Sólo cedió al final del partido. Echó en falta la aportación quizá de un perímetro de enorme talento, Jamar Smith, Nedovic, Fogg y Waczynski, que esa noche casi no se dejó ver. Los mejores fueron Brooks y Omic. Fue, sin embargo, una dulce derrota. Demostró que el Valencia era batible, como se vio sólo tres días después en Málaga. El público llevó en volandas (79-71) al conjunto dirigido por Plaza, que tuvo a Smith como brazo ejecutor, 20 puntos con 5 triples, y a Alberto Díaz como figura clave con un robo en el centro del campo cuando el Valencia amenazaba con la remontada.
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La serie se trasladó a Valencia para el asalto definitivo el 5 de abril. Fue la noche del miedo y del coraje. El miedo a ganar del Valencia y el coraje del equipo malagueño para no rendirse.
El Unicaja comenzó el último cuarto de la final perdiendo por trece puntos. La Fonteta ya celebraba el título, pero los de Plaza no habían dicho la última palabra. El técnico catalán ordenó una zona. Emparejó a Suárez con Dubljevic y se la jugó a una carta. El Valencia empezó a tener miedo. Primero Dani Díez anotaba un triple, luego Smith anotaba dos tiros libres y Díez, otra vez desde el triple, lograban un 0-8 muy rápido que hacía saltar las alarmas, y en el banquillo taronja Pedro Martínez no encontraba soluciones.
El parcial creció hasta un 0-18 y el Valencia se descomponía por momentos. Entonces, con 56-59 Alberto Díaz recibió una falta y tenía dos tiros libres. Al base malagueño no le tembló el pulso, anotó los dos dando una ventaja importantísima, 56-61, a un minuto y medio para el final. Rafa Martínez pudo empatar el choque, pero Brooks le puso un tapón inmenso que hundió los ánimos de un rival sobrepasado por las circunstancias. En el Unicaja, que jugó el último cuarto con un quinteto para la historia –Díaz, Smith, Díez, Brooks y Suárez frenando a Dubljevic– conquistaba el título de una forma épica y regresaba a la Euroliga con Alberto Díaz como MVP de la final.
Málaga se echó a las calles, las mismas que hoy están desiertas, y acompañó al equipo en un desfile inolvidable. Ahí se renovó a Plaza y ahí se le escaparon unas lágrimas a Nedovic que se convenció para seguir una temporada más. Se lo pedía el corazón, ese que ya tiene verde y morado para siempre... Parece que ha pasado mucho tiempo, pero son sólo tres años desde aquella feliz primavera de 2017.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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